Ezequiel 33:11-12:
11 Diles: Vivo yo, dice Jehová el
Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su
camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué
moriréis, oh casa de Israel?
12 Y
tú, hijo de hombre, dí a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no lo
librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el
día que se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia
el día que pecare.
¿No
está usted dispuesto a admitir que algunos de los puntos en anteriores estudios
le describen? Si no es así, considere los siguientes puntos para usted:
1.
Destruirse a sí mismo es un pecado contra el primer principio de su naturaleza,
es decir, el instinto de conservación. Cuando Jesús dijo: “Honra a tu padre y a tu
madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 19:19), se infiere que usted se ame a sí mismo. Pero si
usted se ama a sí mismo tan poco que está dispuesto a arrojarse al infierno,
entonces solo podemos concluir que usted estaría dispuesto a llevar a todo el
mundo consigo.
2. Al vivir para gratificar solo sus propios
deseos egoístas, usted se está haciendo el peor daño posible. Si usted realmente quiere el placer duradero,
las riquezas inagotables y el honor eterno, es el colmo de la necedad buscar estas
cosas en el camino que conduce al infierno.
3. Cuán trágico es que usted se está haciendo
a sí mismo algo que ninguna otra persona en la tierra o en el infierno le
pueden hacer. Si todo
el mundo estuviera contra usted, y si cada demonio en el infierno se uniera a
ellos, no podrían forzarle a usted a pecar o a destruirse a sí mismo sin su
consentimiento. Si usted sabe que el diablo es su enemigo y que anhela
destruirle, entonces, ¿Por qué hacer algo que todos los demonios del infierno
no le pueden obligar a hacer? Cuando usted peca deliberadamente, cuando da la
espalda a la piedad, cuando rechaza el llamamiento de Dios, se está hiriendo a
sí mismo en la peor forma posible, y está haciendo algo que los peores hombres
y demonios no le podrían hacer.
4. Usted está traicionando una confianza
sagrada la cual Dios le ha dado. Dios dice, “Sobre
toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:23), pero al vivir descuidadamente,
usted está traicionando esa confianza.
5.
Al rehusar escuchar a aquellos que tratan de ayudarle, usted está asegurando
que en el día del juicio Dios rehusará escuchar sus clamores por ayuda. El será perfectamente justificado en
volverle la espalda, porque cuando usted tenía la oportunidad, no tuvo misericordia
de sí mismo y no escuchó a aquellos que le querían ayudar.
6.
Será más terrible de lo que las palabras pueden expresar, acordarse en el
infierno que usted trajo todo esto sobre sí mismo. Le torturará para siempre recordar que fue
advertido una y otra vez, y que pecó con un entendimiento claro de lo que
estaba haciendo. Será horrible recordar que usted repetida y deliberadamente
tapó sus oídos ante la voz de Dios, que rehusó la oferta de perdón que Cristo
le hizo, y todo esto por el amor de los placeres terrenales y la búsqueda de su
propia satisfacción. La Biblia dice:¿De qué sirve el
precio en la mano del necio para comprar sabiduría, No teniendo entendimiento?”
(Proverbios 17:16). Será doloroso recordar
que usted tuvo a su disposición los medios para obtener la vida eterna, pero no
quiso pagar el precio de volverse de sus pecados. La palabra de Dios le recuerda lo mismo: “Atended el consejo, y sed sabios, Y no lo menospreciéis. 34 Bienaventurado el hombre que me escucha, Velando a mis puertas cada día, Aguardando a
los postes de mis puertas. 35 Porque el que
me halle, hallará la vida, Y alcanzará el favor de Jehová. 36 Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; Todos
los que me aborrecen aman la muerte..” (Proverbios
8:33-36)
Me duele pensar que después de todos los estudios
y principios que le he presentado, el
mundo, la carne y el diablo tengan un control tan fuerte sobre usted, que usted
permanezca igual después de estas lecturas. Si así es el caso, Dios sabe que
puedo decir igual como uno de los profetas en el Antiguo Testamento que: “Mas yo no he ido en pos de ti para incitarte a su castigo, ni
deseé día de calamidad, tú lo sabes. Lo que de mi boca ha salido, fue en tu
presencia.” (Jeremías 17:16).
