Hebreos 3; 14
Porque somos hechos participantes de
Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del
principio,
--"participantes
de Cristo"; es decir, participantes en las bendiciones espirituales en
Cristo (Efe_1:3) y coherederos con él. Somos uno con él en todo lo que Dios ha
prometido para los suyos (Jua_15:1-7; Jua_17:21-23; Efe_5:30; 1Co_12:27).
--"con
tal... del principio". Era condicional la salvación de aquellos
judíos que decían creer. Los israelitas comenzaron bien pero terminaron mal.
Hemos comenzado, y estamos en la vida de prueba ahora. Si mantenemos firme
hasta el fin el principio que hemos hecho en la fe, gozaremos las promesas de
Dios en la vida eterna. Los hermanos hebreos habían creído en Jesucristo (el
Mesías). Tenían, pues, las promesas de Dios de salvación, y la realización de
esas promesas dependía de continuar en esa fe en Jesucristo, en lugar de
rendirse a la tentación (del pecado engañoso) de volver a la ley de Moisés.
Dios les hace un
ofrecimiento a los hombres. Como les ofreció a los israelitas las bendiciones
de la Tierra Prometida, les ofrece a todos los seres humanos las bendiciones de
una vida que es incalculablemente mejor que la vida sin Él.
Pero,
para obtener las bendiciones de Dios hacen falta dos cosas. (a) Es necesaria la
confianza. Tenemos que creer que lo que Dios dice es verdad. Tenemos que estar
dispuestos a hacer que nuestra vida dependa de Sus promesas. (b) Es necesaria
la obediencia. Es como si nos dijera un médico: "Te puedo curar si
obedeces mis instrucciones al pie de la letra.» O como el profesor que dice:
«Puedo hacer de ti un investigador si sigues mi currículo con absoluta
fidelidad.» O como el entrenador que le dice al atleta: «Te puedo hacer campeón
si no te desvías de la disciplina que te impongo.» En cualquier esfera de la
vida el éxito depende de la obediencia a la palabra de un experto. Dios, si
podemos decirlo así, es el Experto en la vida, y la verdadera felicidad depende
de que Le obedezcamos.
El
ofrecimiento de Dios tiene un límite, que es la duración de la vida. Nunca
sabemos cuándo llegará ese límite. Hablamos fácilmente del «mañana»; pero ese
día puede que no llegue para nosotros. Lo único que tenemos es el «hoy», el
«ahora mismo». Alguien ha dicho: «Deberíamos vivir cada día como si fuera toda
nuestra vida.» El ofrecimiento de Dios se ha de aceptar hoy; la confianza y la
obediencia se deben dar hoy: ¡porque no podemos estar seguros de que habrá un
mañana para nosotros!
Aquí tenemos el
supremo ofrecimiento de Dios; pero es sólo para los que están dispuestos a
darle una confianza perfecta y una obediencia total, y hay que aceptarlo ahora
mismo, o puede que sea demasiado tarde.
Apocalipsis
3; 20
He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
“He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno (de los cristianos de Laodicea) oye mi voz
(que dice, arrepiéntete) y abre la puerta (de su corazón que ha sido cerrada
por la indiferencia), entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (en comunión
íntima)". La tibieza espiritual expulsa a Cristo del corazón y rompe la
comunión con El. El arrepentimiento y el celo le hacen volver a entrar en el
corazón, y se establece de nuevo la comunión.
La frase de
estar de pie en la puerta puede ser una expresión del acercamiento, o la
repentina venida de Cristo al juicio, ( Santiago 5: 9 ); y sus golpes pueden
significar el aviso que se dará de ello, por algunos de los precursores
inmediatos y los signos de su venida; que aún se observará, pero por unos
pocos, esa somnolencia general se habrá apoderado de todos los maestros de
religión; y en particular puede intentar el grito de la medianoche, que, en su
edición, despertará a todos: si alguno oye mi voz ;
En las
apariencias de las cosas y providencias en el mundo: y abre la puerta ; o muestre
una disposición para la venida de Cristo, mírelo y espérelo, y sea como el que
lo recibirá con una bienvenida: Vendré a él, y cenaré con él, y él conmigo; Cristo
y entre éstos aparecerá Cristo cuando venga en persona; y siendo estos como
sabias vírgenes, listas, teniendo su gracia en sus corazones y su justicia
sobre ellas, las llevará de inmediato a la cámara matrimonial y cerrarán la
puerta al resto; cuando disfrutarán de mil años de comunión con él en persona
aquí en la tierra; cuando el Cordero en el trono los alimente con el fruto del
árbol de la vida, y los lleve a fuentes de agua viva, y su tabernáculo estará
entre ellos.
¡Maranata! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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