} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (2)

viernes, 28 de enero de 2022

BENEFICIOS DE ESTUDIAR LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA (2)


2 Timoteo 3; 16-17

 16  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,

 17  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.


5. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le hace abandonar el pecado. «Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. » (2ª Timoteo 2:19). Cuanto más se lee la Palabra con el objetivo definido de descubrir lo que agrada y lo que desagrada al Señor, más conoceremos cuál es su voluntad; y si nuestros corazones son rectos respecto a Él, más se conformarán nuestros caminos a su voluntad. Habrá un «No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. » (3ª Juan 4). Al final de 2ª Corintios 6 hay unas preciosas promesas para aquellos que se separan de los infieles. Obsérvese, aquí, la aplicación que el Espíritu Santo hace de ellas. No dice: «Así que, hermanos, puesto que tenemos estas promesas, consolémonos y tengamos satisfacción en las mismas», sino que lo que dice es: «Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.» (2ª Corintios 7: 1). «Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. » (Juan 15:3). Aquí hay otra regla importante con la cual deberíamos ponernos frecuentemente a prueba nosotros mismos: ¿Produce la lectura y el estudio de la Palabra de Dios en mí una limpieza en mis caminos? Antaño se hizo la pregunta: « ¿Con qué limpiará el joven su camino?», y la divina respuesta fue «con guardar tu Palabra». Sí, no simplemente con leerla, creerla o aprenderla de memoria, sino con la aplicación personal de la Palabra al camino del creyente, su «camino». Es guardando exhortaciones como: «Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca» (1ª Corintios 6: 18); «Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.» (1ª Corintios 10: 14); «Huye de estas cosas»: (el amor al dinero); «Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.» (2ª Timoteo 2:22), que el cristiano es llevado a una separación práctica del mal; porque el pecado ha de ser no sólo confesado sino «El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.» (Proverbios 28:13).


6. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra le fortifica contra el pecado. Las Sagradas Escrituras nos han sido dadas no sólo con el propósito de revelarnos nuestra pecaminosidad innata, y las muchas maneras por las que «por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,» (Romanos 3:23), sino también para enseñarnos cómo obtener liberación del pecado, cómo evitar el desagradar a Dios. «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti» (Salmo 119: 11). Esto es lo que se requiere de nosotros. «Toma ahora la ley de su boca, Y pon sus palabras en tu corazón» (Job 22:22). Son particularmente los mandamientos, las advertencias, las exhortaciones que necesitamos hacer nuestras y guardar como un tesoro; aprenderlas de memoria, meditar en ellas, orar sobre ellas y ponerlas en práctica. La única manera efectiva de tener un huerto libre de hierbas, es poner plantas y cuidarlas: « No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Romanos 12:21). Para que la Palabra de Cristo habite en nosotros más «La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales» (Colosenses 3: 16), es necesario que haya menos oportunidad para el ejercicio del pecado en nuestros corazones y en nuestras vidas. No basta con asentir meramente a la veracidad de las Escrituras; se requiere que las recibamos en nuestros afectos. Es de la mayor solemnidad el notar que el Espíritu Santo especifica como base de apostasía el que «y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.» (2ª Tesalonicenses 2: 10).

« Si se queda solo en la lengua o en la mente, es sólo asunto de habla y especulación, pronto se habrá desvanecido. La semilla que permanece en la superficie pronto es comida por las aves del cielo. Por tanto escóndela en la profundidad; que del oído vaya a la mente, de la mente al corazón; que se sature más y más. Sólo cuando prevalece como soberana en el corazón la recibimos con amor: cuando es más querida que cualquier otro deseo, entonces permanece» (Thomas Manton).

Nada más nos guardará de las infecciones de este mundo, nos librará de las tentaciones de Satán, y será tan efectivo para preservarnos del pecado como la Palabra de Dios recibida con afecto: «La ley de su Dios está en su corazón; por tanto sus pies no resbalarán» (Salmo 37:31). En tanto que la verdad se mantiene activa en nosotros, agitando nuestra conciencia, y es realmente amada, seremos preservados de caer. Cuando José fue tentado por la esposa de Potifar, dijo: «¿No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? (Génesis 39:9). La Palabra estaba en su corazón, v por tanto tuvo poder para prevalecer sobre el deseo; la santidad inefable, el gran poder de Dios que es capaz a la vez de salvar y de destruir. Nadie sabe cuándo va a ser tentado: por tanto es necesario estar preparado contra ello. «¿¿Quién de vosotros oirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará respecto al porvenir? (Isaías 42:23). Sí, hemos de ver venir el futuro y estar fortalecidos contra toda eventualidad, parapetándonos con la Palabra en nuestros corazones para los casos inesperados.

 

 7. Un individuo se beneficia espiritualmente, cuando la Palabra hace que practique lo opuesto al pecado. «Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. » (1ª Juan 3:4). Dios dice: «Harás esto», el pecado dice: «No harás esto»; Dios dice: «No harás esto», el pecado dice: «Haz esto.» Así pues, el pecado es una rebelión contra Dios, la decisión de seguir «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (Isaías 53:6). Por tanto el pecado es una especie de anarquía en el reino espiritual, y puede hacerse semejante a hacer señales con una bandera roja a la cara de Dios. Por otra parte, lo opuesto a pecar contra Dios es el someterse a Él, como lo opuesto al desenfreno y licencia es el sujetarse a la ley. Así, el practicar lo opuesto al pecado es andar en el camino de la obediencia. Esta es otra razón principal por la que se nos dieron las Escrituras: para hacer conocido el camino que es agradable a Dios. Son provechosas no sólo para reprender y corregir, sino también para «instruir en justicia». Aquí, pues, hay otra regla importante por la que podemos ponernos a prueba nosotros mismos. ¿Son mis pensamientos formados, mi corazón controlado, y mis caminos y obras regulados por la Palabra de Dios? Esto es lo que el Señor requiere: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.» (Santiago 1: 22). Es así que se expresa la gratitud y afecto a Cristo: «Si me amáis guardad mis mandamientos» (Juan 14:15). Para esto es necesario la ayuda divina. David oró: «Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi complacencia» (Salmo 119:35).

«No sólo necesitamos luz para conocer el camino, sino corazón para andar en él. Es necesario tener dirección a causa de la ceguera de nuestras mentes; y los impulsos efectivos de la gracia son necesarios a causa de la flaqueza de nuestros corazones. No bastará para hacer nuestro deber el tener una noción estricta de las verdades, a menos que las abracemos y las sigamos» (Mantón).

Notemos que es «el camino de tus mandamientos»: no un camino a escoger, sino definitivamente marcado; no una «carretera» pública, sino un «camino» particular. Que el autor y el lector con sinceridad v diligencia se midan, como en la presencia de Dios, con las siete medidas que hemos enumerado. ¿Te ha hecho el estudio de la Biblia más humilde, o más orgulloso, orgulloso del conocimiento que has adquirido? ¿Te ha levantado en la estimación de tus prójimos, o te ha conducido a tomar una posición más humilde delante de Dios? ¿Te ha producido un aborrecimiento más profundo y una prevención contra ti mismo, o te ha hecho más indulgente y complacido de ti mismo? ¿Ha sido causa de que los que se relacionan contigo, o quizá aquellos a quienes enseñas, digan: Desearía tener tu «conocimiento» de la Biblia; o te ha hecho decir a ti: Señor, dame la fe, la gracia y la «santidad» de mi amigo, de mi maestro? «Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos» (1ª Timoteo 4:15).

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