} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVIDENCIAS DE LA CONVERSION Final

martes, 18 de enero de 2022

EVIDENCIAS DE LA CONVERSION Final

  Ezequiel 33:11-12:

11 Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?

 12  Y tú, hijo de hombre, dí a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no lo librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día que pecare.

 

 ¿No está usted dispuesto a admitir que algunos de los puntos en anteriores estudios le describen? Si no es así, considere los siguientes puntos para usted:

1. Destruirse a sí mismo es un pecado contra el primer principio de su naturaleza, es decir, el instinto de conservación. Cuando Jesús dijo: “Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mateo 19:19), se infiere que usted se ame a sí mismo. Pero si usted se ama a sí mismo tan poco que está dispuesto a arrojarse al infierno, entonces solo podemos concluir que usted estaría dispuesto a llevar a todo el mundo consigo.

 2. Al vivir para gratificar solo sus propios deseos egoístas, usted se está haciendo el peor daño posible. Si usted realmente quiere el placer duradero, las riquezas inagotables y el honor eterno, es el colmo de la necedad buscar estas cosas en el camino que conduce al infierno.

 3. Cuán trágico es que usted se está haciendo a sí mismo algo que ninguna otra persona en la tierra o en el infierno le pueden hacer. Si todo el mundo estuviera contra usted, y si cada demonio en el infierno se uniera a ellos, no podrían forzarle a usted a pecar o a destruirse a sí mismo sin su consentimiento. Si usted sabe que el diablo es su enemigo y que anhela destruirle, entonces, ¿Por qué hacer algo que todos los demonios del infierno no le pueden obligar a hacer? Cuando usted peca deliberadamente, cuando da la espalda a la piedad, cuando rechaza el llamamiento de Dios, se está hiriendo a sí mismo en la peor forma posible, y está haciendo algo que los peores hombres y demonios no le podrían hacer.

 4. Usted está traicionando una confianza sagrada la cual Dios le ha dado. Dios dice, “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:23), pero al vivir descuidadamente, usted está traicionando esa confianza.

5. Al rehusar escuchar a aquellos que tratan de ayudarle, usted está asegurando que en el día del juicio Dios rehusará escuchar sus clamores por ayuda. El será perfectamente justificado en volverle la espalda, porque cuando usted tenía la oportunidad, no tuvo misericordia de sí mismo y no escuchó a aquellos que le querían ayudar.

6. Será más terrible de lo que las palabras pueden expresar, acordarse en el infierno que usted trajo todo esto sobre sí mismo. Le torturará para siempre recordar que fue advertido una y otra vez, y que pecó con un entendimiento claro de lo que estaba haciendo. Será horrible recordar que usted repetida y deliberadamente tapó sus oídos ante la voz de Dios, que rehusó la oferta de perdón que Cristo le hizo, y todo esto por el amor de los placeres terrenales y la búsqueda de su propia satisfacción. La Biblia dice:¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría, No teniendo entendimiento?” (Proverbios 17:16). Será doloroso recordar que usted tuvo a su disposición los medios para obtener la vida eterna, pero no quiso pagar el precio de volverse de sus pecados. La palabra de Dios le recuerda lo mismo: “Atended el consejo, y sed sabios, Y no lo menospreciéis. 34  Bienaventurado el hombre que me escucha,  Velando a mis puertas cada día, Aguardando a los postes de mis puertas. 35  Porque el que me halle, hallará la vida, Y alcanzará el favor de Jehová. 36  Mas el que peca contra mí, defrauda su alma; Todos los que me aborrecen aman la muerte..” (Proverbios 8:33-36)

 

Me duele pensar que después de todos los estudios y principios que le he presentado,  el mundo, la carne y el diablo tengan un control tan fuerte sobre usted, que usted permanezca igual después de estas lecturas. Si así es el caso, Dios sabe que puedo decir igual como uno de los profetas en el Antiguo Testamento que: “Mas yo no he ido en pos de ti para incitarte a su castigo, ni deseé día de calamidad, tú lo sabes. Lo que de mi boca ha salido, fue en tu presencia.” (Jeremías 17:16). Quebrantaría mi corazón si resultase que toda esta lectura fue en vano. Me temo que usted sea excluido del cielo y encerrado en el infierno y tengo que preguntarle una vez más ¿Qué va a hacer? ¿Se volverá o morirá? Me siento como un doctor diciéndole a su paciente gravemente enfermo, la única manera en que puede sobrevivir es cambiando su estilo de vida y tomando el medicamento recetado. ¿Qué pensaría usted de una persona que rehusara tal consejo? Pero usted está exactamente en esa posición. Pero si usted se vuelve de su pecado y confía en Cristo, tendrá vida eterna. Y no estamos tratando solamente con la enfermedad física. Si este fuera el caso, usted podría ser detenido por la fuerza de hacerse daño. Si fuera necesario, la medicina que salvara su vida, podría ser metida a fuerza en su garganta. Pero esto no es aplicable en la enfermedad del alma. Usted no puede ser salvo contra su voluntad, no será arrastrado al cielo mediante una camisa de fuerza. Dios ha ordenado que la voluntad del hombre tenga que desempeñar un papel crucial en su salvación. Nadie va al cielo o al infierno en contra de su voluntad; por el contrario, cada quien escoge ir al cielo o al infierno.

