Romanos
5:18 Así pues,
tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así
también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los
hombres.
El uno (Adán) introdujo
el pecado en el mundo (y así la muerte espiritual, versículo 12), y todos
cayeron bajo la condenación de muerte espiritual (porque todos han pecado); de
la misma manera el otro (Cristo), por su muerte en la cruz, trajo el don de justicia
para todos los hombres para justificación de vida. La justificación de vida
liberta al pecador (obediente al evangelio) de la condenación que vino por la
transgresión de Adán.
Ese es el razonamiento
de Pablo, y es inapelable para la mentalidad judía. Contiene dos grandes
verdades.
(i) La primera es la
siguiente: Supongamos que asumimos el sentido literal de la historia de Adán:
nuestra conexión con Adán es puramente física. No nos queda otra posibilidad;
de la misma manera que no se le deja al niño escoger su padre. Pero, por otra
parte, nuestra conexión con Cristo es voluntaria. La unión con Cristo es algo
que uno puede aceptar o rechazar. Se trata de una conexión distinta en ambos
casos. No se nos dio la opción de elegir o no nuestra relación con Adán, en
cuya naturaleza hemos recibido una herencia con muchas cosas buenas, pero
también con una mala: nuestra condición de pecadores, y la paga del pecado, que
es la muerte. Para darnos una salida victoriosa a una vida abundante y de
renovada relación con Dios, Cristo vino al mundo y murió por nosotros. Si bien
esta relación es optativa y no impuesta como la que tenemos con Adán, la
invitación a aceptar el Evangelio debe llegar a toda la raza humana. Esta es la
misión de la Iglesia.
(ii) La segunda es la
siguiente: Pablo conserva la verdad de que la humanidad está sumida en una
situación de la que no puede escapar; el pecado tiene al ser humano en su
poder, y no hay esperanza. Jesucristo entra en esta situación trayendo algo que
corta el nudo gordiano que existía. Por lo que Él hizo, por Quien Él es y por
lo que El da, permite al hombre salir de una situación en la que se encontraba
desesperadamente dominado por el pecado. Sea lo que sea lo que digamos del
razonamiento de Pablo, es absolutamente cierto que el pecado ha sumido al
hombre en la ruina, y que Cristo le rescata.
La consecuencia que
Pablo saca de esta afirmación conduce una vez más al tema entre pecado y gracia
ha tenido lugar un cambio de soberanía, en el que se fundan las exigencias bajo
las que ahora se encuentra la nueva relación del ser humano justificado por la
fe en Jesucristo.
¡Maranata! ¡Sí,
ven Señor Jesús!
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