} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA ADORACIÓN QUE COMPLACE A DIOS

martes, 2 de enero de 2018

LA ADORACIÓN QUE COMPLACE A DIOS


Juan 4:20-24:

  Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.
   Jesús le dijo*: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
   Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
   Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.
   Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.


           El día del nacimiento de Jesús, se apareció un ángel en el cielo y con él una multitud de los ejércitos celestiales que alabando a Dios decían; " Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace" ¿Quiénes son los llamados a ser adoradores? ¿Necesita Dios de nuestra adoración?
¡Cuántos millones adoran a Dios (o a sus propios dioses) simplemente porque así "nuestros padres" adoraron! Son pocos los que se apartan de la religión de sus padres. Además, hay peligro de que los hijos de los hermanos fieles tengan solamente una religión "heredada", es decir, que asistan a los servicios, y aun se bauticen, porque es lo que sus padres hicieron.
Parece que la samaritana quería cambiar de tema para no seguir hablando acerca de su vida matrimonial (esta es la actitud de mucha gente que está mal en su matrimonio, en su vida o en su ministerio), y como ella tratan de volverse muy espirituales. Cuando nuestra vida no es precisamente de obediencia a Dios, aparentamos y damos muestras externas de espiritualidad, pretendiendo así adorar a Dios.
Antes de contestar la pregunta de la samaritana, Jesús "llegó al grano", afirmando que un nuevo orden estaba por establecerse en el cual ni Jerusalén ni ningún monte tendrían importancia. Esta profecía habrá sido muy agradable para la samaritana, pues este Profeta judío dijo que la hora vendría cuando los samaritanos podrían adorar a Dios sin subir a Jerusalén. Aparte de eso, aunque sus "padres adoraron en este monte", ellos no lo harían; más bien, ellos serían librados de los muchos requisitos externos de su religión nacional. Cuando esta mujer se dio cuenta de que Jesús conocía su vida privada, en seguida cambió de tema. A menudo la gente  que se dice “creyente” se siente molesta cuando se habla de sus pecados o problemas y procura pasar a otro asunto.

De pronto, ella no tuvo más remedio que enfrentarse consigo misma, y con su vida andrajosa e inmoral e inadecuada. La revelación «es para el hombre el descubrimiento de su propia vida... Al revelador sólo se le reconoce en la medida en que el hombre resulta transparente para sí mismo; el reconocimiento de Dios y de sí mismo por parte del hombre forman una sola cosa». Hay dos revelaciones en el Evangelio: la de Dios y la de nosotros mismos. Nadie se ha visto como es en realidad a menos que se haya visto en la presencia de Cristo; y lo que se ve entonces no es nada halagüeño. Para decirlo de otra manera: la conversión empieza con un sentimiento de pecado. Uno se da cuenta de pronto de que la vida que vive no vale. Despertamos a nosotros mismos y a nuestra necesidad de Dios.

