Ezequiel 33:11 Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?
La fe es como un tipo de visión, es el ojo del
alma, la evidencia de las cosas que no podemos ver. Si creemos en Dios es como
si estuviéramos viéndolo. Esto es por qué estoy tan seguro y hablando tan en
serio sobre estas tremendas verdades. Si un amigo suyo fuera a morir mañana y
luego regresara a la tierra para decirle lo que había visto, ¿Estaría dispuesto
a creerlo? ¿Podría no creerle y no poner atención a lo que le dijera? ¿Desearía
que él no le dijera la verdad? y ¿No se apresuraría a escucharle y a tomar en
su corazón lo que él le dijera? Pero nada de esto sucederá. La manera en que
Dios le enseñará es por medio de la predicación fiel y la enseñanza de las
Escrituras, Dios no cambiará su método para agradar a los
incrédulos. Es por eso que le ruego que me escuche ahora, como si escuchase a
alguien que ha regresado de entre los muertos para hablarle. Le aseguro de la
veracidad de lo que le estoy diciendo, tan ciertamente como si yo hubiera visto
estas cosas con mis propios ojos. Después de todo, sería posible que alguien
regresara de los muertos para mentir acerca de lo que hubiera visto, pero Jesucristo jamás
puede mentir, y la Palabra de Dios dada a nosotros por el Espíritu Santo, jamás
le puede engañar. Usted tiene que creer estas verdades o será
perdido. Si usted cree que la Palabra de
Dios es verdad, si le preocupa en cualquier sentido la salvación de su alma, le
ruego que escudriñe su corazón y que se haga a sí mismo las siguientes
preguntas: ¿Realmente es verdad que debo volverme o morir? ¿Debo ser
convertido o condenado? ¿No sería conveniente hacer algo antes de que sea
demasiado tarde? ¿Por qué no he hecho algo hasta ahora? ¿Por qué he corrido el
peligro descuidando algo que es tan importante? Mientras que usted medite en
estas preguntas, dé gracias
a Dios de que no ha cortado ya su vida terrenal antes de que tuviera esperanza
alguna de la vida eterna. Entonces, asegúrese de que ya no va a ser
negligente en este asunto. Sea honesto con Dios y continúe preguntándose el
tipo de preguntas que le ayudarán a descubrir si es realmente convertido o no.
¿Ha realizado Dios un gran cambio en mi vida? ¿Me ha enseñado el Espíritu Santo
la vileza de mis pecados, mi necesidad de un salvador, el gran amor de Cristo
por los pecadores y las glorias de Dios y del cielo? ¿Ha sido quebrantado mi
corazón y humillado por mi vida pasada? ¿He recibido a Jesucristo como mi Señor
y Salvador? ¿Odio mi pecaminosa vida pasada y cada remanente de pecado que
queda en mí? ¿Doy la espalda al pecado como mi enemigo mortal? ¿Estoy decidido
a vivir una vida de santidad y obediencia a Dios? ¿Amo la santidad y me deleito
en la obediencia? ¿Puedo decir verdaderamente que estoy muerto al mundo y al
“yo” carnal, y que vivo para Dios y para la gloria que Él ha prometido? ¿Pienso
más acerca del cielo que de la tierra? ¿Me es más querido Dios que cualquiera
otra persona? ¿En lugar de darle y servir a Dios lo que sobra de mi vida, ahora
tiene mi vida una nueva dirección y una nueva meta? ¿He puesto mis esperanzas y
mi corazón en el cielo? ¿Anhelo ir allí para ver el rostro de Dios y vivir para
siempre en su amor y alabanza? Cuando peco, ¿está en contra de la inclinación
general de mi corazón? ¿Me está capacitando Dios para vencer todos mis graves
pecados, y anhelo acabar con toda debilidad moral? Esto es un examen escudriñador, pero seguramente le ayudará a ver si es
usted verdaderamente convertido o no. Si existe alguna duda acerca de su
condición, este es el momento para resolver sus dudas, porque pronto viene el
día cuando el juez de todos los hombres las resolverá para usted. Seguramente
usted se conoce a sí mismo lo suficiente como para determinar si es convertido
o no. Si no lo es, no tiene caso halagarse a sí mismo con orgullo y con
esperanzas falsas. ¿Por qué seguir engañándose a sí mismo más? Más bien, clame a Dios por la gracia que le
ayudará a ser convertido. Si usted se retrasa más, corre el riesgo de ser
abandonado por Dios o de ser arrebatado por la muerte, y entonces será
demasiado tarde. No hay ningún lugar
para el arrepentimiento después de la muerte. Tiene que ser ahora o nunca.
Todo lo que le pido es esto: examine su
corazón para ver si es verdaderamente convertido o no. Si usted está todavía
inseguro, busque algún ministro piadoso del evangelio y pídale ayuda. Este
asunto es tan importante que no debería dejar que ninguna cosa le impidiera
hacerlo. Los ministros piadosos son una parte de la provisión divina para el
bien de nuestras almas, igual como los doctores lo son para el bien de nuestros
cuerpos. Miles de personas piensan que son convertidas cuando no lo son. Ellos rehúsan
escuchar cuando les llamamos a volverse a Dios porque piensan que mientras que
evitan algunos de los pecados más feos, ya están convertidas y caminando en la
dirección correcta, cuando la verdad es que evidentemente están viviendo para
sí mismos y desconocen a Dios y la vida eterna.
Rehúsan pensar seriamente acerca de esto y
ocupar unas cuantas horas examinando su condición espiritual, ¡Si sólo supieran
el peligro en que se encuentran! ¡Si sólo supieran que un Dios misericordioso
está dispuesto a hacer tanto para salvarles, mientras que ellos hacen tan poco!
¿Es esta la verdad acerca de usted? Si así es, el diablo ha cegado su mente y
le ha hecho creer que ya es salvo. Si
usted supiera que no está en el camino hacia el cielo y que estaría perdido
para siempre si muriera en su estado presente, ¿Se atrevería a dormir esta
noche? ¿Se atrevería a vivir otro día en esta condición, podría volver a
reírse y estar feliz, sabiendo que en cualquier momento podría encontrarse
siendo arrebatado al infierno? Seguramente clamaría a Dios por un corazón nuevo
y buscaría la ayuda de quienes le pudieran aconsejar. No es posible que usted
quiera ser condenado. Entonces, le ruego
que escudriñe su corazón y que siga haciéndolo hasta que conozca cuál es su
condición.
Si encuentra que usted es verdaderamente
convertido, entonces puede regocijarse y esforzarse para continuar viviendo una
vida piadosa; pero si encuentra que no es así, tiene que dar a este asunto su
atención urgentemente. ¿Lo hará ahora? ¿Se examinará a sí mismo? ¿Es ésta una
petición irracional? Su consciencia sabe que no es así. Entonces, haga lo que
Dios le manda hacer, recordando que pronto comparecerá ante El en el día del
juicio. Por el bien de su alma eterna, la cual tiene que volverse o morir,
asegúrese de que usted está parado en tierra firme. No se atreva a poner en
riesgo su alma siendo negligente o descuidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario