Efesios 5; 1
Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
Así como los hijos
imitan a sus padres, también debiéramos imitar a Cristo. Su gran amor lo
condujo a sacrificarse por nosotros de manera que pudiéramos vivir. Nuestro
amor por otros debiera ser de la misma clase, un amor que va más allá del
afecto, a un servicio de auto sacrificio.
Como en la vida
actual, el niñito normalmente desea ser como su padre, y el padre bueno desea
que su hijo crezca en ser como él, así deben ser los hijos de Dios.
Hechos
4; 13
Entonces
viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y
del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.
El Sanedrín
reconocía que Pedro y Juan habían estado con Jesús, y esto produjo aun más
desprecio por sus actividades. Consideraban a Pedro y Juan hombres sin letras e
indoctos. La palabra traducida sin letras significa que no tenían ninguna
educación profesional, especialmente en las normas pedagógicas de la Ley. La
palabra que se traduce indocto significa que eran laicos sin ninguna
calificación académica. Los consideraba hombres sin preparación superior y así
sin autoridad legítima. La prueba más importante e incontrovertible del
cristianismo es el cristiano mismo. A fin de cuentas las palabras no valen
mucho. Solamente podemos afirmar el cristianismo al confrontar a los que nos
rodean con evidencias innegables del carácter cristiano
Una vida
cambiada convence a la gente del poder de Cristo. Uno de sus más grandes
testimonios es la diferencia que otros ven en su vida y acciones desde que
aceptó a Cristo.
A pesar de que
la evidencia fue abrumadora e irrefutable (vidas cambiadas y un hombre sanado),
los líderes religiosos rechazaron creer en Cristo y trataron de ocultar la
verdad. No se sorprenda si algunos rechazan su posición de testigo de Cristo.
Cuando las mentes se cierran, ni siquiera la más clara presentación logra
abrirlas. Tampoco se dé por vencido. Ore por ellos y continúe difundiendo el
evangelio.
1
Pedro 2; 21-23
Pues
para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros,
dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;
el
cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;
quien
cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba,
sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
Lo que motiva al
cristiano a hacer lo que Pedro acaba de declarar es ¡el ejemplo de Jesucristo
de sufrir injustamente, y esto por otros!
Muchos predicadores a veces citan este
versículo como base para su sermón sobre la vida ejemplar de Cristo, para
exhortarnos a vivir cómo El vivía en esto y en aquello de los diferentes
aspectos de la vida diaria. Pero el punto de Pedro no es que Cristo nos dejó
buenos ejemplos de diferentes cosas (aunque es cierto que lo hizo), sino que
nos dejó el ejemplo de ¡sufrir injustamente! para que seamos nosotros pacientes
en la presencia de la aflicción por ser cristianos. ¡Que le sigamos en eso!
Cristo no solamente sufrió injustamente con paciencia, sino todo lo hizo para
el bien de otros.
Cristo nunca
engañó, mintiendo. El hombre carnal, sujeto a su cultura originada en el
pensamiento humano, muchas veces engaña, en lugar de decir la verdad, porque no
quiere ofender (lastimar) los sentimientos del otro. Muchos adoran al dios del
sentimiento; prefieren engañar que "ofender". En Cristo nunca se
halló engaño. Nos conviene a todos pensar bien en esto.
Cristo sufrió porque era la Verdad.
Sufrió injustamente. Sufrió para beneficiar a otros. Su sufrimiento es el
patrón o norma para que el cristiano lo imite diariamente.
Podemos sufrir por
muchas razones. Algunos sufrimientos son el resultado directo del pecado en
nuestra vida; otros tienen lugar por nuestra necedad y otros son el resultado
de vivir en un mundo caído. Pedro se refiere a un sufrimiento que viene como
resultado de hacer el bien. Cristo nunca pecó; sin embargo, sufrió a fin de que
pudiéramos ser libres. Cuando seguimos el ejemplo de Cristo y vivimos para
otros, también podemos llegar a sufrir. Nuestra meta debe ser afrontar el
sufrimiento como lo afrontó El: con paciencia, calma y confianza en que Dios
tiene el dominio del futuro.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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