Cuando un cristiano ama a una persona o congregación le señala que va por mal camino, lo hace no para sumirlas en la desesperación, sino para indicarles el camino de la sanidad, de la enmienda y de la rectificación. A los carnales no le gusta reconocer sus pecados, y se defienden, revelando por su boca lo que de verdad reina en su corazón.
Así Jesús, empezó por revelarle a esta mujer la condición en que se encontraba; pero luego pasó a revelarle en qué consiste el verdadero culto en el que nuestras almas pueden tener un encuentro con Dios. La verdadera adoración no se basa en un rito ni en un símbolo, ni en una repetición de ordenanzas.
A la mujer le habían enseñado a reverenciar el monte Guerizim como el lugar más santo de la Tierra, y a despreciar a Jerusalén. Lo que estaba en su mente, y lo que se estaba diciendo a sí misma, era: " Yo soy una pecadora, y tengo que ofrecerle a Dios un sacrificio por mis pecados; tengo que llevar una ofrenda a la casa de Dios y ponerme a buenas con Él. ¿Adónde tengo que ir?» Para ella, lo único que podía saldar el pecado era el sacrificio. Su problema fundamental era ¿Dónde había que presentar ese sacrificio? A estas alturas ella ya no está discutiendo los respectivos méritos del templo del monte Guerizim y los del monte de Sión; lo que quiere saber es: " ¿Dónde puedo yo encontrar a Dios?
Jesús no quería insultar a esta mujer, sino que quería ganar su alma, pero solamente la verdad salva; por eso, tuvo que decirle que los samaritanos estaban equivocados. Aunque profesaran adorar al Dios verdadero, en realidad Él era para ellos (como lo era para los atenienses) el Dios no conocido. Parte de su culto se basaba en las prácticas paganas (los que tenían más influencia entre ellos eran los magos, Hechos_8:9-11), y parte en el Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento), la única sección de las Escrituras hebreas que aceptaban. No aceptaban el resto del Antiguo Testamento por causa de las muchas referencias a Jerusalén como el lugar designado por Dios para la adoración.
 Jesús le contestó que el día de las viejas rivalidades humanas estaba llegando a su final; y que estaba próximo el tiempo cuando la humanidad encontraría a Dios en todas partes. Sofonías había tenido la visión de que las personas adorarían a Dios " cada una en su lugar» (Sofonías_2:11). Y Malaquías había soñado que en todas partes se ofrecería incienso como ofrenda pura al nombre de Dios (Malaquías_1:11). La respuesta que Jesús le dio a la Samaritana fue que no tenía necesidad de ir a ningún sitio determinado para encontrar a Dios, no tenía necesidad de ofrecer sacrificio en ningún lugar especial: el verdadero culto encuentra a Dios en cualquier lugar.
Muchos judíos también se habían apartado de la revelación de Dios, y seguían las tradiciones de los ancianos (los maestros ciegos, Mateo_15:8-9; Mateo_15:14), pero la expresión "adoramos lo que sabemos" se refiere a la revelación de la voluntad de Dios en el Antiguo Testamento. Dios no acepta el culto inventado por los hombres (culto voluntario, Colosenses_2:20-23; Mateo_7:21-23; Levítico_10:1-2; 2Crónicas_26:16-21).
Como la conversión tiene que ser espiritual, así también la adoración tiene que ser espiritual. Ahora la morada de Dios no será "ni aquí en este monte ni en Jerusalén", sino en el espíritu (el corazón) del hombre. El lugar (templo o monte) ya no era lo importante, sino la adoración enseñada por Dios (la verdad), ofrecida con toda sinceridad (con el espíritu) de verdaderos hijos.
Dios es Espíritu. Por eso, no se limita a un templo hecho por manos humanas (1Reyes_8:27; Hechos_7:47-50; Hechos_17:24-28), sino que siendo Espíritu su presencia llena el universo y se puede adorar en todo lugar. La Biblia habla figuradamente de los ojos, oídos, manos y alas de Dios, pero Dios es Espíritu y, por eso, es eterno, omnipotente, omnipresente, omnisciente, etc., y debe ser adorado con toda reverencia (Isaías_6:2-3, "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos"). "Tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor" (Hebreos_12:28-29).
La adoración que Dios desea no es carnal (para diversión) ni superficial (formalidad fría) sino espiritual. Él quiere sacrificios espirituales no solamente en las reuniones de la iglesia, sino también en nuestra vida diaria (Rom_12:1-2, "presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo"). "No habita en templos hechos por manos humanas", y "no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres" (Hechos_17:23-31).

Por eso, es necesario que adoremos de corazón (Romanos_6:17, "habéis obedecido de corazón"); es decir, con entendimiento, de buena voluntad, y con amor y gozo (2Corintios_8:24, "Mostrad... la prueba de vuestro amor”; "Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre").
Es necesario evitar dos cosas:  el culto basado en los mandamientos de los hombres, y  el culto que, aunque basado en la verdad, sea una formalidad fría. Todos sabemos acerca de los excesos y abusos de los formalismos.
            Jesús nos enseña que es necesario preparar el corazón para adorar a Dios, para alabar "la misericordia de Dios, y sus maravillas para con los hijos de los hombres" (Salmo_107:8; Salno_107:15; Salmo_107:21; Salmo_107:31). Antes de adorar a Dios, debemos perdonar a otros para que Dios nos perdone (Mateo_6:12-14) y buscar la reconciliación con el hermano (Mateo_5:23-24). "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos_4:16). "Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe" (Hebreos_10:22). "Ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías" (Deuteronomio_16:16).
             
Adorar en espíritu y en verdad. En espíritu, es decir, con lo más elevado y más interior que hay en nosotros: los dones de la oración que nos vienen del Espíritu nos confieren una capacidad nueva para estar en comunión con Dios y para que nuestro espíritu se deje dominar e instruir por El (Romanos 8,26; 1 Corintios 2,11). Pero el Espíritu sólo puede actuar libre (sin formalismos denominacionales), y continuamente de ese modo cuando nosotros hayamos descubierto las zonas profundas de nuestro espíritu, luego de haber silenciado la agitación y los ruidos de los deseos y de las emociones superficiales. En verdad, porque no bastan el buen corazón y la generosidad. Debemos purificar también el entendimiento, porque todos conservamos en nosotros imágenes e ideas muy imperfectas de Dios y de su voluntad, incluso si somos feroces adversarios de las imágenes. Debemos podar muchas certezas y muchos sistemas de pensamiento, incluido el terreno de la fe, para abrirse al misterio de Dios.



¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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