1 Pedro
1; 25
Mas la
palabra del Señor permanece para siempre
Y
esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.
Al
hacer referencia a Isaías_40:6-8, Pedro nos
recuerda a los creyentes que todo en esta vida -bienes, logros, personas-
finalmente se marchitará y desaparecerá. Solo son permanentes la voluntad de
Dios, su Palabra y su obra. Debemos evitar la codicia de lo temporal y hemos de
concentrar nuestro tiempo, dinero y energías en lo permanente: la Palabra de
Dios y nuestra vida eterna en Cristo.
La Palabra del evangelio ha de ser predicada (2Timoteo_4:2). Ninguna otra cosa va a hacer renacer al
hombre. Esta Palabra predicada (Hechos 13:5-8)
se oye. Es nada menos que la Palabra de Dios, la fe, los caminos rectos del
Señor, y la doctrina del Señor (Hechos 13:9-12).
El mundo
religioso “cristiano” actual ofrece más bien substitutos de la Palabra del
evangelio, y el resultado es el fracaso. No hay substitutivo de esa Palabra. Y
a los que tratan de hacer distinción entre la fe de Cristo y la doctrina de
Cristo, digo: Tómese nota de este pasaje. La Palabra es la fe; es la doctrina.
¡Son la misma cosa! ¡Predíquese!
Marcos 13; 31
El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán.
Esta es la expresión más fuerte
de la autoridad divina con que Jesús hablaba; no como Moisés o Pablo habrían
podido decir de su propia inspiración, porque semejante lenguaje sería
incongruente en alguna boca meramente humana.
Lo que Jesús ha estado diciendo a sus discípulos
acerca de la destrucción de Jerusalén, como también todas sus palabras de
enseñanza, no pasarán sin cumplimiento. El cielo y la tierra, aunque de larga
duración, ciertamente pasarán (2Pedro_3:10).
Pero las palabras de Cristo nunca pierden su validez; todo se cumplirá.
La Iglesia primitiva ha proclamado su fe de que
las palabras de Jesús conservan siempre su verdad y obligatoriedad, ya se trate
de sus exigencias morales o de sus promesas proféticas. En la predicación de Jesús quedan
expuestas estas dos realidades: la esperanza de una irrupción inmediata del
reino de Dios en toda su perfección, y el desconocimiento del tiempo y la hora.
Se puede discutir si Marcos, al aludir a una esperanza de acontecimientos
próximos, en «esta generación», sólo tiene por incierta la fecha próxima en que
se producirán o si quiere también poner en entredicho la misma proximidad de
tales acontecimientos.
En los días de Jesús el mundo parecía muy estable
y seguro. Daba la sensación de estabilidad. En la actualidad, muchos temen la
destrucción nuclear. Jesús nos dice, sin embargo, que si bien podemos estar
seguros que la tierra pasará, la verdad de sus palabras jamás se cambiará ni
abolirá. Dios y su Palabra proveen la única estabilidad en este mundo
inestable. ¡Cuán miopes somos al gastar tanto de nuestro tiempo aprendiendo
cosas de este mundo temporal y acumulando sus posesiones, mientras descuidamos
la Biblia y sus verdades eternas!
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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