} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 9; 57-62

jueves, 20 de enero de 2022

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 9; 57-62

 Capítulo 9; 57-62

 57  Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.

 58  Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

 59  Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

 60  Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.

 61  Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

 62  Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.  

       

Aquí tenemos lo que les dijo Jesús a tres posibles seguidores.

(i) Su consejo al primero fue: «Antes de hacerte seguidor mío, considera lo que te va a costar.» Nadie podrá decir que le indujeron a seguir a Jesús con falsas promesas.  Nada  sabemos del nombre de estas personas. Nada sabemos del efecto que las palabras de nuestro Señor produjeron en esos tres seguidores. Más no debemos dudar que cada  dicho fue dirigido de modo que se adaptase al carácter de cada una de las tres personas, y estemos seguros que el pasaje tiene por objeto principal excitar en  nosotros el examen de nuestros corazones. El primero de estos dichos fue dirigido a un hombre que se ofreció como discípulo espontáneamente y sin  condición alguna. "Señor," dijo este, "yo te seguiré donde quiera que fueres." Esta oferta parecía buena. Al parecer revelaba mejores sentimientos que los  de otros muchos hombres. Millares de personas oyeron los sermones de nuestro Señor y nunca pensaron en decir lo que ese hombre dijo. Empero el que hizo  esa oferta habló evidentemente sin reflexión. Jamás había considerado cuales eran los deberes del discípulo. No había "calculado el costo;" y por esto  necesitaba la grave respuesta que se le dio: "Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar su  cabeza." Debía meditar bien lo que iba a emprender. No debía suponer que el servicio de Cristo iba a presentarla otra cosa tan solo placeres y un camino  sembrado de rosas. ¿Estaba dispuesto para esto? ¿Estaba preparado a "sufrir el mal?" 2Timoteo 2:3 Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.  Si no, le era mejor abandonar la idea de hacerse  discípulo.

Las palabras de nuestro Señor nos manifiestan que él quiere que todos los que profesan el Cristianismo y se llaman cristianos tengan presente que les es  menester tomar la cruz; y que cuenten con ser despreciados, y afligidos, y atormentados como su Maestro. Él no quiere que ninguno entre en sus filas por  falsos e indignos motivos. Es su deseo que se comprenda claramente que tenemos que luchar, y sufrir, y padecer, y trabajar mucho si nos proponemos  seguirle. Él está pronto a darnos la salvación, "sin dinero y sin precio." Gracia durante el camino, y gloria al fin serán dadas a todo pecador que viene a él.

Mas Él no quiere que ignoremos que hemos de tener enemigos mortales--el mundo, la carne, y el demonio; y que muchos nos aborrecerán, nos  calumniarán, y nos perseguirán si nos hacemos Sus discípulos. No es Su ánimo desanimarnos, pero sí que sepamos la verdad.

Bueno habría sido para la iglesia si la admonición de nuestro Señor hubiera sido meditada con más frecuencia. Muchos principian la vida religiosa, llenos de  ardor y celo, y pronto pierden su primer amor, y vuelven otra vez al mundo. Les gusta el uniforme nuevo, y la remuneración, y el nombre de soldado  cristiano. Nunca piensan en la vigilancia, y las batallas, y las heridas, y los conflictos, y todo lo que el soldado cristiano tiene que sufrir. No olvidemos jamás  esta lección. No debe impedirnos que empecemos a servir a Cristo, pero debe hacernos cautos y humildes, e impulsarnos a implorar la gracia divina. Si no  estamos dispuestos a tomar parte en las tribulaciones que sobrevienen al hombre por amor do Cristo, no debemos esperar tener parte alguna en la gloria  celestial. Jesús le hacía a la gente el honor de colocarles el listón tan alto que ya no cabía más. Es posible que le hayamos hecho un flaco servicio a la iglesia dejando que la gente se crea que no hay gran diferencia entre el que es miembro y el que no lo es. Deberíamos decir que impone la mayor diferencia del mundo. Tendríamos menos gente; pero los que hubiera estarían comprometidos con Cristo de verdad.

(ii) Lo que le dijo Jesús al segundo suena duro, pero puede que no lo fuera tanto. Lo más seguro es que el padre de aquél no estuviera muerto, ni casi. Es probable que quisiera decir: «Te seguiré cuando se me haya muerto mi padre.»   Esta petición en sí misma era inocente'; mas, en aquella hora, era inoportuna. Asuntos de mucha  más importancia que los funerales de un padre, exigían la atención inmediata del hombre. Había siempre muchas gentes dispuestas y aptas para encargarse  de un entierro; y, por otra parte, había en aquellos momentos urgente necesidad de trabajadores que se encargasen de la viña del Señor; por esto la súplica  del hombre dio motivo para que nuestro Señor profiriese esta solemne réplica: "Deja a los muertos que entierren a sus muertos; mas tú ve, y anuncia el reino  de Dios...

