Lucas 10:20 Sin embargo, no os regocijéis en esto, de que los espíritus
se os sometan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los
cielos.
A su vuelta, los
Setenta estaban jubilosos por las maravillas que habían realizado en nombre de
Jesús. Aun cuando los cristianos pueden experimentar gozo realizando acciones
carismáticas en el nombre de Jesús, algo mejor para regocijarse es el saber que
sus nombres están inscritos en los cielos,
lo cual constituye la base de su autoridad sobre los demonios y el fundamento
de la certidumbre sobre su destino eterno en el hogar celestial. Los discípulos
vieron grandes resultados al ministrar en el nombre y con la autoridad de
Jesús. Estaban muy contentos con las victorias obtenidas al testificar y Jesús
se gozó con ellos. Sin embargo, los hizo reflexionar al recordarles que había
una victoria mucho más importante: que sus nombres estén escritos en el cielo.
Este honor era mucho más importante que cualquier otro logro. A medida que
vemos las maravillas de Dios que obran en nosotros y por medio de nosotros, no
debemos perder de vista que hay una maravilla mayor, nuestra ciudadanía
celestial.
Jesús les hace una advertencia
contra el orgullo. Fue el orgullo lo que hizo que Satanás se revelara contra
Dios, y en consecuencia fuera arrojado del Cielo, él, que había sido el jefe de
los ángeles. Puede que Jesús les estuviera diciendo a los Setenta: «Habéis
tenido vuestros triunfos; pero tened cuidado con el orgullo, porque cuando el
jefe de los ángeles sucumbió al orgullo fue arrojado del Cielo.» Jesús les dio
esta clase de advertencia: "Lo vuestro es el tipo de orgullo que hizo caer
a Satanás. ¡Cuídense!" Mas como la alegría con que los veía satisfechos
sabía a vanidad, pues se alegraban de haber sido elevados hasta hacerse
temibles a los demonios y a los hombres, añade el Señor: "Mas en esto no
gocéis, porque los espíritus os están sujetos"…
No cabe duda de que Jesús prosiguió advirtiendo a sus discípulos
contra el orgullo y el pasarse dé confiados. Era cierto que se les había dado
todo poder, pero su mayor gloria era que su nombre estaba escrito en el Cielo. Siempre será la mayor gloria del hombre, no lo
que él mismo ha hecho, sino lo que Dios ha hecho por él.
Hay aquí un poder más grande y más fuerte. ¿Qué
puede, pues, ya dañar? El canto triunfal de san Pablo tiene aquí su
explicación: «Sin embargo, en todas estas cosas vencemos plenamente por medio
de aquel que nos amó. Pues estoy firmemente convencido de que ni muerte ni
vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo futuro, ni potestades, ni
altura ni profundidad, ni ninguna otra cosa podrá separarnos del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos_8:37-39).
La inauguración del reino de Dios es un motivo de gozo todavía más profundo que
el poder sobre los malos espíritus y el quebrantamiento del señorío de Satán.
Para los discípulos, la suprema razón de alegrarse es su elección y predestinación
a la vida eterna. Las ciudades de la antigüedad tienen listas de ciudadanos. El
que está inscrito en la lista goza de todas las ventajas que ofrece la ciudad.
También en el cielo, donde se representa la morada de Dios, se imaginan tales
listas de ciudadanos, en las que están inscritos los elegidos de Dios;
seguramente se identifican con lo que se llama el libro de la vida. El motivo
de alegría que está por encima de todo es el hecho de poder participar en el
reino de Dios, de alcanzar la vida eterna y de estar en comunión con Dios.
¡Maranata!¡Sí, ven Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario