Levítico 18:22 No te acostarás con un varón como quien se acuesta con una mujer; es cosa abominable
Romanos 1:26 Por eso, los entregó Dios a pasiones que envilecen: así, hasta sus mujeres
cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza:
Romanos 1; 27 igualmente los hombres también, dejando el uso natural de la
mujer, se abrasaron en su lascivia los unos hacia los otros, cometiendo
torpezas varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida retribución a
su extravío.
1Corintios 6:9 ¿O es que no sabéis que los injustos no
heredarán el reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni lujuriosos, ni idólatras, ni
adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales…
La homosexualidad (cambio o abandono de las
relaciones sexuales naturales) se había propagado en los días de Pablo como en
los nuestros. Muchas prácticas paganas lo alentaban. La voluntad de Dios es recibir
a todo el que acuda a Él en fe y los cristianos deben amar a los demás sin
importar su procedencia. Sin embargo, la homosexualidad está estrictamente
prohibida en las Escrituras (Lev_18:22 No te
acostarás con un varón como quien se acuesta con una mujer; es cosa abominable ). En el mundo de hoy, muchos consideran aceptable
esta práctica, incluso algunas iglesias. Pero la sociedad no es la que
establece el patrón para las leyes de Dios. Muchos homosexuales creen que sus
deseos son normales y que tienen el derecho de expresarlos. Pero Dios no nos
obliga ni anima a satisfacer todos nuestros deseos (aun los que son normales).
Los deseos que violan sus leyes son indebidos y deben controlarse. Si usted
tiene estos deseos, puede y debe resistirlos. Conscientemente evite lugares o
actividades que sabe inflamará tentaciones de esta naturaleza. No menosprecie
el poder de Satanás para tentarlo ni el potencial para causarle un daño serio
si cede a esas tentaciones. Recuerde, Dios puede y perdonará pecados sexuales
así como perdona otros pecados. Ríndase a la gracia y a la misericordia de Dios
pidiéndole que le muestre el camino para salir del pecado e ir a la luz de su
libertad y amor. La oración, el estudio de la Biblia y el firme compañerismo de
los cristianos en una iglesia centrada en la Biblia pueden ayudarle a cobrar
energías para resistir estas tentaciones poderosas. Si usted es una persona que
anda en este pecado, tendrá que buscar la ayuda de un pastor que sea confiable,
profesional y buen consejero.
Fue noticia de
primera plana en el diario Orange County Register en Marzo de 1991: "El
tema de la ordenación de gays sacude a los Protestantes." Una vez más las
principales y más antiguas denominaciones estaban entrando al debate e
intentando establecer divisiones en sus filas sobre la cuestión de ordenar a
homosexuales declarados y practicantes al oficio ministerio dentro de la
iglesia. Desde mediados de los setentas ha habido repetidos esfuerzos y campañas
en una variedad de denominaciones para moverse hacia tal política. (Se ha
prestado atención a este estrafalario desarrollo por parte de las campañas
igualmente vociferantes y heterodoxas, pero aparentemente más exitosas, para
aprobar la ordenación de mujeres al oficio ministerial en muchas
denominaciones.) Los retumbos se dieron en la Iglesia Episcopal y en la Iglesia
Presbiteriana (de los EUA), que juntas suman alrededor de 5.5 millones de
miembros. Comités de estudio en ambas denominaciones han recomendado que los
homosexuales activos debieran ser admitidos al ministerio de la palabra de
Dios. En Octubre de 1993, una fuerza de tarea de la Iglesia Luterana Evangélica
en Estados Unidos (5.2 millones de miembros) publicó un estudio sobre
sexualidad en el que los autores afirman que la Biblia apoya las uniones
homosexuales que representan un compromiso afectuoso y estable. Esto es
alarmante, claro está, porque es precisamente la palabra de Dios a la que se ha
apelado tradicionalmente para prohibirles a los homosexuales no arrepentidos el
ser ordenados. De hecho, a lo largo de toda la historia de la iglesia las
denominaciones Cristianas han apelado a la palabra de Dios como el fundamento
para una política bastante contraria a la que se persigue hoy – a saber, la
política de censurar y excomulgar a los homosexuales declarados.
Tal actitud y práctica no surgió de la
“homofobia” (temor a los homosexuales), sino más bien del “temor al Señor” que
es el principio de toda sabiduría (Proverbios 1:7). Sin embargo, si hay una
característica que falta de manera notoria entre los modernos clérigos es
precisamente este temor al Señor.
