} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD? (2)

lunes, 31 de enero de 2022

¿QUÉ DICE LA BIBLIA SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD? (2)


Levítico 18:22  No te acostarás con un varón como quien se acuesta con una mujer; es cosa abominable

Levítico 20:13 Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.

Romanos 1:26  Por eso, los entregó Dios a pasiones que envilecen: así, hasta sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza:

 Romanos 1; 27  igualmente los hombres también, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en su lascivia los unos hacia los otros, cometiendo torpezas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida retribución a su extravío.

Romanos 1; 28  Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen

1Corintios 6:9 ¿O es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales

 

          Hemos visto cómo Pablo presenta la homosexualidad, tanto en la práctica externa como en su deseo interno, como la ilustración que va a la cabeza de la condición depravada de la cultura incrédula. Pablo reitera la perspectiva del Antiguo Testamento, encontrando la condena de la homosexualidad en el testimonio de la creación del hombre (“naturaleza”), en el testimonio de la historia (Sodoma), y en el testimonio de la ley moral (“la ordenanza de Dios”). Pablo confirma el carácter despreciable de esta perversión sexual y declara el juicio de Dios de condena a muerte sobre ella.

Debiésemos concluir con sobriedad que la sociedad moderna, lo mismo que la iglesia moderna, se hallan ambas peligrosamente cercanas a la retribución divina a medida que continúan tolerando y aprobando la homosexualidad. La ‘liberación gay’ es sintomática de una cultura abandonada por Dios a la destrucción y de una iglesia que provoca al Señor con abominación.

Romanos 1:28 dice que “ellos” – los homosexuales mencionados en los dos versículos precedentes – no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, “siendo llenos con” toda injusticia (Romanos 1: 29). Las muchas expresiones de la impiedad enumeradas en los versículos Rom 1:29-31 son el tipo de transgresiones de la ley de Dios que son concomitantes con la conducta y la cultura homosexual. Estos vicios caracterizan a la sociedad en la que la homosexualidad es practicada y tolerada. Cuando Pablo llega al verso 32 él habla de ellos “quienes conocen la ordenanza de Dios.” El pronombre relativo “quienes” (hoitenes) se refiere a aquellos que están “llenos de toda injusticia” (v. 29) – a saber, los homosexuales (vv. 26-28).  Por tanto, pareciera algo forzado e inútil cuando algunos escritores,   empezaron a sugerir que la Biblia en realidad no contiene el mensaje negativo contra la homosexualidad que los Cristianos han pensado tradicionalmente. Los defectos en el análisis de los textos Bíblicos relevantes eran lo suficientemente fáciles de identificar. En los años 60 a 70, del siglo pasado  fueron también la era de la revolución cultural en América – la contracultura, la cultura de la droga, el movimiento anti-bélico, las marchas de los derechos civiles por la igualdad racial, la liberación de la mujer, la píldora, la cultura del “amor” y la revolución sexual, etc. Trajo con ella una ola de oposición popular a los valores establecidos y las costumbres tradicionales, y los clérigos (como siempre) no iban a perder la oportunidad de montar ellos mismos la ola. Sin embargo, en el forcejeo en busca de la libertad y la autonomía sexual, no habría un alto a la revolución hasta el punto de afirmar los valores Playboy de la promiscuidad heterosexual. Cuando se trataba el tema de la satisfacción sexual, esta iba a ser una puerta abierta para el relativismo moral: “diferentes estilos para diferentes personas.” Para ser consistentes, la libertad y la autogratificación sexual, debían significar libertad para practicar lo que previamente se había pensado que era una perversión moral: la homosexualidad.

 Si había una creciente agitación por el orgullo y la aceptación gay, sin mencionar las campañas para establecer la homosexualidad como un “derecho civil,” aquellos que usaban visiblemente el manto religioso en nuestra cultura estuvieron también contentos de incursionar en el liderazgo (y hasta llevar la luz fuera del armario). De este modo desde mediados hasta finales de los  70  se vio que apareció una erupción de libros que retomaban el tema  argumentando que la Biblia no condenaba después de todo, después de una lectura “corregida,” la homosexualidad que se había puesto casualmente de moda culturalmente casi al mismo tiempo.

