} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 18 Octubre: Estudiando la Palabra de Dios en la Biblia.

jueves, 18 de octubre de 2018

18 Octubre: Estudiando la Palabra de Dios en la Biblia.



   Marcos 5; 2-4
  Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
   que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
   Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar.

Lo que aquí se llama “espíritu inmundo” en el ver. 15 se llama “demonios”. Mateo menciona que salieron dos endemoniados, pero Marcos (y Lucas también) se refieren solamente a uno de ellos. Aquí tenemos una historia gráfica y bastante macabra. Es la clase de historia en la que tenemos que esforzarnos por leer entre líneas, porque representa una forma de pensar que era muy familiar entre la gente de Palestina en los días de Jesús, pero que nos resulta sumamente extraña. El lago de Galilea tiene 20 kilómetros por lo más largo, y 11 por lo más ancho. En el lugar de nuestra historia hay unos 8 kilómetros de lado a lado. Habían hecho el viaje; y, durante la travesía, se habían enfrentado con la tormenta y habían conseguido por fin llegar a tierra. Era una parte de la orilla del lago en la que hay muchas cuevas en la roca caliza, muchas de las cuales se usaban como
tumbas. En sus mejores momentos era un paraje misterioso; cuando caía la noche tiene que haber sido verdaderamente macabro.
De las tumbas vino corriendo hacia ellos un hombre poseído por el demonio. Era un lugar especialmente adecuado para él, porque los demonios, según se creía entonces, vivían en los lugares sucios, en sitios solitarios y desolados y entre las tumbas. Era en medio de la noche y antes del canto del gallo cuando los demonios estaban especialmente activos. Era peligroso dormir a solas en una casa vacía por la noche; saludar a cualquier persona en la oscuridad, porque podría ser un demonio; salir por la noche sin una luz o una antorcha era arriesgarse demasiado. Aquel era un lugar peligroso, y una hora peligrosa, y el hombre era un hombre peligroso.
Hasta qué punto. este hombre se sentía poseído se ve por su manera de hablar. Algunas veces usa el singular como si fuera él mismo el que hablaba; pero otras usa el plural, como si todos los demonios estuvieran hablando. Estaba tan convencido de que tenía demonios que sentía como que hablaban por medio de él. Cuando Jesús le preguntó cómo se llamaba, contestó que Legión. Probablemente había dos razones para aquello.
Una legión era un regimiento romano de 6,000 soldados. Probablemente aquel hombre había visto una de aquellas legiones romanas en marcha por la carretera, y estaba convencido de que tenía una legión de demonios dentro. En cualquier caso, los judíos creían que ninguna persona podría sobrevivir si se diera cuenta del número de demonios que la rodeaban. Las legiones romanas, cuando más salvajes e irresponsables, podían a veces ser culpables de atrocidades que le helarían a uno la sangre. Bien puede ser que este hombre hubiera visto, y hasta tal vez experimentado, cómo sus seres amados sufrían los asesinatos y la rapiña que acompañaban a veces a las legiones. Bien puede ser que fuera alguna terrible experiencia así la que le hubiera dañado la mente. La palabra Legión conjuraba en él una visión de terror y muerte y destrucción. Estaba convencido de que tenía dentro demonios de esa clase.
No podremos ni empezar a entender esta historia a menos que veamos lo grave que era el caso de este hombre.
" La ciencia moderna no reconoce ningún daño particular que produzca la Luna. Sin embargo es una creencia muy extendida que la Luna afecta realmente la mente de las personas... Es bueno saber que el Señor nos puede librar de los peligros imaginarios tanto como de los reales. A menudo los imaginarios son más difíciles de afrontar.»
Este hombre necesitaba liberación; ya fuera liberación de la posesión diabólica real, o de una ilusión sumamente poderosa, no importa. Aquí es donde entra la manada de cerdos. Estaban paciendo en la ladera de la colina. El hombre sentía que los demonios estaban pidiendo que no se los destruyera del todo, sino que se los enviara a los cerdos. Todo ese tiempo estaba dando gritos y alaridos y experimentando paroxismos que eran señales de su mal. De pronto, cuando sus chillidos alcanzaron una intensidad superior, toda la manada salió huyendo y se precipitó por una ladera escarpada en el mar ¡Allí estaba la prueba que el hombre necesitaba! Esto era casi la única cosa del mundo que podía convencerle de que estaba curado. Jesús, como sabio médico que entendía con tanta amabilidad y simpatía y psicología la mente enferma, usó aquel acontecimiento para ayudar a aquel hombre a recuperar su sanidad, y su mente turbulenta recuperó la paz.
Hay personas excesivamente detallistas que culpan a Jesús por devolverle la salud a un hombre a costa de la muerte de unos cerdos. No cabe duda de que es una manera muy ciega de ver las cosas. ¿Cómo puede llegar a compararse el destino de los cerdos al de una persona con un alma inmortal?  No tenemos ningún reparo, supongo yo, en que nos pongan carne de cerdo para la comida, ni la rechazamos porque haya supuesto la vida de un animal. Sin duda, si matamos animales para no pasar hambre, no podemos presentar ninguna objeción si la salvación de la mente y el alma de una persona supuso la muerte de una manada de esos mismos animales. Hay una sensiblería blandengue que languidece de lástima por el daño que sufre un animal, y nunca mueve ni un dedo para remediar el estado lastimoso de millares de hombres y mujeres y niños de Dios.  (Por no entrar en el tema de tanta mascota en la actualidad, que insensibiliza las mentes y los corazones de la humanidad, aun dentro de la cristiandad) . Esto no es decir que no tenemos por qué preocuparnos de lo que le sucede a la creación animal de Dios, porque Dios ama todas las criaturas que Sus manos han hecho; pero sí es decir que debemos conservar un sano sentido de la proporción, y en el baremo de Dios no hay nada tan importante como un alma humana.

