1 Corintios 2:14-15
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu
de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de
discernir espiritualmente.
En cambio el espiritual juzga todas las cosas;
pero él no es juzgado de nadie.
Este es el
misterio de cómo o por qué algunos quienes escuchan el evangelio si responden
afirmativamente y otros no. ¿Está este rechazo relacionado a la predestinación
o a la voluntad humana? La respuesta a las dos preguntas es "sí,"
pero exactamente cómo estas dos se relacionan es parte de la naturaleza dialéctica
de la revelación misma (Filip. 2:12-13) el
opuesto de la elección no es no elección, sino el rechazo de la salvación de
Dios por parte del hombre".
Es preciso definir la frase “hombre natural”. ¿Quién es? El
hombre natural no es un bebé en
Cristo, uno que ha nacido de nuevo, un hombre que ha sido regenerado, porque
aunque tienen poco conocimiento de las cosas espirituales, tienen un gusto,
disfrutan y desean, y reciben la leche sincera de la palabra, y crecer así; pero
un hombre no regenerado, es abiertamente y notoriamente profano, abandonado a
los placeres sensuales; aunque un hombre así sea sensual y no tenga el
Espíritu, se trata más bien del sabio filósofo, el escriba, el disputador de
este mundo; el racionalista, el relativista, el hombre de los más altos logros
en la naturaleza, en el cual la razón es forjada a su nivel más alto; el hombre
de las más grandes partes naturales y habilidades.
Pablo habla de
interpretar cosas espirituales a personas espirituales. Distingue dos clases de
personas: (a) Están los que son pneumatikoí. Pneúma es la palabra para
espíritu, y el que es pneumatikós es sensible al Espíritu y es guiado por el
Espíritu.
(b) Está el que es psyjikós. Psyjé se suele traducir por
alma, pero no es ese su verdadero sentido. Es el principio de la vida física.
Todos los seres vivos tienen psyjé: un perro, un gato, cualquier animal tiene
psyjé, pero no tiene pneúma. Psyjé es la vida física que los seres humanos
compartimos con todos los demás seres vivos; pero pneúma es lo que hace que las
personas seamos diferentes del resto de la creación, y semejantes a Dios.
Así que, en el versículo 14, Pablo habla del hombre
psyjikós. Es el hombre inconverso que sigue solamente la sabiduría humana y
rechaza la inspiración del Espíritu Santo. Basándose solamente en el
razonamiento humano, no percibe las cosas del Espíritu. Es el hombre de esta
vida animal que es de los sentidos físicos, nada más. El hombre animal se
presenta como parte de la vida que se tiene en común con el animal. Se
identifica con “los príncipes de este siglo”. Es el hombre no inspirado, o que
no acepta la inspiración del Espíritu Santo. En la expresión, “hombre natural”,
no entra la idea de moralidad. Entra nada más la idea de alguna persona guiada
solamente por sus sentidos y sabiduría humana.
El hombre natural rechaza la revelación divina del Espíritu
Santo, y quedándose solamente con sus experiencias humanas como su base de
sabiduría, considera “las cosas que son del Espíritu de Dios” como cosas
absurdas. ¿Qué puede tener que ver la crucifixión de un judío de hace dos
milenios con la necesidad de una llamada “salvación”? Así piensa.
No las puede entender porque la sabiduría humana es incapaz
de descubrir las cosas de Dios. Tienen que ser entendidas mediante la
revelación de Dios. Ya que el hombre natural se deja guiar solamente por su
propia sabiduría, no puede entender las cosas de Dios. Dado que las cosas del
Espíritu de Dios son discernidas (juzgadas, examinadas) solamente en
conformidad a la revelación dada por el Espíritu Santo, y que el hombre natural
no acepta nada excepto su propia sabiduría, tal hombre no puede entenderlas. Es
el que vive como si no hubiera nada más allá de la vida física, ni otras
necesidades que las puramente materiales. Una persona así no puede entender las
cosas espirituales. El que no cree que haya nada más importante que la
satisfacción del impulso sexual no puede entender el sentido de la castidad; el
que considera que el almacenar cosas materiales es el fin supremo de su vida no
puede entender la generosidad, y el que no piensa nada más que en las cosas de
este mundo jamás podrá entender las cosas de Dios, y le resultarán sin sentido.