 Especialmente digno de destacar fue el libro de John J. McNeill (un sacerdote Jesuita), titulado La Iglesia y el Homosexual. Pero hubo muchos otros que iban a seguir: por ejemplo Jonathán Amó a David: La Homosexualidad en los Tiempos Bíblicos por Thomas Horner,  o ¿Es el Homosexual mi Prójimo? Otra Visión Cristiana por Letha Scanzoni y Virginia Mollenkott. Un ejemplo representativo de cómo los autores revisionistas desde Bailey en adelante han intentado desafilar el testimonio Bíblico contra la homosexualidad se encuentra en el tratamiento dado por  D. S. Bailey, La Homosexualidad y la Tradición Cristiana Occidental (New York: Longmans, Green y Co., 1955). Las opiniones de Bailey fueron popularizadas y propagadas una década más tarde por R. L. Trece, La Homosexualidad: Una Opinión Contemporánea de la Perspectiva Bíblica (San Francisco: Glide Urban Center, 1966).   Nunca encontraremos que un partidario del relativismo moral, de la autonomía filosófica y/o la revolución sexual presente un caso convincente en contra de la demanda de “libertad” para involucrarse en la bestialidad, el abuso de niños o la necrofilia. Si, como la retóricamente usualmente se presenta, a Dios no le importa cómo la gente alcanza el orgasmo, entonces los clérigos que defienden los “derechos homosexuales” debiesen, sin la menor vacilación, impulsar una campaña para la aceptación de aquellos cuyas preferencias sexuales se hallan mucho más allá que el “estilo de vida gay.”  

 A los teólogos modernos no les falta sutileza al estar siempre dispuestos a pasar por alto la exhortación de Pablo de ser transformados por la renovación de nuestras mentes, en lugar de conformarse al molde de este mundo (Romanos 12:1-2). Debiésemos creer que un enfoque verdaderamente creativo y valiente a la ética teológica pudiera más bien conducir a los líderes religiosos a tomar una posición en contra de la ola del relativismo moderno y de la deserción de la santa ley de Dios.

En 1974 la Sede Romana le ordenó a McNeill que dejara de escribir y dar conferencias sobre la homosexualidad hasta que sus opiniones pudieran ser investigadas. El libro recibió el “Imprimi Potest” (permiso para ser publicado) de Eamon G. Taylor, el Provincial de la Provincia de la New York, Sociedad de Jesús, en 1976   