Quebrantaría mi corazón si resultase que toda esta lectura fue en vano. Me temo
que usted sea excluido del cielo y encerrado en el infierno y tengo que
preguntarle una vez más ¿Qué va a hacer? ¿Se volverá o morirá? Me siento como
un doctor diciéndole a su paciente gravemente enfermo, la única manera en que
puede sobrevivir es cambiando su estilo de vida y tomando el medicamento
recetado. ¿Qué pensaría usted de una persona que rehusara tal consejo? Pero
usted está exactamente en esa posición. Pero si usted se vuelve de su pecado y
confía en Cristo, tendrá vida eterna. Y no estamos tratando solamente con la
enfermedad física. Si este fuera el caso, usted podría ser detenido por la
fuerza de hacerse daño. Si fuera necesario, la medicina que salvara su vida,
podría ser metida a fuerza en su garganta. Pero esto no es aplicable en la
enfermedad del alma. Usted no puede ser
salvo contra su voluntad, no será arrastrado al cielo mediante una camisa
de fuerza. Dios ha
ordenado que la voluntad del hombre tenga que desempeñar un papel crucial en su
salvación. Nadie va al cielo o
al infierno en contra de su voluntad; por el contrario, cada quien escoge ir al
cielo o al infierno.
¡Si
usted sólo fuera sincero y decidido de todo corazón! Es trágico que los hombres
son tan necios y reaccionan negativamente en un asunto tan importante, pero son
tan sensibles y corteses en las cosas pequeñas. Hasta lo que yo sé, la mayoría
de la gente que vive alrededor de mí, estaría dispuesta a hacerme cualquier
favor razonable que pudiera; pero cuando les pido la cosa más grande del mundo
(no para beneficiarme a mí, sino a ellos), lo máximo que mucho de ellos me
darán será, escucharme pacientemente. Hay muchas personas que tratan a los
predicadores así. Parece que dudan de si el predicador habla en serio o no. Si
yo fuera a advertir a la gente del peligro de las arenas movedizas, o cualquier
otro peligro, me harían caso; pero cuando son advertidos de que el diablo les
ha puesto en una trampa, que el pecado les está envenenando y que no debieran
tratar al infierno la ligera, ellos siguen adelante como si no hubieran oído
ninguna palabra. Pero este asunto es serio y digo estas palabras con absoluta
seriedad. Espero que si mi vida estuviera en peligro y usted tuviera los medios
para salvarme, lo hiciera. Si necesitara desesperadamente un vaso de agua o
un plato de comida, o una poca de ropa para no morir de frío, ¿No me lo daría?
Entonces, véame ahora como un mendigo, pero no como uno que está rogando para
que su propia vida se salve, sino por la suya; y no solo por su cuerpo sino por
su alma. Le ruego ahora como si
estuviera ante usted, que escuche la voz de Dios y se vuelva a Cristo para ser
salvo. No importa cuán ignorante o descuidado o hundido en el pecado
haya estado, ni tampoco cuantas veces no ha hecho caso en el pasado. Le ruego
que no siga ni un día más en su condición perdida, sino que invoque a Dios para
que le conceda su gracia y le haga una criatura nueva, a fin de que usted pueda
escapar de los horrores del infierno. Si me concediera cualquier cosa,
concédame esto, que usted se volverá de su camino pecaminoso y vivirá. Usted
puede negarme cualquier otra cosa a condición de que me conceda esto, porque si
me negara esto, no habría ninguna cosa que me pudiera dar a cambio. Si usted
pudiera hacer algo por Aquel que le creó y que murió para que los pecadores
vivieran; entonces no rechace esto, porque si lo hace, no hay ninguna otra cosa
que le pudiera dar. Como usted quiere que El escuche sus oraciones, que le
conceda sus peticiones y que le brinde socorro en el momento de la muerte y en
el día del juicio, entonces, no le niegue a Él esta única petición mientras que
tenga oportunidad. Amigo mío, créame,
la muerte y el juicio, el cielo y el infierno, son asuntos muy diferentes
cuando usted se acerca a ellos, que cuando parece que están muy lejos de usted.
