} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 14 Octubre: Estudiando la Palabra de Dios en la Biblia.

domingo, 14 de octubre de 2018

14 Octubre: Estudiando la Palabra de Dios en la Biblia.


  
Zacarías: 13; 6

Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos.


Si la idolatría siempre fue una amenaza exterior, la amenaza más destructora era la influencia interna a través de los falsos profetas. Los profetas constituían un gremio fuerte; eran profetas de profesión, se formaban en escuelas, y a sus integrantes se les llamaba “hijos de profetas”.

La eliminación de los profetas vendría por causa del incumplimiento del ministerio que les fue encomendado; en vez de ser una bendición resultaban en una maldición. Para ganarse el favor del pueblo profetizaban lo que no les había sido revelado, sino aquello que resultara agradable al oído. Sabían lo que el rey quería oír, y eso le hacía oír. En los días del rey Acab, el profeta Micaías fue llamado para consultarle si Jehová les daría la victoria. Cuatrocientos profetas oficiales habían profetizado una victoria, pero Micaías profetizó la derrota y así sucedió: el mismo rey Acab fue muerto en esa ocasión.

Sucederá en aquel día que los profetas serán eliminados, como una clara referencia a la eliminación del profetismo profesional falso en la era mesiánica. La desdicha de los falsos profetas se reflejará en el aborrecimiento de los padres que, fieles a Dios, no soportarán las mentiras de sus hijos; su amor por la verdad estará por encima de la mentira.

Estos falsos profetas se avergonzarán de su visión; en vez de sentirse privilegiados serán confundidos, de tal manera que ni ellos mismos creerán en las visiones que perciban. Nunca más se sentirán honrados de tomar la vestidura de profeta, negarán su oficio y tomarán el oficio de labrador; todo lo contrario del profeta Amós.

Estos dos males persisten en la actualidad: el pueblo sigue yendo en pos de dioses ajenos, de ídolos que no ofrecen la satisfacción de la sed espiritual, pero sí el entretenimiento, distrayendo a la criatura de su Creador. Los dioses antiguos han sido sustituidos por el amor al dinero, por la sed de la fama, por las pasiones vergonzosas que gracias a la agilidad y a la efectividad de los medios de comunicación se han hecho comunes a todas las sociedades. Los falsos profetas siguen proliferando por la fertilidad del campo. La carencia de proclamadores de la verdad ha dejado espacio suficiente para los falsificadores, falsos maestros que atentan contra las verdades eternas de Dios, enseñando beneficios temporales como sustitutos. La solución que ofrecen las corrientes modernas son temporales a un costo altísimo; la verdad de Dios es eterna y gratuita.


Juan 20; 19-20

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.
   Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.

Esta quinta y última aparición que tuvo lugar en el mismo día de la resurrección, sucedió en horas avanzadas de la noche, estando ausente Tomás. Se relata también en Marcos 16:14 y Lucas 24:36–43. Aunque el relato de Juan es paralelo al de Lucas, cada uno enfatiza los aspectos que le importan más. En el relato de Lucas, Jesús mostró a los discípulos sus manos y pies, pero en Juan les mostró sus manos y el costado. Lucas describe el temor de los discípulos al ver a Jesús, pensando que era un fantasma, pero no menciona el soplo, ni el Espíritu Santo, ni la autoridad de perdonar o retener los pecados.

No era necesario quitar la piedra del sepulcro para que Jesús saliera; más bien, se quitó la piedra para que los discípulos pudieran ver el sepulcro vacío. Jesús podía manifestarse cuándo y dónde El quisiera. Tampoco tuvo que entrar en una casa por una puerta abierta. Podía aparecer o desaparecer según su voluntad.
         Por causa de este fenómeno se discute mucho sobre cómo era el cuerpo de Jesús después de su resurrección. Dicen algunos que su cuerpo ya estaba en el proceso de cambiarse en el cuerpo glorioso, etc., pero ¿con qué propósito se habla así? Antes de morir ¿no andaba sobre el agua? (Jn 6:19). ¿Se requería un cuerpo especial para hacer eso?
         Cuando Jesús entró y dijo, "Paz a vosotros", "Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu" (Luc_24:37). En lugar de sentir paz en su alma sólo sentían espanto y temor y esto fue causado por su falta de fe en la resurrección.
La señal de los clavos y la lanza era un testimonio convincente de dos cosas: (1) que Jesús tenía un verdadero cuerpo humano (algunos gnósticos decían que el Cristo no ocupó un cuerpo verdadero, sino que era un fantasma, solamente teniendo el aspecto de un cuerpo físico); y (2) que ese cuerpo había resucitado de entre los muertos.
Jesús les mostró las manos y el costado para asegurarles que era el mismo que había sido crucificado, es decir, una prueba inconfundible de su identidad y de su misión cumplida. Hull comenta que las marcas en sus manos y costado eran prueba de la victoria por la cual él había hecho posible la verdadera paz que les había prometido. Ellos no habían creído por el testimonio de algunos de los suyos que habían visto al Señor resucitado, pero ya no tendrían más dudas y por eso el tremendo gozo que sentían. El gozo es una de las bendiciones fundamentales que pertenece a los miembros del reino de Dios (Isa. 25:6–9; 54:1–5; 61:1–3). Él seguía siendo el Jesús que había caminado con ellos, pero también ahora lo reconocen como su Señor en el sentido absoluto del título, uno digno de su adoración. De aquí en adelante Juan empleará este título al referirse a Jesús. Sus temores ya se habían calmado y pudieron recibir todo el impacto de la paz que Jesús les ofrecía. Una condición necesaria para que pudieran cumplir la misión que estaba por asignarles sería que experimentaran la paz que solo Jesús podría darles.
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!

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