Podemos volvernos a la Biblia para entender la manera en que la Escritura es a menudo torcida por aquellos que se acercan a ella con una agenda homosexual en mente. Leemos en Génesis 18 que Jehová consideró que el pecado de Sodoma y Gomorra era “muy grave en extremo” (Gen 18; 20-21  20  Dijo entonces Yahvéh: El clamor contra Sodoma y Gomorra es grande, y su pecado muy grave. 21  Voy a bajar, y veré si han obrado en todo según el clamor que me ha llegado; y si no, lo sabré.), lo suficiente como para que contemplara “consumir” el lugar (v. 23). Mientras dos ángeles eran enviados a la región, Abraham le suplicó exitosamente a Dios que no destruyera la población de Sodoma, donde vivía Lot el sobrino de Abraham, si se encontraran en ella unos pocos, como diez, hombres justos (v. 32). El capítulo 19 se inicia relatándonos que los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer, donde fueron saludados por Lot “en la puerta,” quien los convenció de no pasar la noche en la plaza abierta de la ciudad sino que, en lugar de eso, vinieran a su casa a alojarse con su familia (vv. 1-3). Posteriormente los hombres de Sodoma rodearon la casa de Lot y exigieron que los dos huéspedes fueran sacados para que los Sodomitas pudieran “conocerlos” (v. 5, el verbo Hebreo es yadha). Finalmente la respuesta divina fue golpear a los hombres de la ciudad con ceguera y la destrucción de la ciudad con fuego y azufre (vv. 11, 23-25). En posteriores referencias Bíblicas a Sodoma leemos que había pecados adicionales de la ciudad que desagradaban al Señor (Ezequiel 16:49-50 49  He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. 50  Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité.); de hecho la ciudad es tenida como “ejemplo a los que habían de vivir impíamente,” como leemos en 2 Pedro 2:6  y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente,– lo cual se ejemplifica con Jerusalén al decir de ella que “sentido espiritual se llama Sodoma” (Apocalipsis 11:8). Aunque una maldad general caracterizaba a Sodoma, no se puede ocultar el hecho de que el deseo de los Sodomitas de “conocer” a los huéspedes de Lot es el pecado manifiesto presentado en Génesis 19 y la confirmación específica de que la ciudad era digna de devastación. ¿Cuál era esta marca de la degradación y rebelión de la ciudad en contra de Dios? Aun cuando el verbo hebreo puede ser usado para relaciones sexuales (Génesis 4:1), los revisionistas nos dicen que yadha no es la palabra normal usada para las relaciones homosexuales (shakhabh), de modo que debiese ser tomada en el sentido ordinario de conocer algo – “estar al corriente de.” La teoría sigue diciendo que, como residente extranjero en Sodoma Lot era responsable de presentar a cualquier invitado a los habitantes y permitir que los ciudadanos establecidos examinaran sus credenciales. Esa es la razón por la cual los Sodomitas pidieron “conocer” a los visitantes de Lot; simplemente querían estar al tanto de ellos. Sin embargo, en la mente Semítica, un extraño tenía el derecho a una recepción hospitalaria, y esta no fue dada a los huéspedes de Lot por parte de los Sodomitas. De ese modo el pecado de los Sodomitas es reinterpretado como el de la inhospitalidad hacia los visitantes (Lucas 10:10-13 10  Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid: 11  Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.12  Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.13  ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.). Es decir que hemos de creer que por una falta de cortesía social el Señor Dios redujo la ciudad a cenizas. Tal disparidad entre la ofensa y su penalidad es más bien difícil de creer desde el principio, pero de cualquier modo la interpretación revisionista de la historia no va a soportar el serio escrutinio literario. En primer lugar Lot no era simplemente un residente extranjero en la ciudad de Sodoma. Era una figura social prominente para ser descrito como uno “sentado a la puerta” – un modismo para hacer alusión al liderazgo comercial o judicial. Lot conocía muy bien el carácter moral de la ciudad, tanto que estaba alarmado ante la posibilidad de que los visitantes pasaran la noche en un lugar público. Les rogó insistentemente a aceptar el alojamiento en su hogar. Cuando más tarde todos los hombres de la ciudad vinieron y rodearon su casa, Lot no respondió a su petición como si fuese un procedimiento civil de rutina de inspección de credenciales. (¿Requería tal cosa que “todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo” [v. 4] realizaran el equivalente de una simple revisión de pasaporte?) Al contrario, Lot, a manera de defensa, cerró la puerta de su hogar y calificó la petición de “conocer” como una gran maldad (vv. 6-7). Requiere una extraña línea de razonamiento cómo un simple deseo de los habitantes de estar al corriente de algo sea una infracción de hospitalidad,  cómo sería visto como algo seriamente perverso a la luz de las costumbres de la ciudad conocidas por Lot, y cómo sería algo tan vil como para justificar un dramático castigo divino. Además, dada la interpretación revisionista, ¿qué explicaría la oferta de Lot de sustituir a sus hijas (v. 8) como aquellas a quienes los hombres de la ciudad pudieran llegar a “conocer”? Con seguridad que los ciudadanos ya estarían familiarizados con ellas, y su comparecencia no haría nada para impedir la infracción de hospitalidad a los huéspedes de Lot. Los revisionistas sugieren que el ofrecimiento de sus hijas por parte de Lot era un soborno sexual, diseñado para desviar la atención de los ciudadanos del protocolo aceptado en la población respecto a los visitantes. Esto es psicológicamente increíble. En primer lugar, ¿por qué se opondría Lot a presentar a sus invitados a los hombres de la ciudad? Además, note que el enfoque revisionista requiere que interpretemos el ofrecimiento de Lot de sacar a sus hijas “quienes no habían conocido varón” como precisamente un soborno sexual, tomando la palabra hebrea yadha como una referencia al acto sexual en el v. 8. Aunque, en ese caso, la misma interpretación se le debiera dar también al verbo en el contexto inmediato del v. 5 – que es precisamente lo que los revisionistas estaban buscando evitar. Es bastante claro, en base a una lectura consistente del pasaje, que los hombres de Sodoma estaban buscando relaciones sexuales con los huéspedes de Lot, “conocerlos.” Lot entendió claramente los propósitos homosexuales de sus malvados vecinos e hizo su propia contraoferta (injusta, pero contextualmente apropiada) para dejar que los hombres de la ciudad hicieran como quisieran con sus hijas, quienes aún no habían “conocido” (tenido relaciones sexuales) varones.

 No hay indicación el registro de Génesis 19 de algún propósito asesino por parte de los Sodomitas, ni hay evidencia de que tuvieran en mente la violación homosexual (como si anticiparan la resistencia de los huéspedes de Lot). Los revisionistas que importan connotaciones de violencia y las introducen en el relato están simplemente introduciéndole al texto lo que más tarde quieren encontrar. Simplemente no podemos evadir la obvia conclusión de que Dios devastó las ciudades de la llanura con una catástrofe debido a la homosexualidad de los Sodomitas. Las sugerencias de los revisionistas son intentos desesperados por explicar la ira del Señor hacia los Sodomitas. Es especulación pura e infundada el sostener que fueron castigados por una infracción a la etiqueta, o por desear violar y/o asesinar a los huéspedes, o para un rito idolátrico de fertilidad (del cual la homosexualidad era una parte), o incluso por una transgresión intentada de las fronteras entre los hombres y los ángeles. No hay ni la más mínima pista textual de que los hombres de Sodoma reconocieran el carácter sobrenatural de los huéspedes de Lot.

