} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 18 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

jueves, 18 de enero de 2018

18 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

      

     1Corintios 15; 43, 49
 43  se siembra en deshonra, se resucita en gloria; se siembra en debilidad, se resucita en poder;
49   Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial

El cuerpo enterrado no tiene honra, sino solamente deshonra; es objeto de vergüenza, escondido de nuestra vista y de nuestro ambiente (Génesis 23:8). Pablo aplica la analogía de la semilla: esta se pone en la tierra, y muere; pero, a su debido tiempo, surge otra vez; y lo hace con un cuerpo muy diferente del que tenía cuando se sembró. Pablo muestra que, al mismo tiempo, puede haber disolución, diferencia y también continuidad. La semilla se desintegra; y luego surge otra vez, y hay una diferencia abismal en su cuerpo; pero, a pesar de la desintegración y la diferencia, es la misma semilla. Así, nuestros cuerpos mortales se disolverán; resucitaremos con una forma distinta, pero será la misma persona la que resucite. Desintegrados por la muerte, transformados por la Resurrección, pero seremos los mismos.
Este cuerpo tiene todo menos gloria (resplandor). En seguida comienza a pudrirse, pero en la resurrección ese mismo cuerpo resucitará en resplandor, mostrando honor y gloria en todo aspecto de su ser. Al cuerpo sepultado no le queda nada de fuerza o resistencia. Es débil en extremo, totalmente inactivo, incapacitado, e inmóvil.
En la resurrección ese cuerpo resucitará con pura vitalidad y fuerza, libre del imperio de la muerte.  El cuerpo de la resurrección no estará sujeto a la muerte; será bello y perfecto; tendrá capacidades ilimitadas desconocidas en este mundo; estará adaptado para la vida en el reino espiritual. Un cuerpo espiritual no es un cuerpo inmaterial, sino uno adaptado a las realidades de la era por venir. El cuerpo resucitado será nuestro verdadero cuerpo transformado, porque aquello que se siembra es lo que resucitará.
En otras palabras, nuestros cuerpos resucitados serán como el de Cristo. Como un espíritu vivificante el Cristo resucitado es el arquetipo de la nueva creación, igual que Adán lo fue de la vieja creación. Aunque no sabemos a ciencia cierta cómo es la naturaleza del cuerpo espiritual, el cuerpo resucitado de Cristo revela algo sobre qué tipo de cuerpo tendrán los creyentes resucitados. Durante los cuarenta días de apariciones posteriores a la resurrección, Jesús parecía ser un hombre ordinario. Todavía exhibía las huellas de los clavos, ingería alimentos, aunque también podía atravesar a voluntad puertas herméticamente cerradas  Juan 20; Lucas 24. Tenía dominio completo sobre la naturaleza, como se evidenció en el episodio de los peces (Juan_21:6-11).

En la vida hay desarrollo. Adán, el primer hombre, fue formado del polvo de la tierra (Génesis 2:7). Pero Jesús es mucho más que un hombre formado del polvo de la tierra: es la encarnación del mismo Espíritu de Dios. Ahora bien: bajo la vieja forma de vida, somos una cosa con Adán, compartiendo su pecado, heredando su muerte y teniendo su cuerpo; pero bajo la nueva manera de vivir, somos una cosa con Cristo y, por tanto, participamos de Su vida y de Su ser. Es verdad que tenemos un cuerpo físico para empezar; pero también lo es que un día tendremos un cuerpo espiritual.
A lo largo de toda esta sección, Pablo ha mantenido una sabia y reverente reticencia en cuanto a cómo será el tal cuerpo. Será espiritual: tal como Dios sabe que necesitaremos, y seremos semejantes a Cristo. 

  En el mundo, hasta tal cual lo conocemos, no hay una sola clase de cuerpos; cada parte separable de la creación tiene el suyo. Dios le da a cada cosa creada un cuerpo idóneo para su función en la creación. En ese caso, es de lo más razonable el esperar que nos dé un cuerpo adaptado a la vida resucitada.
  
  El cuerpo presente es corruptible, y el futuro será incorruptible. En este mundo, todo está sujeto a cambio y descomposición. " La belleza de la juventud se aja, y la gloria de la virilidad se desvanece,» como decía Sófocles. Pero en la vida venidera habrá una estabilidad en la que la belleza no perderá nunca su encanto.
  El cuerpo presente es deshonroso; el futuro será glorioso. Puede que Pablo quiera decir que en esta vida viene el deshonor por medio de los sentidos y las pasiones corporales; pero en la vida por venir, nuestros cuerpos ya no serán esclavos de pasiones e impulsos bajos, sino instrumentos para el servicio puro de Dios, mayor que el cual no existe honor.
  El cuerpo presente muestra debilidad; el futuro revelará poder. Ahora está de moda hablar del poder de la persona; pero lo que aparece más a la vista es su debilidad: una leve brisa o una gota de agua la pueden matar. Nos vemos reducidos en esta vida muchas veces por las necesarias limitaciones del cuerpo. Una y otra vez, nuestra constitución física les dice a nuestros planes y visiones: «Hasta aquí, y no más.» A menudo nos sentimos frustrados por ser como somos. Pero en la vida venidera, esas limitaciones habrán desaparecido. Aquí estamos rodeados de debilidad; allí estaremos revestidos de poder.


¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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