Casi he terminado y espero con todo mi corazón
que algunos de los que hayan leído estas palabras, estarán ahora conscientes de
su necesidad y desearán ser convertidos, como aquel hombre en el Nuevo
Testamento que clamó a los apóstoles: “y sacándolos,
les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30) Si ésta es su posición y si usted se
está preguntando: “¿Cómo puedo ser convertido? Necesito ser salvo, quiero ser
salvo, pero necesito saber exactamente qué debo hacer”. Entonces por última vez déjeme recordarle de su
condición y darle algunas claras indicaciones:
Primero, usted necesita entender la
necesidad y la naturaleza de la conversión verdadera. Hasta que usted
sea convertido, está todavía bajo la culpa de los pecados que usted haya
cometido y bajo la ira de Dios y la maldición de Su santa ley. Usted es un
siervo del diablo que trabaja para él en contra de Dios, en contra de sí mismo
y en contra de los demás. Usted está muerto espiritualmente, moralmente
deformado y no sabe nada de Dios ni de la santidad que El exige. Usted no es
capaz de agradar a Dios en ninguna cosa que haga. No tiene ninguna promesa de
recibir Su ayuda y diariamente está en peligro de Su justicia, no sabiendo
cuando pudiera ser arrebatado hacia la eternidad. Y ciertamente usted estará
perdido para siempre en el infierno si muere en su actual condición. Ninguna
honorabilidad ni mejoramiento moral le pueden salvar. Solamente la conversión
verdadera que produce un corazón nuevo y una vida nueva, puede impedir que
usted sea perdido para siempre.
Segundo, si usted quiere ser convertido debe pensar seria y
profundamente acerca de lo que está involucrado. La conversión no es algo trivial o
superficial. Apártese usted solo y piense seriamente acerca de porqué Dios le
creó; entonces piense acerca de la vida que usted ha vivido, los pecados que ha
cometido y el peligro en que se encuentra. Piense acerca de la brevedad de la
vida, acerca de la certeza de la muerte y del juicio, piense en el gozo del cielo
y los tormentos del infierno, y la eternidad de ambas situaciones. Piense
entonces en el amor de Cristo, en sus sufrimientos y muerte, en su gloria como
el Salvador de los hombres. Asegúrese de meditar
profundamente en todas estas cosas.
Tercero, si usted está pensando seriamente acerca de la conversión,
asegúrese de leer las Escrituras, “y que desde la niñez has sabido las Sagradas
Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es
en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 3:15); y
si puede, lea otros libros cristianos que explican la enseñanza bíblica acerca
de la salvación. No falle en asistir regularmente a un culto donde se predique fielmente la Palabra de
Dios. Dios ha ordenado la predicación como uno de los medios
principales para la conversión de los hombres. La primera carta a los Corintios
1:27 dice: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la
locura de la predicación.” También el apóstol Pablo escribió las
siguientes palabras: “Porque todo aquel que invocare el
nombre del Señor será salvo. ¿Cómo pues, invocarán a aquel en el cual no han
creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber
quien les predique?” (Romanos 10:13-14).
Cuarto, vuélvase a Dios en
oración ferviente y constante. Confiese sus pecados y pida su gracia para
iluminarle y convertirle. Pida a Dios que le perdone todo el pasado y que le dé
su Espíritu Santo para cambiarle su corazón y conducirle a una vida de
santidad. Haga
que ésta sea su oración constante.
Quinto, haga un esfuerzo decidido a abandonar todo pecado que le sea
conocido.
Intente odiar los pecados que antes amaba. Haga todo lo que pueda para dar la
espalda al pecado en todas sus diversas manifestaciones.
Sexto, si es posible cambie la clase de compañías que acostumbraba
tener. Esto no significa
abandonar a su familia o romper relaciones con sus parientes, sino que
significa tener cuidado para evitar los compañeros o las amistades pecaminosas
que no son necesarias. Busque amigos cristianos, reúnase con ellos tan
frecuentemente como pueda. Hable con ellos acerca de cómo llegar a ser creyente
y cómo vivir la vida cristiana.