2 Pedro 2:6-8 y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, 7  y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados 8  (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos) confirma que Sodoma fue totalmente destruida porque era una ciudad llena de homosexuales que practicaban su libertinaje sensual e impío día tras día. A diferencia de muchos Cristianos en nuestra era secularizada, Lot estaba continuamente horrorizado y rechazaba (“estar enfadado, atormentado”) por los hechos “inicuos” de los Sodomitas – una referencia al hecho que los Sodomitas estaban violando el mandamiento de Dios. Aun cuando Sodoma no era el pueblo elegido de Dios como los Judíos y no había recibido una revelación escrita de la ley de Dios, eran en la historia similar (6  Y he aquí un hombre viejo que venía de su trabajo del campo al anochecer, el cual era del monte de Efraín, y moraba como forastero en Gabaa; pero los moradores de aquel lugar eran hijos de Benjamín) de Jueces 19:16ss., los pobladores Gabaa rodearon la casa de un huésped y exigieron “conocer” al huésped varón que se hallaba dentro. Esto fue considerado una petición malvada, y se hizo la contrapropuesta de sacar en su lugar a la concubina del huésped – quien fue luego violada hasta la mañana y dejada muerta. Es claro aquí que los pobladores estaban interesados en las relaciones sexuales (“conocer” en ese sentido), originalmente con el huésped varón. Al igual que los Sodomitas eran homosexuales (en realidad, bisexuales) en orientación.

 Algunos revisionistas apelan a Judas 7, admitiendo la referencia allí a relaciones sexuales antinaturales, pero tomando la “carne diferente” que fue el objeto del deseo para referirse a relaciones sexuales con ángeles. El problema lingüístico y teológico es que la “carne” no le es atribuida a los ángeles en la Escritura (1 Corintios 15:39 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves ). responsables de la misma restricción moral que se encuentra en Levítico 18:22 No te echarás con varón como con mujer; es abominación  y 20:13Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.

Violaron la “ley” que se encontraba muy profundo en sus corazones (Romanos 2:14-15  14  Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15  mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos,) que les decía que aquellos que infringen tales cosas como la homosexualidad son “dignos de muerte” (Romanos 1:32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican).

La Palabra de Dios es su mejor intérprete. No solamente 2 Pedro 2:6-8 aclara como debiésemos entender el pecado de los Sodomitas en Génesis 19, lo mismo hace la referencia a Sodoma en Judas verso 7. Los Sodomitas fueron condenados, enseña Judas, por violar el orden de la creación de Dios con respecto a la sexualidad (“contra la naturaleza” en Romanos 1:26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,). Es precisamente la antinaturalidad del vicio practicado por los Sodomitas que Judas enfatiza como la razón para la manifestación extrema de la ira divina. Los Sodomitas son descritos como “cometiendo fornicación y yendo tras carne extraña [diferente].” El verbo Griego ekporneuein es intensivo, denotando una forma de inmoralidad sexual extravagante. El participio apelthousai añade una intensificación adicional y conlleva el sentido de un abandono total a la impureza. Se dice que el objeto de esta forma extrema de fornicación es la “carne diferente” (sarkos heteras) – diferente de la norma establecida por Dios en la creación, siendo del mismo género en lugar del género opuesto. Fue por este tipo “diferente” de relaciones sexuales que Sodoma fue colocada bajo la terrible venganza de Dios.

