2 Samuel 7; 28
Ahora pues, oh
Señor DIOS, tú eres Dios, tus palabras son verdad y tú has prometido este bien
a tu siervo.
Se registra la oración de
David en la que expresa su humilde aceptación de la promesa de Dios para
extender su dinastía para siempre. David se dio cuenta de que estas bendiciones
habían sido conferidas a él y a sus descendientes para que Israel también fuera
bendecido. Ayudarían a cumplir el gran propósito de Dios, y sus promesas para
toda la nación; y a la larga, para el mundo entero (Génesis
12:1-3).
La continuación de la línea de David significaría la bendición
continua de Dios sobre el pueblo
que había escogido y tomado como pueblo
suyo para siempre. Las palabras
agradecidas de David en esta oración serían de consuelo y motivo de
tranquilidad para muchos israelitas en épocas difíciles en el futuro.
¿Qué podemos decir por nosotros mismos en nuestras oraciones que sea
más de lo que Dios ha dicho por nosotros en sus promesas? David atribuye todo a
la libre gracia de Dios: las grandes cosas que Él había hecho por él y las
grandes que le había dado a conocer. Todo era por amor a su palabra, esto es,
por amor a Cristo la Palabra eterna. Muchos tienen que escudriñar su corazón
cuando van a orar, pero el corazón de David estaba preparado, estable;
terminadas sus peregrinaciones, se entregó totalmente al deber, y se empleó en
ello. La oración que sólo es de la lengua no agrada a Dios; lo que será elevado
y derramado ante Dios debe hallarse motivado en el corazón. Él edifica su fe y
espera el bien basado en la seguridad de la promesa de Dios. David ora por el
cumplimiento de la promesa. Decir y hacer no son dos cosas con Dios, como suele
pasar entre los hombres; Dios hará como ha dicho.
Las promesas de Dios no nos son hechas por nombre, como a David, pero
pertenecen a todos los que creen en Jesucristo y las invocan en su nombre.
David aprendió bien la lección de la soberanía de Dios, así lo
testificaría en los salmos; en el Salmo 103 más que en ningún otro salmo, se
expresa el significado de la eterna soberanía y misericordia de Dios y la
condición finita e inútil del hombre; Porque
él conoce nuestra condición; se
acuerda de que somos polvo.
Salmo 86; 10
Porque tú eres
grande y haces maravillas; sólo tú eres Dios.
¡El Dios de la Biblia es único! Él vive y es capaz de obrar poderosos
milagros para quienes lo aman. Todas las deidades que el hombre ha creado son
impotentes ante El debido a que son simples invenciones de la mente, no seres
vivientes. Solo el Señor es "digno de recibir la gloria y la honra y el
poder" (Apocalipsis_4:11). Si bien la gente
cree en muchos dioses, nunca tendrás que temer que Dios es uno entre tantos ni
que adora al falso Dios. Solo el Señor es Dios.
La percepción de David de la grandeza de Dios comienza en la más
amplia escala: que el único Dios es soberano sobre todo poder que pueda haber
en el cielo y espera la sumisión de toda la tierra; pasa a un plano personal de
que el único Dios merece su total consagración, exteriormente por la manera
como vive, interiormente en su corazón y verticalmente en alabanza. Sólo nuestro Dios posee poder omnipotente
y amor infinito. Cristo es el camino y la verdad. El alma creyente deseará que
se le enseñe el camino y la verdad de Dios para andar en Él, más que ser
liberada de la angustia terrenal.
Quienes no ponen al Señor delante de ellos, buscan las almas de los
creyentes; pero la compasión, la misericordia y la verdad de Dios son su
refugio y su consuelo. Aquellos cuyos padres fueron siervos del Señor pueden
plantear esto como argumento para ser escuchados y ayudados.
Considerando la experiencia de David y la del creyente, no debemos
perder de vista a Aquel que, siendo rico, por nosotros se hizo pobre para que
por su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos.
Los judíos piadosos creían que la relación de
Dios común a todo el mundo, sería finalmente reconocida por todos los hombres.
David
siguiendo con su propensión a utilizar frases hechas bíblicas, expresa
su admiración por Dios ante el que no pueden contender los supuestos dioses de
otras naciones. Llevado de su entusiasmo por la grandeza de su Dios, invita a
todas las gentes a reconocer su soberanía, ya que todos son obra suya.
Por otra parte, su trascendencia es absoluta, y sólo Dios merece los honores de la divinidad.
¡Maranata!¡Sí, ven Señor Jesús!
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