Séptimo, entréguese a Cristo como el gran médico de su alma. El mismo dijo: “Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí..” (Juan.14:6) La Biblia
enseña, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay
otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos..” (Hechos.4:12) Lea y estudie todo lo que pueda
para saber quién es Cristo, qué es lo que ha hecho para salvar a los pecadores
y cómo Él está perfectamente capacitado para suplir todas sus necesidades
espirituales.
Octavo, si usted piensa seriamente en llegar a ser creyente, entonces
actúe con urgencia. Si
usted no está dispuesto a llegar a ser creyente hoy, no está del todo
dispuesto. Recuerde una vez más que si todavía no es convertido, todavía está
muerto en “delitos y pecados” (Efesios 2:1), todavía está bajo la ira de Dios y
al borde de la muerte y del infierno. Ninguna
persona en su juicio podría estar tranquila en esa condición. Si usted se
diera cuenta del peligro en que está, de la pérdida que está sufriendo y de la
vida mejor y la seguridad que pudiera tener, no se dilataría ni un momento más.
Su vida es corta e incierta, y qué desastroso sería si muriera en un momento
sin volverse a Dios. Usted ya ha esperado demasiado tiempo, ya ha pecado
demasiado en contra de Dios. Cada día que usted se dilata, el pecado cobra
nuevas fuerzas y la conversión se hace cada vez más difícil e improbable. No se
atreva a aplazar estas cosas hasta llegar al fin de su vida, porque no sabe cuánto
tiempo le queda, porque para entonces Dios le pudiera haber reprobado y usted
será perdido para siempre.
Noveno, si usted quiere volverse a Dios y vivir, hágalo sin reservas y
en forma absoluta y total. Hacerlo a medias no basta; usted no puede dividir su corazón entre
Cristo y el mundo, ni apartarse de algunos pecados y conservar el resto.
Intentar hacer esto sería engañarse a sí mismo. Usted tiene que estar dispuesto
a abandonar todo si quiere ser un verdadero seguidor de Cristo, como El mismo
lo expresó: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no
renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo..” (Lucas14:33) Si usted no quiere tener a Cristo en
estas condiciones, si Dios y la gloria no son suficientes para usted, sino que
quiere también aferrarse a las cosas terrenales, entonces es en vano pensar que
usted pudiera ser salvo. Tampoco es suficiente llegar a ser religioso. Es
posible ser religioso y todavía ser completamente egoísta, con su propio
placer, posesiones y confort como sus metas principales. Pero esto le condenará
tan seguramente como si usted viviera abiertamente en el pecado.
Finalmente, si quiere volverse a Dios y vivir, hágalo firme y
decididamente, y no como si los asuntos involucrados estuvieran en duda. No permita ningún titubeo, como si estuviera
inseguro de qué sería mejor: ¿Dios o su propia naturaleza pecaminosa como
Señor? ¿El pecado o la santidad como mejor forma de vida? ¿El cielo o el
infierno como el mejor destino? En cambio, haga un rompimiento claro con el
pecado y un compromiso claro con Cristo.
Una vez decidido no cambie de opinión; entréguese a sí mismo y todo lo que
tiene en las manos de Dios. Hágalo antes de ir a dormir el día de hoy, antes de que se
mueva de donde está, antes de que el diablo tenga oportunidad para distraerle.
Ahora mismo, mientras que lee estas palabras,
vuélvase a Dios y pídale que le salve. Sus promesas permanecen tan
ciertas hoy, como cuando las otorgó por vez primera, “Me
buscaréis y me hallaréis, cuando me buscaréis de todo corazón.” (Jeremías 29:13)
¿Cuáles serán los resultados de su conversión?
En primer lugar, de inmediato llegará a ser uno de los “miembros de la
familia de Dios” (Efesios .2:19) Así que ya
no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y
miembros de la familia de Dios,. Usted recibirá una vida nueva, la cual
será “y revestido del nuevo, el cual conforme a la
imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, ” (Colosenses 3:10).
