} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 24 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

miércoles, 24 de enero de 2018

24 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

  
Job 34; 32
enséñame lo que no veo; si he obrado mal, no lo volveré a hacer?

   Dios es soberano en sus actuaciones, y nadie puede pretender acercarse a El: nadie le puede excitar a tomar la iniciativa, y si oculta su rostro, despojando su protección al hombre, nadie puede verle. Su providencia es misteriosa, y en su aparente silencio y mutismo está observando a los pueblos y a los hombres para que no triunfe el opresor del pueblo. El que reconoce su pecado y se vuelve a Dios pidiendo luces sobre su camino y arrepintiéndose de sus faltas, encontrará segura acogida en el Omnipotente. En el caso de Job, esto es muy incierto, ya que no reconoce su culpabilidad, y cree que Dios debe amoldarse en su actuar a su parecer.
Cuando reprendemos por lo que está mal, debemos dirigirnos a lo que es bueno. Pero muchos les gusta les lisonjeen, les aplaudan o les den aprobación en todo lo que hacen, cuando aún su conciencia les grita que no es así, agradando al oído del hombre con una predicación ligh.   El hombre bueno está dispuesto a conocer lo peor de sí mismo; particularmente cuando está sometido a aflicción, desea que le digan en qué cosa está Dios contendiendo con él. No basta lamentarse por los pecados, sino que debemos huir del pecado y no pecar más.  Porque si nuestro arrepentimiento es externo, de apariencia, por vergüenza, por el que dirán, para no perder prestigio o categoría, es “un trapo de inmundicia” más a nuestro curriculum.
Es inconcebible que “supuestos hijos de Dios” traten de vivir, con una mente carnal que no ha sido transformada, una vida espiritual. No es posible esa dicotomía en un nacido de nuevo. En un no creyente, es posible, y de hecho las iglesias están llenas de personas con conductas bipolares.

Salmo 51; 10

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí

El penitente auténtico anhela librarse del pecado por medio de la creación de una nueva naturaleza que tenga el poder de la constancia, el favor continuo de Dios y la presencia de su Espíritu Santo, el gozo de la liberación y el don de un espíritu, es decir, espíritu listo para hacer la voluntad de Dios. Saúl había perdido sus beneficios inmediatos (1 Samuel 16:14) pero no su realidad definitiva (1 Samuel 28:19) de la salvación y, sin duda, recordando este ejemplo David temía que le sucediera lo mismo; así como nosotros mismos podemos entristecer (Efesios 4:30) y apagar (1 Tesalonicenses 5:19) al Espíritu Santo, perdiendo las alegrías pero no la realidad de que está en nosotros. Si hemos nacido de nuevo por gracia de Dios por fe en Jesucristo, cortamos la comunión con Dios por el pecado y el gozo de nuestra salvación se apaga; pero JAMÁS cortaremos la unión con Dios. Debido a que nacemos pecadores, nuestra inclinación natural es complacernos a nosotros y no a Dios. David siguió esta inclinación cuando tomó la esposa de otro hombre. También nosotros la seguimos cuando pecamos en cualquier forma. Al igual que David, debemos pedir a Dios que nos limpie desde adentro (Salmo 51.7), que nos limpie el corazón y el espíritu para tener pensamientos y deseos nuevos. La buena conducta solo proviene de un corazón y un espíritu limpios. Pidamos a Dios que nos lo dé.
El principio esencial de una naturaleza nueva no había sido perdido; sino que su influencia fue interrumpida (Lucas 22:32); pues el Salmo_51:11 demuestra que David no había perdido la presencia ni al Espíritu de Dios (1Samuel 16:13), aunque había perdido “el gozo de su salvación”, cuya devolución suplica.
David ve, ahora más que nunca, qué corazón inmundo tiene, y lo lamenta con pesar; pero entiende que no está en su poder enmendarlo y, por tanto, le ruega Dios la creación de un corazón limpio en él. Cuando el pecador siente que este cambio es necesario, y lee la promesa de Dios en ese sentido, empieza a pedirlo. Sabía que había entristecido al Espíritu Santo con su pecado y lo había provocado a alejarse. Esto es lo que él teme más que nada.



¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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