 

 ¡Si usted sólo fuera sincero y decidido de todo corazón! Es trágico que los hombres son tan necios y reaccionan negativamente en un asunto tan importante, pero son tan sensibles y corteses en las cosas pequeñas. Hasta lo que yo sé, la mayoría de la gente que vive alrededor de mí, estaría dispuesta a hacerme cualquier favor razonable que pudiera; pero cuando les pido la cosa más grande del mundo (no para beneficiarme a mí, sino a ellos), lo máximo que mucho de ellos me darán será, escucharme pacientemente. Hay muchas personas que tratan a los predicadores así. Parece que dudan de si el predicador habla en serio o no. Si yo fuera a advertir a la gente del peligro de las arenas movedizas, o cualquier otro peligro, me harían caso; pero cuando son advertidos de que el diablo les ha puesto en una trampa, que el pecado les está envenenando y que no debieran tratar al infierno la ligera, ellos siguen adelante como si no hubieran oído ninguna palabra. Pero este asunto es serio y digo estas palabras con absoluta seriedad. Espero que si mi vida estuviera en peligro y usted tuviera los medios para salvarme, lo hiciera. Si necesitara desesperadamente un vaso de agua o un plato de comida, o una poca de ropa para no morir de frío, ¿No me lo daría? Entonces, véame ahora como un mendigo, pero no como uno que está rogando para que su propia vida se salve, sino por la suya; y no solo por su cuerpo sino por su alma. Le ruego ahora como si estuviera ante usted, que escuche la voz de Dios y se vuelva a Cristo para ser salvo. No importa cuán ignorante o descuidado o hundido en el pecado haya estado, ni tampoco cuantas veces no ha hecho caso en el pasado. Le ruego que no siga ni un día más en su condición perdida, sino que invoque a Dios para que le conceda su gracia y le haga una criatura nueva, a fin de que usted pueda escapar de los horrores del infierno. Si me concediera cualquier cosa, concédame esto, que usted se volverá de su camino pecaminoso y vivirá. Usted puede negarme cualquier otra cosa a condición de que me conceda esto, porque si me negara esto, no habría ninguna cosa que me pudiera dar a cambio. Si usted pudiera hacer algo por Aquel que le creó y que murió para que los pecadores vivieran; entonces no rechace esto, porque si lo hace, no hay ninguna otra cosa que le pudiera dar. Como usted quiere que El escuche sus oraciones, que le conceda sus peticiones y que le brinde socorro en el momento de la muerte y en el día del juicio, entonces, no le niegue a Él esta única petición mientras que tenga oportunidad. Amigo mío, créame, la muerte y el juicio, el cielo y el infierno, son asuntos muy diferentes cuando usted se acerca a ellos, que cuando parece que están muy lejos de usted.

Casi he terminado y espero con todo mi corazón que algunos de los que hayan leído estas palabras, estarán ahora conscientes de su necesidad y desearán ser convertidos, como aquel hombre en el Nuevo Testamento que clamó a los apóstoles: “y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30) Si ésta es su posición y si usted se está preguntando: “¿Cómo puedo ser convertido? Necesito ser salvo, quiero ser salvo, pero necesito saber exactamente qué debo hacer”. Entonces por última vez déjeme recordarle de su condición y darle algunas claras indicaciones:

 Primero, usted necesita entender la necesidad y la naturaleza de la conversión verdadera. Hasta que usted sea convertido, está todavía bajo la culpa de los pecados que usted haya cometido y bajo la ira de Dios y la maldición de Su santa ley. Usted es un siervo del diablo que trabaja para él en contra de Dios, en contra de sí mismo y en contra de los demás. Usted está muerto espiritualmente, moralmente deformado y no sabe nada de Dios ni de la santidad que El exige. Usted no es capaz de agradar a Dios en ninguna cosa que haga. No tiene ninguna promesa de recibir Su ayuda y diariamente está en peligro de Su justicia, no sabiendo cuando pudiera ser arrebatado hacia la eternidad. Y ciertamente usted estará perdido para siempre en el infierno si muere en su actual condición. Ninguna honorabilidad ni mejoramiento moral le pueden salvar. Solamente la conversión verdadera que produce un corazón nuevo y una vida nueva, puede impedir que usted sea perdido para siempre.

