Hebreos
1; 1-2
Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y
de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha
hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por
medio de quien hizo también el universo.
La Epístola a los Hebreos describe en
detalle cómo Jesucristo no solo cumple las promesas y las profecías del Antiguo
Testamento, sino también cómo Jesucristo es mejor que todo el sistema de
pensamiento judío. Los judíos aceptaron el Antiguo Testamento, pero muchos de
ellos rechazaron a Jesús como el Mesías por tanto tiempo anhelado. Los
destinatarios de esta carta dan la impresión de haber sido judíos cristianos.
Tenían un buen conocimiento de las Escrituras y habían profesado su fe en
Cristo. Ya sea debido a la duda, a la persecución o a la falsa enseñanza,
pudieron haber estado en peligro de abandonar su fe cristiana y regresar al
judaísmo.
Se
desconoce la paternidad literaria de este libro. Se han sugerido varios
nombres, como Lucas, Bernabé, Apolos, Priscila y Pablo. La mayoría de los
estudiosos no creen que Pablo haya sido el autor, ya que el estilo de redacción
empleado en hebreos es algo diferente del de las epístolas de Pablo. Además,
Pablo se identifica en sus cartas y apela a su autoridad como apóstol, mientras
que el escritor de hebreos nunca da su nombre y, en busca de autoridad, apela a
los testigos presenciales del ministerio de Jesús. Sin embargo, el autor de
hebreos evidentemente conocía bien a Pablo. Es probable que hebreos fuera
escrito por uno de los colaboradores de Pablo, que con frecuencia oyó su
prédica.
Dios
usó muchos medios para enviar sus mensajes a las personas de la época del
Antiguo Testamento. Le habló a Isaías en visiones (Isaías 6) a Jacob en un
sueño (Gen_28:10-22) y a Abraham y a Moisés personalmente (Génesis 18;
Exo_31:18). Los judíos familiarizados con esas historias no tenían dificultad
para creer que Dios todavía seguía revelando su voluntad, pero les resultó
asombroso pensar que Dios se había revelado por medio de su Hijo, Jesucristo.
Él es el cumplimiento y la culminación de las revelaciones de Dios a través de
los siglos. Cuando lo conocemos, tenemos todo lo que necesitamos para ser
salvos de nuestro pecado y tener una perfecta comunión con Dios.
No
solo Jesucristo es la imagen misma de Dios, sino también es Dios mismo; el Dios
que habló en la época del Antiguo Testamento. Es eterno; tuvo parte con el
Padre en la creación del mundo (Jn_1:3; Col_1:16). Es la plena revelación de
Dios. No es posible tener una visión clara de Dios sin mirar a Cristo. Él es la
manifestación perfecta de Dios en un cuerpo humano.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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