 La aproximación revisionista a la Escritura fomentada por Bailey y otros simplemente no va a resistir el análisis cruzado comparativo basado en el texto de la misma Escritura. Revisionismo reciente ssiguiendo la avalancha de libros a finales de los 1970s que básicamente adoptaron el enfoque general de D. S. Bailey a los registros Bíblicos que tradicionalmente se asumía que condenaban la homosexualidad, quizá el texto revisionista mejor documentado e ingeniosamente redactado sobre el tema haya sido Cristianismo, Tolerancia Social y Homosexualidad: La Gente Gay en la Europa Occidental desde Principios de la Era Cristiana hasta el Siglo Catorce, de John Boswell. Dio pie a críticas favorables y ha sido reimpreso una cantidad de veces. Boswell es un erudito inteligente que entiende las complejidades del razonamiento historiográfico, los idiomas antiguos y el análisis literario; su creatividad al leer “entre líneas” para una explicación histórica de lo que se ha escrito (o en busca de textos que han sido alterados) es digna de notarse, reflejando una conciencia amplia de las varias maneras (y a menudo conflictivas) en que historiadores y exegetas pueden abordar e interpretar su información. Su libro es la fuente de nociones fascinantes y de evidencia histórica interesante respecto a la tolerancia homosexual a lo largo de la historia Occidental.  Boswell se propone refutar “la idea común de que la creencia religiosa – Cristiana o cualquier otra – haya sido la causa de la intolerancia con respecto a las personas gay.” Trata de demostrar que los preceptos religiosos simplemente han sido usados “como justificación para la hostilidad o el prejuicio personal,” dada la manera notoria en la que “las restricciones Bíblicas han sido empleadas con gran selectividad por todos los estados Cristianos.”  Por todo lo que sabemos,   no es decir que Boswell sea tan competente en muchos campos como quisiera que el lector creyese. Aquellos que han comparado su investigación se darán cuenta de intentos ocasionales por exagerar la evidencia: ejemplo afirma que la noción de que “la homosexualidad no ocurre entre los animales sino solamente en humanos... es demostrablemente falsa” (p. 12). Avanzados estudios etológicos han analizado y desaprobado la noción de que muchos animales se involucran en prácticas homosexuales como lo hacen los humanos. Puede  haber una medida de verdad en su psicologización de algunos Cristianos del pasado (o presentes), así como Boswell indudablemente ofrece perspectivas útiles en los hechos y factores que atañen a la historia de cómo han sido tratados los homosexuales. Sin embargo, en términos de nuestra perspectiva ética Cristiana, tales cosas no son fundamentales o pertinentes. Creemos que la palabra revelada de Dios es nuestro estándar último, infalible y suficiente de práctica y reflexión moral.  Allí donde los Cristianos profesantes o la historia de la Iglesia se hayan quedado cortos de enseñar u obedecer el estándar de la Escritura consistentemente, necesitan ser corregidos y llamados a un apego más cuidadoso a este estándar divino de moralidad. La falta de observancia de ella por parte de los seguidores de Cristo es lógicamente irrelevante para el punto teológico de que únicamente la Escritura debiese funcionar como nuestra norma moral. Como siempre, debemos tener cuidado de no caer en la “falacia naturalista”: argumentando a partir de cuál es el caso (descriptivamente) hacia lo que debiera ser el caso (preceptivamente). En este contexto nuestro único interés en el libro de Boswell es su tratamiento de las Escrituras como tal. Hace la sorprendente afirmación de que “además, es bastante claro que nada en la Biblia hubiese impedido de manera categórica las relaciones homosexuales entre los primeros Cristianos”  – dejando de este modo la puerta abierta a su teoría favorita de que el temor u otros factores son necesarios para explicar la persecución Cristiana de los homosexuales en la historia de Occidente. Las restricciones Bíblicas no explicarían la condena Cristiana de los homosexuales porque, según la hipótesis de Boswell, en primer lugar la Biblia no proscribe la homosexualidad – al menos, no cuando es interpretada “correctamente.” Luego procede a complementar (con consideraciones no decisivas) hasta alinearse con Bailey hasta tratar de encontrar una explicación convincente de la historia de Sodoma como una condena de la homosexualidad,  viéndola más bien como una censura de Dios sobre la inhospitalidad, lo cual ya hemos refutado. Al volverse a las condenaciones explícitas de las prácticas homosexuales en Levítico 18:22 y 20:13 Boswell trata de contextualizar los pasajes en un interés ritualista por evitar la idolatría y mantener los símbolos de la distinción Judía en relación con el mundo Gentil. Además, lee el Nuevo Testamento (incorrectamente) como si este rechazara la autoridad obligatoria de la ley Mosaica, en cuyo caso evidenciaría una selectividad arbitraria para que los Cristianos apelen a Levítico en contra de las prácticas homosexuales.

 En libros escritos sobre la continua normatividad de la instrucción moral Mosaica en el Nuevo Testamento,  se ha  señalado que el mismo Jesús estableció la presuposición general que los Cristianos han de tener con respecto a la ley Mosaica: “No penséis que he venido para abrogar la ley o  Deuteronomio 4:2; Isaías 8:20; Mateo 22:29; Hechos 17:11; Romanos 3:4; 16:17; 1 Corintios 2:1-16; 14:37-38; Gálatas 1:8; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Timoteo 3:16-17; etc.  

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