Nadie tiene por qué ser así; pero si se ahoga lo que alguien llamaba «los
anhelos eternos» que hay en el alma, se puede perder la sensibilidad espiritual
de tal manera que el Espíritu de Dios hablará, pero no se Le oirá.
Pablo dice en Efe_3:4 que leyendo la persona lo que él ha
escrito, ella sí puede entenderlo. En Efe_5:7 manda que el lector entienda. Las
cosas escritas producen fe (Jua_20:31). ¿Dónde dice la Biblia que la fe viene
directamente por operación del Espíritu Santo? Viene por el oír (Rom_10:17).
El ateo
presupone que Dios no existe. Comenzando con esta premisa tiene que afirmar,
con insensatez, que de la nada vino la vida; que la materia es eterna; que el
universo tan ordenado llegó a su estado presente por pura casualidad. Con su
presuposición “establecida”, rechaza cualquier revelación divina, y siendo así
el caso, claro es que no puede entender lo que el cristiano entiende por fe.
Los creyentes llenos del Espíritu con capaces de juzgar
apropiadamente las cosas tanto en el campo físico como en el espiritual (Hechos
17:11 y2:2). Sin embargo, el no espiritual del versículo 14 no puede discernir
propiamente las cosas espirituales, las verdades espirituales o las personas espirituales.
Los creyentes no pueden ser juzgados, ni siquiera entendidos
por los no creyentes (Hechos 17:11). Esta puede ser una referencia a algunos de
los enemigos de Pablo en Corinto (Hechos 17:11). Es el Espíritu Santo habitando
en el creyente Quien trae luz a la realidad a través del evangelio, no la
realidad del mundo, ni la realidad física, ¡sino la realidad de Dios!
Es la mente santificada la que debe discernir las bellezas
reales de la santidad; pero, por el refinamiento de sus pensamientos, no
pierden el poder de discernir y juzgar sobre cosas comunes y naturales. El
hombre espiritual puede juzgar todas las cosas, naturales y sobrenaturales,
humanas y divinas, las deducciones de la razón y los descubrimientos de la
revelación. Pero él mismo es juzgado o discernido de NINGÚN HOMBRE.
Los santos
de Dios son sus escondidos, Salmo. 83: 3. Su vida está escondida con Cristo en
Dios, Col. 3: 3. El hombre carnal no sabe más de un hombre espiritual que de
otras cosas espirituales. Es un extraño a los principios, placeres y actos de
la vida divina. El hombre espiritual no se encuentra abierto a su observación.
O bien, el que es espiritual (a quien se le han hecho revelaciones divinas, las
recibe como tales y las basa en su fe) puede juzgar tanto las cosas comunes
como las cosas divinas; puede discernir qué es y qué no es la doctrina del
evangelio y de la salvación, y si un hombre predica las verdades de Dios o no.
Él no pierde el poder del razonamiento, ni renuncia a sus principios, al fundar
su fe en la revelación.
Es fácil llegar a
estar tan involucrado en el mundo que no existe nada más allá de él. Debemos
pedirle a Dios que nos dé la mente de Cristo; porque sólo cuando Él vive en
nosotros estamos a salvo de la invasión absorbente de las exigencias de las
cosas materiales.
Es crucial que los creyentes compartamos estas verdades
espirituales dadas por Dios. Ellas son luz y vida a un mundo perdido y que está
muriendo; un mundo, sin embargo, amado por Dios el cual El ha redimido si tan
solo el mundo está dispuesto a ¡recibir al Hijo de Dios y Su verdad! La
revelación es primeramente redentora (2 Tim. 2:15) y solo entonces es transformadora
(2 Tim. 3:16-17)
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