Hebreos 11; 3
Por la fe entendemos haber sido constituido el
universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que
no se veía.
"Por la fe entendemos" que el origen de las cosas es según
Génesis 1:1. La teoría de la evolución no explica el origen de las cosas, ni
puede la ciencia verdadera trazar las cosas visibles hasta su origen. La
palabra creativa de Dios no está sujeta al experimento científico, pero sí es el
objeto de la fe.
Esta esperanza cristiana es tal que inspira toda la conducta de una
persona. Se vive con ella y se muere con ella; su posesión es algo que hace
actuar:
Es creer en Dios frente al mundo. Si seguimos los parámetros del mundo puede que
tengamos facilidades y comodidades y prosperidad; si seguimos los parámetros de
Dios, lo más probable es que experimentemos dolores, pérdidas y marginación. El
cristiano está convencido de que es mejor sufrir con Dios que prosperar con el
mundo. En el libro de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego tienen que escoger
entre obedecer a Nabucodonosor y dar culto a la imagen del rey, u obedecer a
Dios y que los echen al horno. Y no dudaron en escoger a Dios (Daniel 3).
Cuando iban a juzgar a Bunyan, dijo: «Con el consuelo de Dios en mi pobre alma,
antes de descender a los Jueces Le pedí a Dios que, si podía hacer más bien en
libertad que en la cárcel, que me pusieran en libertad; y si no, que se hiciera
Su voluntad.» La actitud cristiana es que, en términos de la eternidad, es
mejor jugarnos el todo por él todo con Dios que confiar en las recompensas del
mundo.
La esperanza cristiana es creer en el Espíritu
frente a los sentidos. Los
sentidos dicen que escojamos el placer del momento, pero el Espíritu nos dice
que hay algo que vale mucho más. El cristiano cree al Espíritu más que a los
sentidos
La esperanza cristiana es creer en el futuro frente
al presente. Hace mucho,
Epicuro decía que el fin principal de la vida era el placer. Pero no quería
decir lo que muchos piensan; insistía en que debemos tener una visión dilatada.
Lo que parece atractivo al momento puede traernos dolor en el futuro; lo que
nos hace un daño terrible en el momento puede que nos traiga la felicidad a la
larga. El cristiano está seguro de que, a la larga, nadie puede desterrar la
verdad, porque «grande es la verdad, y al final prevalecerá.»
Es fácil discutir: "¿Por qué he de renunciar al seguro placer del
momento por un futuro incierto?» La respuesta cristiana es que el futuro no es
incierto, porque está en las manos de Dios; y basta con que Dios lo haya
mandado y prometido.
El autor de Hebreos llega más lejos. Dice que es un acto de fe el creer
que Dios creó el universo, y añade que las cosas visibles procedieron de cosas
que no se ven. Esto era dar un golpe definitivo a la creencia entonces
corriente de que Dios hizo las cosas de una materia ya existente que, siendo
imperfecta por necesidad, imponía el que el mundo fuera imperfecto desde su
principio. El autor de Hebreos insiste en que Dios no trabajó con una materia
ya existente, sino que creó el mundo de la nada. Al afirmar esto no estaba
interesado en el lado científico de la cuestión; lo que quería subrayar era que
éste mundo pertenece a Dios.
Si podemos captar ese hecho, le siguen dos consecuencias. La primera es
que lo usaremos como tal. Recordaremos que todo lo que hay en él es de Dios, y
trataremos de usarlo como Dios quiere que lo usemos. La segunda es que
recordemos que Dios sigue en control. Si creemos que este mundo pertenece a
Dios, habrá en nuestras vidas un nuevo sentido de responsabilidad y una nueva
capacidad de aceptación; porque todo es de Dios y está en Sus manos.
1 Corintios 2; 5
para que
vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de
Dios.
Ahora Pablo introduce el propósito de haber llegado a Corinto con un
mensaje atestiguado por el poder de Dios, en lugar de llegar con alguna
sabiduría humana elegantemente presentada y con persona persuasiva. Fue con el
propósito que sigue:
-- vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en
el poder de Dios. -- La fe aquí referida es la fe subjetiva, (la creencia de la
persona), no objetiva (el evangelio). La fe de los corintios tenía una base
firme; a saber, el mismo poder de Dios, base estable y que no cambia (mientras
que las teorías de los hombres sufren contradicciones y cambios continuos,
siendo abandonadas algunas mientras se reciben otras).
Pablo aclara
definitivamente que su obra entre los corintios tenía la meta de hacerles ver
su dependencia del Espíritu de Dios. Contrario a todo lo que la sabiduría
humana exigía entre los corintios, Pablo abogaba porque la fe cristiana se
basara en el poder divino. Sería un error garrafal pretender basar la fe en la
sabiduría humana que él u otro pudiera tener. “En Romanos Pablo contrasta la gracia de Dios y las obras humanas. En 1
Corintios, contrasta el poder de Dios y la sabiduría humana. Aunque el énfasis
es distinto, el mensaje y el propósito son iguales en ambas cartas: el llamar a
los hombres a la fe en Dios, no a una fe en sí mismos”
La fe del cristiano hoy en día sigue fundada en ese poder que
ampliamente confirmó el mensaje en el siglo primero. La ciencia humana no tiene
nada que ver con la autenticidad del evangelio. Es cierto que la Biblia
concuerda con la verdadera ciencia (la probada), pero eso no es lo único que
prueba que es la verdad. Dios confirmó el mensaje de la Biblia.
Los primeros cinco
versículos pavimentan el camino para la afirmación que sigue; a saber, que
aunque el evangelio es tropiezo o insensatez para otros, en realidad es una
gran sabiduría, la de Dios revelada por medio de los apóstoles.
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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