Colosenses 1; 13
el cual (Dios) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,

Dios había librado a su pueblo del poder de Egipto, de Babilonia y de Asiria, y los judíos esperaban que Dios les librara del yugo de Roma, pero Cristo trajo otra clase de libertad, pues nos ha librado de la potestad de las tinieblas. Ya no estamos bajo el poder del mundo (2:8, 20; 3:2).
         Según la herejía gnóstica, Cristo no vino para sufrir y morir en la cruz por los pecados del mundo, y no resucitó de entre los muertos, sino que sólo vino para librar el espíritu que está encarcelado en el cuerpo malo. Pablo dice, sin embargo, "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1Co_6:19-20). Pablo no habló del cuerpo como la cárcel del alma, sino como el templo de Dios.
Nunca dejemos de dar gracias a Dios por la gran bendición de estar en el reino de su amado Hijo. Verdaderamente hemos sido rescatados, pues la vida en el mundo de pecado, de error y de toda clase de tinieblas es una miseria continua. El alma está en gran peligro, porque los que no mueren en Cristo no pueden estar con Cristo. Además, aparte de evitar el castigo eterno, nuestra vida aquí en la tierra está muy bendecida porque andamos en luz y tenemos un gozo en el alma que nunca encontramos en el mundo.
Pablo pasa a una gozosa acción de gracias por los beneficios que ha recibido en Cristo el cristiano. Aquí hay dos ideas clave.
(i) Dios ha dado a los creyentes Colosenses una parte en la herencia del pueblo consagrado a Dios. Hay en todo este pasaje una muy estrecha relación con las palabras de Pablo en Hechos cuando le dijo a Agripa que la obra que Dios le había dado era: «Abrirles los ojos para que se vuelvan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban perdón de pecados y un lugar entre los que son santificados mediante la fe en Dios» (Hec_26:18 ). El primer privilegio es que se *les ha dado a los gentiles una participación en la herencia del pueblo escogido de Dios. Los judíos habían sido siempre el pueblo escogido de Dios, pero ahora se les ha abierto la puerta a todos los seres humanos.
(ii) La segunda idea clave está en la frase que dice, como lo ponen algunas versiones modernas, que Dios nos ha transferido al reino de Su Hijo amado, o, como lo hemos traducido nosotros, que Dios nos ha trasladado al reino de Su Hijo amado. La palabra que usa Pablo para transferir o trasladar es el verbo griego methístémi, que tiene un uso especial. En el mundo antiguo, cuando un imperio obtenía la victoria sobre otro, solía deportar los habitantes del imperio derrotado al país del imperio vencedor con todas sus posesiones. Así fue deportada la población del reino israelita del Norte a Asiria, y la del Sur a Babilonia. Así es que Pablo dice que Dios ha trasladado a los cristianos a Su propio Reino. Eso no era una deportación, sino un rescate, e implicaba cuatro grandes cosas.
(a) Quería decir un traslado de las tinieblas a la luz. Sin Dios, las personas se mueven a tientas y tropiezan como si anduvieran en la oscuridad. No saben qué hacer, ni adónde van. Viven en las sombras de la duda y en las tinieblas de la ignorancia. Cuando el mártir Bilney leyó que Jesucristo había venido al mundo para salvar a los pecadores, dijo que era como si se le hubiera hecho de día después de una noche tenebrosa. En Jesucristo, Dios nos ha dado una luz en la que podemos vivir y morir.
(b) Quería decir un traslado de la esclavitud a la libertad. Era una redención, que era la palabra para la emancipación de los esclavos y la compra de algo propio que había estado en poder de otra persona. Sin Dios las personas son esclavas de sus temores, de sus pecados y de su propia condición desesperada. En Jesucristo hay liberación.
(c) Quería decir un traslado de la condenación al perdón. El hombre, en su pecado, no merece más que la condenación de Dios; pero mediante la obra de Jesucristo descubre el amor y el perdón de Dios. Ahora sabe que ya no es un criminal condenado ante el tribunal de Dios, sino un hijo que se había perdido, y para el que siempre se mantendrán abiertas las puertas del hogar.
(d) Quería decir un traslado del poder de Satanás al poder de Dios. Por medio de Jesucristo el hombre es liberado de las garras de Satanás y admitido como ciudadano del Reino de Dios. De la misma manera que el conquistador terrenal trasladaba a los habitantes de la tierra que había conquistado a la suya propia, así Dios, en Su amor triunfante traslada a las personas del reino del pecado y la oscuridad al reino de la santidad y de la luz.

¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!

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