Segundo, si usted quiere ser convertido debe pensar seria y profundamente acerca de lo que está involucrado. La conversión no es algo trivial o superficial. Apártese usted solo y piense seriamente acerca de porqué Dios le creó; entonces piense acerca de la vida que usted ha vivido, los pecados que ha cometido y el peligro en que se encuentra. Piense acerca de la brevedad de la vida, acerca de la certeza de la muerte y del juicio, piense en el gozo del cielo y los tormentos del infierno, y la eternidad de ambas situaciones. Piense entonces en el amor de Cristo, en sus sufrimientos y muerte, en su gloria como el Salvador de los hombres. Asegúrese de meditar profundamente en todas estas cosas.

Tercero, si usted está pensando seriamente acerca de la conversión, asegúrese de leer las Escrituras,y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.” (2 Timoteo 3:15); y si puede, lea otros libros cristianos que explican la enseñanza bíblica acerca de la salvación. No falle en asistir regularmente a un culto donde se predique fielmente la Palabra de Dios. Dios ha ordenado la predicación como uno de los medios principales para la conversión de los hombres. La primera carta a los Corintios 1:27 dice: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.” También el apóstol Pablo escribió las siguientes palabras: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo. ¿Cómo pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Romanos 10:13-14).

 Cuarto, vuélvase a Dios en oración ferviente y constante. Confiese sus pecados y pida su gracia para iluminarle y convertirle. Pida a Dios que le perdone todo el pasado y que le dé su Espíritu Santo para cambiarle su corazón y conducirle a una vida de santidad. Haga que ésta sea su oración constante.

Quinto, haga un esfuerzo decidido a abandonar todo pecado que le sea conocido. Intente odiar los pecados que antes amaba. Haga todo lo que pueda para dar la espalda al pecado en todas sus diversas manifestaciones.

Sexto, si es posible cambie la clase de compañías que acostumbraba tener. Esto no significa abandonar a su familia o romper relaciones con sus parientes, sino que significa tener cuidado para evitar los compañeros o las amistades pecaminosas que no son necesarias. Busque amigos cristianos, reúnase con ellos tan frecuentemente como pueda. Hable con ellos acerca de cómo llegar a ser creyente y cómo vivir la vida cristiana.

Séptimo, entréguese a Cristo como el gran médico de su alma. El mismo dijo: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí..” (Juan.14:6) La Biblia enseña, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos..” (Hechos.4:12) Lea y estudie todo lo que pueda para saber quién es Cristo, qué es lo que ha hecho para salvar a los pecadores y cómo Él está perfectamente capacitado para suplir todas sus necesidades espirituales.

Octavo, si usted piensa seriamente en llegar a ser creyente, entonces actúe con urgencia. Si usted no está dispuesto a llegar a ser creyente hoy, no está del todo dispuesto. Recuerde una vez más que si todavía no es convertido, todavía está muerto en “delitos y pecados” (Efesios 2:1), todavía está bajo la ira de Dios y al borde de la muerte y del infierno. Ninguna persona en su juicio podría estar tranquila en esa condición. Si usted se diera cuenta del peligro en que está, de la pérdida que está sufriendo y de la vida mejor y la seguridad que pudiera tener, no se dilataría ni un momento más. Su vida es corta e incierta, y qué desastroso sería si muriera en un momento sin volverse a Dios. Usted ya ha esperado demasiado tiempo, ya ha pecado demasiado en contra de Dios. Cada día que usted se dilata, el pecado cobra nuevas fuerzas y la conversión se hace cada vez más difícil e improbable. No se atreva a aplazar estas cosas hasta llegar al fin de su vida, porque no sabe cuánto tiempo le queda, porque para entonces Dios le pudiera haber reprobado y usted será perdido para siempre.

Noveno, si usted quiere volverse a Dios y vivir, hágalo sin reservas y en forma absoluta y total. Hacerlo a medias no basta; usted no puede dividir su corazón entre Cristo y el mundo, ni apartarse de algunos pecados y conservar el resto. Intentar hacer esto sería engañarse a sí mismo. Usted tiene que estar dispuesto a abandonar todo si quiere ser un verdadero seguidor de Cristo, como El mismo lo expresó: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo..” (Lucas14:33) Si usted no quiere tener a Cristo en estas condiciones, si Dios y la gloria no son suficientes para usted, sino que quiere también aferrarse a las cosas terrenales, entonces es en vano pensar que usted pudiera ser salvo. Tampoco es suficiente llegar a ser religioso. Es posible ser religioso y todavía ser completamente egoísta, con su propio placer, posesiones y confort como sus metas principales. Pero esto le condenará tan seguramente como si usted viviera abiertamente en el pecado.