El Señor Jesucristo será su propio salvador personal. Usted será salvo de la tiranía de satanás, del dominio del pecado y
del juicio de la ley divina. Todos sus pecados le serán perdonados. Usted será adoptado como hijo de Dios,
y tendrá libertad para acudir libremente a Él en la oración en toda situación,
sabiendo que Él está dispuesto a escucharle. El Espíritu Santo vivirá dentro de usted, enseñándole a entender
las Escrituras, guiándole en su vida diaria y ayudándole a ser santo. Usted llegará a formar parte del
compañerismo de todos los creyentes verdaderos. Usted será capacitado para servir a Dios y ser de ayuda para otras
personas. Recibirá todo lo que es verdaderamente bueno para usted, y le
será concedida gracia para soportar cualquier aflicción que Dios en Su
sabiduría fuera a permitir. Usted sabrá
algo de lo que significa tener una relación viva con Dios el Espíritu Santo.
Especialmente al leer la Biblia y al
orar, y en la adoración pública, su alma se alimentará de la Palabra de Dios.
Usted será unido a aquellos que aunque viven en la tierra son “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados. (Romanos
8:17) Usted
podrá morir y vivir en paz porque por medio de la fe, ya habrá
visto, la certidumbre de la gloria eterna que le espera en el cielo. Estas son
algunas de las bendiciones que serán suyas en esta vida, y habrá aún más
grandes bendiciones en el cielo. Cuando
usted muera su alma irá de inmediato a estar con Cristo, lo cual es “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo
deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;” (Filipenses 1:23). En el día del juicio, su alma y
su cuerpo serán justificados y glorificados, para que usted pueda entrar a la
plenitud del gozo eterno el cual Dios le ha preparado. En el cielo su cuerpo
que era “corruptible” será “incorruptible”; y aquello que fue sembrado en
deshonra , será resucitado con “gloria” (1 Corintios
15:42-43 Así también es la resurrección de los
muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. 43 Se siembra en deshonra, resucitará en gloria;
se siembra en debilidad, resucitará en poder.). Usted nunca jamás
volverá a experimentar hambre, sed, cansancio, enfermedad, pecado, vergüenza,
tristeza o muerte. Usted será perfecto y finalmente librado de todas estas
cosas, y perfectamente capacitado para conocer, amar y adorar a Dios. Junto con
los demás habitantes en el cielo, usted verá la gloria indescriptible de Dios y
podrá amarle y adorarle perfectamente para siempre. Su propia gloria contribuirá
a la gloria del cielo; no será algo personal o egoísta. Aún más, su gloria
contribuirá a la gloria de su salvador Jesucristo, quien sabrá que su gloria
fue conseguida por el “Verá el fruto de la aflicción de
su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo
a muchos, y llevará las iniquidades de ellos..” (Isaías 53:11) Y Dios el
Padre será glorificado en la glorificación de usted. No solo recibiendo su
adoración, sino viendo la consumación de
Su obra gloriosa de salvación en usted, y compartiendo Su gloria con usted.
Aún los creyentes más pobres y débiles disfrutarán todas estas cosas para siempre.
Pero usted debe recordar que ninguna
de estas bendiciones pueden ser suyas a menos que sea verdaderamente
convertido; ser convertido verdaderamente significa volverse de todo corazón
del mundo, del diablo y de la carne. Significa volverse del mundo, el
cual siempre está tratando de atraparle; de la carne (su propio “yo” carnal),
la cual siempre exige ser complacida; y del diablo quien le engaña para que
desobedezca a Dios. Pero la conversión
incluye no solo volverse de, sino también volverse a. Usted tiene que
volverse a Dios el Padre quien le llama, al Señor Jesucristo quien es el único
camino al Padre, y al Espíritu Santo quien es el único que le puede capacitar
para volverse. Usted tiene que volverse a los medios de gracia
(la Biblia, la oración y la iglesia) que Dios ha provisto para usted; y tiene
que volverse a buscar la santidad de vida. Debe haber
arrepentimiento genuino y fe.
Que
Dios le bendiga. ¡Maranatha!
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