Estas palabras nos enseñan que no debemos dejar que nuestros deberes sociales y de familia se antepongan a nuestro deber para con Dios. Funerales, bodas,  visitas de cortesía y otras cosas semejantes, no son incuestionablemente pecaminosas en sí mismas. Pero cuando absorben el tiempo del creyente, y le  impiden cumplir con algún deber religioso, se convierten en asechanzas contra el alma. Que los hombres del mundo, y los no convertidos, les permitan  ocupar todo su tiempo y todos sus pensamientos, no es de admirar: no conocen nada más elevado, ni mejor, ni más importante. "Deja a los muertos el  enterrar a sus muertos." Pero los herederos la gloria, y los hijos del Rey de reyes, deben ser hombres de distinto carácter. Deben manifestar claramente por  medio de su conducta, que el otro mundo es la gran realidad que ocupa constantemente sus pensamientos; y no deben avergonzarse de que el mundo vea que  no tienen tiempo para regocijarse, o para entristecerse como los otros que no tienen esperanza. 1Tesalonicenses_4:18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.  . Delante de sí está la obra de su Maestro, y ella  ocupa principalmente atención. Son en el mundo sacerdotes de Dios, y, como los sacerdotes de los tiempos antiguos, tienen que restringir su tristeza dentro  de ciertos límites. Levítico_21:1 Jehová dijo a Moisés: Habla a los sacerdotes hijos de Aarón, y diles que no se contaminen por un muerto en sus pueblos.  "El lamentar," dice un teólogo antiguo, "no debe impedir el trabajar," y no debemos dar rienda a la tristeza. Lo que Jesús quería dejar bien claro es que en todo hay un momento crucial; si se deja pasar la oportunidad, lo más probable es que no vuelva a presentarse. Este hombre sentía en el corazón la llamada a salir de un ambiente espiritualmente muerto; si dejaba pasar ese momento, no saldría nunca.

Los psicólogos nos dicen que cada vez que tenemos un sentimiento noble y no lo llevamos a la acción se hace menos probable que lo cumplamos nunca. La emoción se convierte en un sustituto de la acción. Por ejemplo: algunas veces nos da la idea de escribir una carta, puede que de agradecimiento, o de pésame, o de felicitación. Si lo dejamos para mañana, lo más probable es que no la escribamos nunca. Jesús nos anima a actuar en seguida cuando tenemos ese sentimiento.

(iii) Lo que le dice al tercero es una verdad que nadie puede negar. El que está arando no podrá, jamás hacer un surco derecho si vuelve la cabeza para mirar atrás por encima del hombro. Algunos tienen el corazón en el pasado; siempre andan mirando hacia atrás con añoranza, pensando que «cualquiera tiempo pasado fue mejor.»  La respuesta  que recibió demuestra claramente que todavía no se había decidido firme y sinceramente a servir a Cristo, y que, de consiguiente no se hallaba apto para ser  discípulo. Jesús le dijo, "Ninguno que, poniendo su mano al arado, mirare atrás, es apto para el reino de Dios...

Estas palabras nos enseñan que es imposible servir a Cristo cuando no lo amamos de todo corazón. Si estamos mirando hacia atrás a alguna cosa de este  mundo, no somos aptos para ser discípulos de Jesucristo. Los que miran atrás, como la mujer de Lot, es porque quieren volver atrás. Jesús no quiere que  dividamos nuestro afecto--no, ni con nuestros parientes más queridos. Él quiere de poseer todo nuestro corazón, o nada. Sin duda hemos de honrar a padre  y madre, y amar a todos nuestros prójimos. Pero cuando el amor hacia Cristo y el amor hacia los parientes se oponen, Cristo debe tener la preferencia. Es  menester que estemos prontos como Abrahán para dejar la parentela y la casa paterna, si fuere necesario, por amor de Cristo. Debemos estar preparados en  caso de necesidad para abandonar, como Moisés aun a los que nos han criado si nos llama Dios, y nuestro deber es claro. Tal resolución puede causarnos  amargos pesares. Acaso atribule nuestros corazones causar disgusto a los que amamos. Pero tal conducto puede ser algunas veces absolutamente necesario  para nuestra salvación; y si cejamos ante el deber, no somos dignos del reino de Dios. El buen soldado no deja que el afecto por su tierra natal y por su hogar  lo domine completamente. Si con frecuencia se entrega al pesar por sus parientes y amigos, no podrá seguir una campaña. Sus deberes como militar--el  vigilar, el marchar, y ni combatir--deben ocupar preferentemente sus pensamientos. Y lo mismo debe suceder con todos los que quisieren servir a Cristo. Es  menester que se guarden de la timidez que envilece el carácter del cristiano. Es menester que sufran trabajos, como fieles soldados de Jesucristo.  

Terminemos la consideración de este pasaje examinando a fondo nuestros corazones. Las cosas sin duda han cambiado mucho desde el día en que nuestro  Señor pronunció esas palabras. Pocos son los llamados a hacer sacrificios por amor de Cristo como los que tenían que hacer sus discípulos cuando él estaba  en la tierra. Pero el corazón del hombre es siempre el mismo. Las dificultades que hay que vencer para conseguir la salvación, son todavía muy grandes. La  atmósfera del mundo no es todavía propicia a la religión espiritual. Si queremos alcanzar el cielo, preciso es que tomemos una resolución firme y sincera.

Estemos, pues, prontos a hacer y sufrir cualquier cosa, y a renunciarlo todo por amor de Cristo. Algo nos costará por unos pocos años, pero el premio en la  eternidad será grande.

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