Finalmente, si quiere volverse a Dios y vivir, hágalo firme y decididamente, y no como si los asuntos involucrados estuvieran en duda. No permita ningún titubeo, como si estuviera inseguro de qué sería mejor: ¿Dios o su propia naturaleza pecaminosa como Señor? ¿El pecado o la santidad como mejor forma de vida? ¿El cielo o el infierno como el mejor destino? En cambio, haga un rompimiento claro con el pecado y un compromiso claro con Cristo. Una vez decidido no cambie de opinión; entréguese a sí mismo y todo lo que tiene en las manos de Dios. Hágalo antes de ir a dormir el día de hoy, antes de que se mueva de donde está, antes de que el diablo tenga oportunidad para distraerle. Ahora mismo, mientras que lee estas palabras, vuélvase a Dios y pídale que le salve. Sus promesas permanecen tan ciertas hoy, como cuando las otorgó por vez primera, “Me buscaréis y me hallaréis, cuando me buscaréis de todo corazón.” (Jeremías 29:13)

¿Cuáles serán los resultados de su conversión?

En primer lugar, de inmediato llegará a ser uno de los “miembros de la familia de Dios” (Efesios .2:19) Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,. Usted recibirá una vida nueva, la cual será “y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, ” (Colosenses 3:10).

El Señor Jesucristo será su propio salvador personal. Usted será salvo de la tiranía de satanás, del dominio del pecado y del juicio de la ley divina. Todos sus pecados le serán perdonados. Usted será adoptado como hijo de Dios, y tendrá libertad para acudir libremente a Él en la oración en toda situación, sabiendo que Él está dispuesto a escucharle. El Espíritu Santo vivirá dentro de usted, enseñándole a entender las Escrituras, guiándole en su vida diaria y ayudándole a ser santo. Usted llegará a formar parte del compañerismo de todos los creyentes verdaderos. Usted será capacitado para servir a Dios y ser de ayuda para otras personas. Recibirá todo lo que es verdaderamente bueno para usted, y le será concedida gracia para soportar cualquier aflicción que Dios en Su sabiduría fuera a permitir. Usted sabrá algo de lo que significa tener una relación viva con Dios el Espíritu Santo. Especialmente al leer la Biblia y al orar, y en la adoración pública, su alma se alimentará de la Palabra de Dios. Usted será unido a aquellos que aunque viven en la tierra son “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. (Romanos 8:17) Usted podrá morir y vivir en paz porque por medio de la fe, ya habrá visto, la certidumbre de la gloria eterna que le espera en el cielo. Estas son algunas de las bendiciones que serán suyas en esta vida, y habrá aún más grandes bendiciones en el cielo. Cuando usted muera su alma irá de inmediato a estar con Cristo, lo cual es “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor;” (Filipenses 1:23). En el día del juicio, su alma y su cuerpo serán justificados y glorificados, para que usted pueda entrar a la plenitud del gozo eterno el cual Dios le ha preparado. En el cielo su cuerpo que era “corruptible” será “incorruptible”; y aquello que fue sembrado en deshonra , será resucitado con “gloria” (1 Corintios 15:42-43 Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. 43  Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.). Usted nunca jamás volverá a experimentar hambre, sed, cansancio, enfermedad, pecado, vergüenza, tristeza o muerte. Usted será perfecto y finalmente librado de todas estas cosas, y perfectamente capacitado para conocer, amar y adorar a Dios. Junto con los demás habitantes en el cielo, usted verá la gloria indescriptible de Dios y podrá amarle y adorarle perfectamente para siempre. Su propia gloria contribuirá a la gloria del cielo; no será algo personal o egoísta. Aún más, su gloria contribuirá a la gloria de su salvador Jesucristo, quien sabrá que su gloria fue conseguida por el “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos..” (Isaías 53:11) Y Dios el Padre será glorificado en la glorificación de usted. No solo recibiendo su adoración, sino viendo la consumación de Su obra gloriosa de salvación en usted, y compartiendo Su gloria con usted. Aún los creyentes más pobres y débiles disfrutarán todas estas cosas para siempre. Pero usted debe recordar que ninguna de estas bendiciones pueden ser suyas a menos que sea verdaderamente convertido; ser convertido verdaderamente significa volverse de todo corazón del mundo, del diablo y de la carne. Significa volverse del mundo, el cual siempre está tratando de atraparle; de la carne (su propio “yo” carnal), la cual siempre exige ser complacida; y del diablo quien le engaña para que desobedezca a Dios. Pero la conversión incluye no solo volverse de, sino también volverse a. Usted tiene que volverse a Dios el Padre quien le llama, al Señor Jesucristo quien es el único camino al Padre, y al Espíritu Santo quien es el único que le puede capacitar para volverse. Usted tiene que volverse a los medios de gracia (la Biblia, la oración y la iglesia) que Dios ha provisto para usted; y tiene que volverse a buscar la santidad de vida. Debe haber arrepentimiento genuino y fe.


 Que Dios le  bendiga. ¡Maranatha!

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