Salmo 37; 5-7
Encomienda al SEÑOR tu camino, confía en El, que El
actuará;
hará resplandecer tu justicia como la luz, y tu
derecho como el mediodía.
Confía
callado en el SEÑOR y espérale con paciencia; no te irrites a causa del que
prospera en su camino, por el hombre que lleva a cabo sus intrigas.
Encomienda significa
confiarle todo al Señor: vida, familia, trabajo y posesiones, para su control y
dirección. Encomendarnos al Señor significa confiar y creer que El cuidará de nosotros mejor de
lo que nosotros pudiéramos hacerlo. Deberíamos estar dispuestos a esperar con
paciencia para que El haga lo que es mejor para nosotros.
David nos llama a deleitarnos en el Señor y a entregarle todo lo que
tenemos y hacemos ("tu camino"). Pero, ¿cómo hacemos esto? Deléitate
significa experimentar gran placer y gozarse en la presencia de alguien. Esto
sucede únicamente cuando conocemos muy bien a esa persona. Por lo tanto, para
deleitarnos en el Señor, debemos conocerle mejor. El conocimiento de su gran
amor por nosotros nos dará deleite. Con paciencia no significa estar
holgazaneando, de brazos cruzados: Mientras esperamos con paciencia, conozcamos
a Dios, Sus atributos, Su carácter, etc.
Cuando miramos alrededor vemos
el mundo lleno de malhechores que florecen y viven con comodidad. Así se ha
visto de antaño, por lo cual no debemos maravillarnos. Por esto somos tentados
a angustiarnos, a pensar que es la única gente feliz, y tendemos a hacer como
ellos; sin embargo, se nos advierte en contra. La prosperidad exterior se
desvanece. Si miramos adelante, con el ojo de la fe, no veremos razón para
envidiar al impío. Su lloro y lamento serán eternos.
La vida religiosa es confianza proveniente de la fe en el Señor y el
cuidado diligente de servirle conforme a su voluntad. No es confiar en Dios,
sino tentarlo, no tomar conciencia de nuestro deber para con Él. La vida del
hombre no consiste en su abundancia, sino en tener el alimento suficiente para
ti. Esto es más de lo que merecemos y basta para el que va al cielo.
Deleitarse en Dios es tanto un privilegio como un deber. Él no ha
prometido complacer los apetitos del cuerpo y los humores de la fantasía, sino
los deseos del alma renovada y santificada. ¿Cuál es el deseo del corazón de un
hombre bueno? Es conocer y amar y servir a Dios.
Encomienda a Jehová tu camino; entrega tu camino al Señor, se puede
leer. Echa tu carga sobre el Señor, la carga de tu preocupación. Debemos
descargarnos nosotros mismos, no afligirnos ni quedarnos perplejos con
pensamientos sobre cosas futuras, sino referirlos a Dios. Presenta en oración
tu caso y todas tus preocupaciones ante el Señor y confía en Él. Debemos
cumplir nuestro deber y, luego, dejarlo a Dios. La promesa es muy dulce: Él
hará que ocurra lo que le encomendaste, sea lo que sea.
Satisfagámonos con que Dios hará que todo obre para nuestro bien. No
nos agitemos por lo que vemos en este mundo. Un espíritu afanoso, descontento
está expuesto a muchas tentaciones. Porque en todos los aspectos, lo poco que
se asigna al justo, es más consolador y provechoso que todas las riquezas mal
obtenidas y engañosas de los impíos. Viene de una mano de amor especial. Dios
provee abundantemente y bien, no sólo para sus siervos que trabajan, sino para
sus siervos que esperan. Tienen lo que es mejor que la riqueza, paz mental, paz
con Dios, y entonces, paz en Dios; esa paz que el mundo no puede dar y el mundo
no puede tener. Dios conoce los días del creyente. Nada de la obra de un día
quedará sin recompensa. Su tiempo en la tierra se cuenta por días, que pronto
terminará la cuenta; pero la felicidad celestial será para siempre.
Esto será un verdadero sustento para los creyentes en las épocas malas.
Quienes descansan sobre la Roca de los siglos, no tienen razón para envidiar al
malo su apoyo en cañas cascadas.
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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