} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 3 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

miércoles, 3 de enero de 2018

3 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.


  Mateo 11; 28
(Jesús dijo:)Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar.

En base a lo que Jesús acaba de decir en el versículo 27 Él tiene autoridad para invitar a todos a su salvación. Nuestro Salvador ha invitado a todos los que trabajan fuerte y están muy cargados que vayan a Él. En algunos sentidos, todos los hombres están así. De nuevo Jesús tiene ante su vista las mismas personas a que estaba dedicado con todo el amor: los pobres y hambrientos, los ignorantes y la gente sencilla, los apenados y enfermos. Siempre le han rodeado, le han llevado sus enfermos, han escuchado sus palabras, y también han procurado tocar aunque sólo fuera una borla de su vestido. También ha ido a ellos por propio impulso y ha comido con los desechados. Ahora llama a sí a todos ellos y les promete aliviarlos. Son como ovejas sin pastor, están abatidos y desfallecidos. Están abrumados y gimen bajo el yugo. Esta es la carga de su vida agobiada y penosa, pero sobre todo la carga de una interpretación insoportable de la ley. Esta doble carga les cansa y les deja embotados. En cambio Jesús los quiere aligerar y darles alegría.  Jesús hablaba a personas que estaban tratando desesperadamente de encontrar a Dios, y tratando desesperadamente de ser buenas, pero que estaban encontrándolo imposible, y que se hallaban sumidas en el agotamiento y la desesperación.

 Los hombres mundanos se recargan con preocupaciones estériles por la riqueza y los honores; el alegre y sensual se esfuerza en pos de los placeres; el esclavo de Satanás y sus propias lujurias es el siervo más esclavizado de la tierra. Los que trabajan duro por establecer su propia justicia, también trabajan en vano. El pecador convicto está muy cargado de culpa y terror; y el creyente tentado y afligido tiene trabajos duros y cargas. Cristo los invita a todos a que vayan a Él en pos de reposo para sus almas. Él solo da esta invitación: los hombres van a Él cuando, sintiendo su culpa y miseria, y creyendo su amor y poder para socorrer, lo buscan con oración ferviente. Así, pues, es deber e interés de los pecadores trabajados y cargados, ir a Jesucristo. Este es el llamado del evangelio: quienquiera que quiera, venga. Todos los que así van recibirán reposo como regalo de Cristo, y obtendrán paz y consuelo en su corazón. Pero al ir a Él deben tomar su yugo y someterse a su autoridad. Deben aprender de Él todas las cosas acerca de su consuelo y obediencia.

Apocalipsis 3; 20
'He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.

La iglesia de Laodicea era rica y se sentía satisfecha de sí misma, pero no contaba con la presencia de Cristo. Él estaba llamando a la puerta del corazón de los creyentes, pero ellos estaban tan ocupados disfrutando de los placeres mundanos que ni se daban cuenta de que El intentaba entrar. Los placeres de este mundo -dinero, seguridad, bienes materiales- pueden ser peligrosos porque su satisfacción temporal nos puede volver indiferentes al ofrecimiento de Dios de darnos satisfacción eterna. Si descubre que es indiferente a la iglesia, a Dios o a la Biblia, ha empezado a sacar a Dios de su vida. Siempre déjele abierta a Dios la puerta de su corazón, y así lo oirá cada vez que llame. Dejar que entre es su única esperanza de satisfacción total.

  Jesucristo está llamando a la puerta de nuestro corazón cada vez que sentimos que debemos volver a Él. Desea tener amistad con nosotros y quiere que le abramos la puerta. Él es paciente y persiste en su intento de llegar a nosotros, sin irrumpir y entrar, sino llamando. Nos permite decidir si le entregamos o no la vida a Él. 

Apela al pecador no sólo con su mano (sus providencías) llamando, sino también con la voz (su palabra leída, u oída; o más bien, por su Espíritu que interiormente aplica al espíritu del hombre las lecciones sacadas de sus providencías y de su palabra). Si nos negamos a oír su llamada a nuestra puerta ahora, él se negará a responder a nuestra llamada a su puerta, después. 
Las preocupaciones por las cosas terrenas han sumido a los cristianos en un estado de indiferencia espiritual. Se han vuelto tibios, como las aguas termales que corrían por el territorio de Laodicea. Este estado espiritual es el peor, porque en él no se sienten los remordimientos de conciencia. Hubiera sido mucho mejor que fuera fría o caliente, porque así el Señor no sentiría vómitos de ella y no la vomitaría de su boca. Para el cristiano, la tibieza espiritual, la falta de ánimo y de arranque para progresar en la vida espiritual, constituyen un grave mal.
Juan no olvida nunca, incluso en los momentos en que tiene que corregir más severamente, que Dios es amor.
Juan nos presenta, en esta primera parte del Apocalipsis, a Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, resucitado y glorioso, juez de vivos y muertos y cabeza de las iglesias. Cuanto dice de cada una de estas iglesias puede ser aplicable a otras que se hallen en las mismas circunstancias. Porque la Palabra del Señor está por encima de los lugares y de los tiempos; por encima de los pastores y de los ancianos. Dignas de especial atención son las promesas de vida eterna con que trata de alentar a las iglesias y a los fieles en los momentos de prueba. Tal es el pensamiento dominante del Apocalipsis y el más conveniente en aquellas circunstancias, como las de hoy.


¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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