Juan 4; 14
pero el que beba del agua que yo le daré, no
tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una
fuente de agua que brota para vida eterna.
Hay un contraste entre “todo el que bebe”,
del versículo anterior, y cualquiera que beba, de v. 14. Aquella expresión
emplea un participio griego en el tiempo presente que habla de una práctica
habitual, algo que se repite; en cambio, ésta emplea un aoristo subjuntivo que
habla de una sola experiencia definida del pasado, tal como cuando uno recibe a
Cristo como Señor y Salvador. El pronombre personal yo es enfático,
contrastando el origen del agua del pozo con el que Jesús ofrece. Nunca más
tendrá sed es literal. “no, no tendrá sed para siempre”. Nótese la doble
negación, la forma griega más fuerte para enfatizar el concepto. En un sentido
el “agua” que Cristo provee no elimina la sed espiritual; por lo contrario,
despierta sed por la justicia de Dios (Mat_5:6), pero “el agua viva” es de una
naturaleza tal que apaga la sed tan pronto que uno la siente y busca la
provisión de Dios. Jesús aclara más adelante que el “agua viva” es realmente el
Espíritu Santo (Mat_7:38 s.; Isa_58:11) y, tal como una fuente viva, fluye incesantemente
en el creyente. Este concepto se aclara en la frase que sigue. La conjunción
adversativa sino contrasta el agua del pozo con “el agua viva” que es como una
fuente manantial que salta, o se desborda, dentro del creyente. Será traduce el
verbo que significa “llegará a ser”, el cual, expresa la riqueza creciente y la
energía fresca del principio divino de la vida. Como vimos anteriormente, la
metáfora de la fuente pinta un cuadro de un manantial a flor de tierra que
produce agua fresca, pura, dinámica, vivificante e inagotable.
Si la mujer
hubiera sido judía, probablemente habría entendido la referencia al agua viva,
pues la metáfora se repite en los libros proféticos con referencia a Dios (
Isa_12:3; Isa_44:3; Jer_2:13; Eze_47:1-12; Zec_13:1; Zec_14:8). Los samaritanos
rechazaban estos libros, reteniendo sólo el Pentateuco. Así la samaritana no
entendía la enseñanza de Jesús, pero tampoco tenía una mente cerrada. Era
sincera y expresaba la disposición de aprender; Jesús aprovechó esa apertura.
Nótese que la
mujer ahora usa las mismas palabras con que Jesús inició la conversación. Aun
no entendiendo cómo Jesús podría darle agua misteriosa que apagaría para
siempre su sed, ella se la pide. Se imaginaba cómo sería el no tener que venir
todos los días para cargar agua, pero no se imaginaba que Cristo le ofrecía
algo infinitamente más eficaz.
Abruptamente
Jesús cambia el tema del “agua viva” que, según ella, era impersonal, para
abordar un asunto que era íntimo y personal. Ella quería el “agua viva” pero,
como condición previa, Jesús tuvo que convencerla de pecado y guiarla al
arrepentimiento. él sabía lo que estaba en el corazón del hombre (Zac_2:25), y
también en el de esta mujer, pero era necesario que ella se diera cuenta y
confesara su condición espiritual. La idea de algunos, menos convincente por
cierto, es que el propósito de Jesús fue el de dar la oportunidad también al
esposo de escuchar las buenas nuevas.
¿Y quién es el que busca el corazón? Ella siente que su
palabra es la palabra de Dios. "Tú eres un profeta". La inteligencia
en las cosas divinas viene por la conciencia, no por el intelecto. El alma y
Dios están juntos, si podemos hablar, cualquier instrumento que se emplee. Ella
tiene todo que aprender, sin duda; pero ella está en la presencia de Aquel que
enseña todo. ¡Qué paso! ¡Qué cambio! ¡Qué nueva posición! Esta alma, que no vio
más allá de su mancha de agua y la sintió trabajar más que su pecado, está allí
sola con el Juez de la muerte rápida y con Dios mismo. ¿Y de qué manera? Ella
no sabe Ella solo sintió que era Él mismo en el poder de Su propia palabra.
Pero al menos Él no la despreció, como otros lo hicieron. Aunque estaba sola,
estaba sola con él. Le había hablado de la vida: del don de Dios; Él le había
dicho que ella solo tenía que pedir y tener. Ella no había entendido nada de su
significado; pero no fue la condenación, fue la gracia la que se inclinó hacia
ella, que conoció su pecado y no fue rechazada por ella, que le pidió agua, que
estaba por encima del prejuicio judío con respecto a ella, así como el
desprecio de la gracia humanamente justa que no le ocultó su pecado, lo que la
hizo sentir que Dios lo sabía, sin embargo, el que sabía que estaba allí sin
alarmarla. Su pecado fue delante de Dios, pero no en juicio.
¡Maravilloso encuentro de un alma con Dios, que la gracia de
Dios logra por medio de Cristo!
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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