Hechos 4; 12
Y en ningún otro hay salvación
(sólo en Jesús); porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos.
El tribunal ante el que
comparecieron Pedro y Juan era el Sanedrín, el tribunal supremo de los judíos.
Aun bajo el dominio de Roma, el Sanedrín tenía autoridad para arrestar. Lo
único que no podía hacer era dictar sentencia de muerte, excepto en el caso
único de que un gentil penetrara en la parte reservada del Templo.
Había setenta y un
miembros en el Sanedrín. El sumo sacerdote era, ex off cio, el presidente.
Entre los miembros había sacerdotes, que eran casi todos saduceos, cuyo único
propósito era retener el status quo para que no peligraran su posición y
emolumentos. Estaban también los escribas, que eran los expertos en la ley
tradicional; los fariseos, fanáticos cumplidores de dicha ley, y los ancianos,
que eran hombres respetados de la comunidad.
También formaban parte
del Sanedrín los que se describen como los de las familias de los sumos
sacerdotes; algunas veces se los llama principales o jefes de los sacerdotes.
Eran de dos clases. La primera, los ex sumos sacerdotes; en los grandes días
del pasado, el sumo sacerdocio había sido hereditario y vitalicio; pero en
tiempo de los romanos era objeto de intrigas, soborno y corrupción, y los sumos
sacerdotes ascendían y caían de tal forma que, entre los años 37 a C. y 67 d C.
hubo no menos de 28. Pero, a veces, hasta después de depuesto, seguía siendo el
poder tras el trono. Segunda clase: aunque el sumo sacerdocio había dejado de
ser hereditario, seguía siendo prerrogativa de unas pocas familias. De los 28
mencionados, todos menos 6 pertenecían a 4 familias sacerdotales. Los miembros
de estas familias tenían un prestigio especial, y se les llamaba principales
sacerdotes.
Cuando leemos este
discurso de Pedro, y recordamos a quiénes lo dirigió, no podemos por menos de
reconocerlo como una de las mayores pruebas de valor que se han dado en el
mundo. Iba dirigido a una audiencia formada por los más ricos, intelectuales y
poderosos del país; y sin embargo Pedro, un sencillo pescador galileo, se
presenta ente ellos más como su juez que como su víctima. Además, este era el
tribunal que había condenado a muerte a Jesús. Pedro sabía que se estaba
jugando la vida.
Hay dos clases de
valor. Hay un valor insensato, que apenas se da cuenta de los peligros que arrostra.
Y hay una clase de valor mucho más elevada y consciente, que conoce el peligro,
pero se niega a dejarse intimidar por el mundo y sus corrientes. Pedro dio
muestras de la segunda clase de valor. Cuando le dijeron a Aquiles, el gran
héroe griego, que si iba a la batalla moriría, contestó: " A pesar de
todo, estoy decidido a ir.» Pedro, en aquel momento, sabía el peligro que le
acechaba; pero, a pesar de todo, habló.
Y tú, ¿Qué haces? Rindes
pleitesía y servidumbre a los mandamases de este mundo, y te callas o mantienes
en segundo plano el nombre de Cristo; e incluso cuestionas la veracidad de la
Biblia delante de las autoridades, porque según tú, “todo es cuestionable”. Que
Dios tenga misericordia de tu alma si te encuentras entre estos. Entiende de
una vez que no te salva nada de lo que hagas, digas o publiques a bombo y
platillo. Es por Gracia de Dios por fe en Jesucristo que pasas a ser una nueva
creación en Cristo. Y si de verdad eres salvo habrá evidencias de esa nueva
criatura y no del otro hombre soberbio, vanaglorioso, orgulloso, prepotente. A
buen entendedor le bastan pocas palabras.
La palabra "podamos" incluye a los
sacerdotes, el jefe de la guardia, los saduceos, los pescadores y todos los
demás. Los oficiales judíos deberían obedecer al evangelio precisamente como lo
hicieron los tres mil el día de Pentecostés.
Muchísimas personas quieren ser salvas por ser buena gente,
por hacer muchas obras de benevolencia (Tit_3:5) y por resolver problemas
sociales, pero tal "evangelio social" no es el evangelio predicado
por los apóstoles. Pedro habla de la salvación del alma.
Cristo es el único Salvador de todos los que se han salvado
desde el principio del mundo. Es el Salvador de Enoc y Noé, de Abraham y
Moisés, y de todos los fieles que han vivido bajo la dispensación patriarcal,
la mosaica o la actual. Como Heb_9:15 dice, "Así que, por eso es mediador
de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las
transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa
de la herencia eterna". Por eso el evangelio fue predicado a Abraham
(Gál_3:8). "Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo
vio, y se gozó" (Jua_8:56).
Hasta la fecha los judíos buscan otra piedra pero la piedra
que buscan no existe. No había y no hay salvación en el judaísmo, ni mucho
menos en las religiones de los gentiles. Los judíos rechazaron su propia
salvación (Hch_13:46).
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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