} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 13 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.

sábado, 13 de enero de 2018

13 Enero 2018 Sembrando la Palabra de Dios en la Biblia.



Mateo 6; 14
Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros.

    Jesús nos pone en alerta en cuanto al perdón se refiere: si no queremos perdonar a los demás, tampoco Dios nos perdonará. ¿Por qué? Porque cuando no perdonamos a otros estamos negando lo que tenemos en común como pecadores necesitados del perdón de Dios. El perdón de Dios no es el resultado directo de nuestro acto perdonador hacia otros, sino que está basado en nuestro entendimiento del significado del perdón (Efesios_4:32). Es fácil pedir a Dios su perdón, pero es difícil darlo a otros. Los labios de Jesús pronunciaron pocas palabras tan inflexibles y terminantes como éstas. Una comunidad no puede vivir de forma realmente cristiana, si esta ley no está profundamente grabada en el corazón de ella y si no determina su acción. No podemos abrir la boca para pedir perdón a Dios, si todavía estamos endurecidos con otra persona y no nos hemos reconciliado con ella.
Cuando pidamos a Dios que nos perdone, debemos preguntarnos: "¿He perdonado a las personas que me han herido o agraviado?"

Mateo 5; 44-45
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,
   para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.

Al llamarnos a no tomar represalias, Jesús nos libra de tomar la justicia en nuestras manos. Al orar y amar a nuestros enemigos en lugar de buscar represalias podemos vencer el mal con el bien.
Los fariseos interpretaban que Levítico_19:18 enseñaba que se debía amar a los que amaban, y que Salmo 139:19-22 y Salmo  140.9-11 instaba a odiar a los enemigos. Pero Jesús les dijo que debían amar a sus enemigos. Si ama a sus enemigos y los trata bien, demuestra que Jesús es el Señor de su vida. Esto lo logran los que se dan totalmente a Dios, porque solo El puede liberar al hombre de su egoísmo natural. Debemos confiar en que el Espíritu Santo nos ayuda a amar a aquellos por quienes no sentimos amor.

El correcto significado de la palabra «enemigo» no se limita a cualquiera que no nos guste. El mandamiento a amar a nuestros enemigos significa mucho más que simplemente cambiar nuestros sentimientos acerca de la gente con la cual no nos llevamos bien. Más bien, «enemigo» (en griego echthros  significa «adversario» y se refiere a aquellos cuyas acciones y palabras manifiestan odio hacia ti; el cuñado o la cuñada que no te quiere hablar, el compañero de trabajo que quiere que te despidan). Se nos manda a amar a quienes nos tienen animosidad. Jesús no deja lugar para la especulación en este pasaje, sino que nos manda a amar a los que nos aborrecen, nos desprecian y nos persiguen. Semejante amor es posible únicamente a través del poder de Jesucristo, quien amó de esa manera, y quien busca ahora vías a través de las cuales demostrar su amor a quienes le odian asediando a discípulos como tú (Salmo_86:5/Lucas_6:31-35) Lo mismo que Dios envía la lluvia y hace que el sol brille sobre justos e injustos, así deben los discípulos de Jesús prodigar amor a amigos y enemigos.

El amor agape  que Jesús exige a los ciudadanos del reino, es el amor manifestado supremamente en la cruz, el amor sacrificado, que se da a favor de otros, sin reserva y sin considerar los méritos del otro. Jesús intercedió por sus verdugos desde la cruz. Esteban, lleno del Espíritu Santo, imploró a Dios: ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! (Hechos_7:60). De los cuatro términos griegos que significan amor, agape  es el más parecido al amor de Dios. Este amor es una acción de voluntad más que de sentimiento emocional. No es un asunto de sentir sino de actuar en cierta manera: orar por ellos y desearles la bendición de Dios. Los que aman solamente a los que les aman, y a los hermanos amables, no son mejores que los publicanos y gentiles. Estos fueron considerados pecadores miserables, condenados.


¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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