Por ejemplo,
hace casi 374 años, en 1648 la Iglesia de Escocia aprobó el Catecismo Mayor de
Westminster que enseñaba que entre los pecados prohibidos en el séptimo
mandamiento están “la sodomía y todas las lujurias antinaturales” (# 139). El
Capítulo 30 de la Confesión de Fe de Westminster (adoptada en Escocia en 1647)
enseña que el gobierno de la iglesia tiene autoridad de parte de Cristo “para
cerrar aquel Reino a los que no se arrepienten,” pronunciando censuras contra
los ofensores impenitentes con el propósito de recuperarlos, disuadir a otros,
purgar la iglesia, vindicar el honor de Cristo, y “para prevenir la ira de Dios
que justamente podría caer sobre la Iglesia si ésta consintiera que el Pacto
del Señor y sus signos fuesen profanados por ofensores notorios y obstinados.
” ¡Uno pide en oración que tan firme exhortación y
advertencia fuese tomada en cuenta por los Cristianos contemporáneos! Señor.
Uno piensa en la evaluación concluyente de Pablo del libertinaje moral tanto de
Judíos como de Griegos: “No hay temor de Dios delante
de sus ojos” (Romanos 3:18;. Salmo 36:1 LA iniquidad del impío me dice al corazón:
No hay temor de Dios delante de sus ojos.
. Habiendo puesto a un lado la irrefutable autoridad de la palabra inspirada de
Dios en la Biblia (liberalismo) o haciendo que la autoridad de sus
declaraciones falibles descansen sobre un punto subjetivo de apoyo
(neo-ortodoxia), los teólogos modernos no someten sus mentes y razonamientos a
Jesucristo, en quien están depositados todos los tesoros de la sabiduría y el
conocimiento (Colosenses 2:3). Se han dejado
“asaltar” por las nociones filosóficas mundanas y las tradiciones de los
hombres. Asombra poco, entonces, que ahora contemplen ordenar para el servicio
ministerial a aquellos a quienes Cristo en Su palabra ha declarado abominables.
Es natural, dado que por profesión son hombres que manejan la palabra de Dios,
tales teólogos ortodoxos no pueden simplemente alejarse de la Biblia, sino que
se ven obligados a realizar la maniobra desesperada de afirmar que sus
opiniones respecto a la homosexualidad son de alguna manera “sensibles a las
Escrituras” – pero casi tan importante, ¡también son sensibles a la historia y
a la tradición! Le queda muy poco honor al principio Protestante de la sola
Scriptura, algo por lo que Lutero y Calvino hubiesen muerto. Mucho menos se ha
de encontrar, entre los teólogos modernos, un honesto entendimiento gramático-histórico
de las mismas Escrituras. Sin embargo, esto no es decir que los partidarios
modernos de la ordenación de homosexuales admitan que han repudiado la Biblia.
Doble
Perversidad Todos tienen un
punto de vista moral en términos del cual evalúan la conducta y las actitudes
de la gente. La aplicación de esa perspectiva ética eventualmente implicará una
apelación a algún criterio de lo correcto y lo incorrecto. Ya no podemos llegar
a un juicio ético aparte de algún estándar de evaluación más de lo que
podríamos medir el tamaño de un paquete sin un patrón. Así, una cuestión
fundamental en la ética tiene que ver con cuál debiese ser el estándar de
moralidad.
En nuestra
cultura actual hay un creciente número de personas que apoyan la noción de que
las prácticas homosexuales son moralmente aceptables. En el menor de los casos
han de ser toleradas como un “estilo de vida alternativo” que puede ser tan
éticamente bueno o malo como el estilo de vida heterosexual. Y en el mejor de
los casos han de ser moralmente afirmadas y promovidas como preferibles a la
heterosexualidad. Aquellos que han escogido este punto de vista simultáneamente
pronuncian su propia condenación moral contra las personas que juzgan las
prácticas homosexuales como inmorales y vergonzosas – especialmente aquellos
que afirman la justificación de la revelación divina para ese juicio ético. Dos
perspectivas morales se hallan aquí obviamente en conflicto, llegando a
conclusiones divergentes respecto a la aceptabilidad de la homosexualidad. Entonces,
sería más que fácil para nosotros el asumir que aquellos que aprueban la
homosexualidad y aquellos que la condenan tienen estándares de ética
completamente diferentes. Parece como si los Cristianos profesantes toman la
Biblia como su estándar moral para censurar la homosexualidad como abominable,
mientras que aquellos que están en desacuerdo con este punto de vista
repudiarían la Biblia como su autoridad moral. No obstante, este no siempre
resulta ser el caso.
Sorprendentemente hay un grupo de eruditos y
escritores inventivos que querrán hacernos creer que incluso si tomamos la
Biblia como nuestro estándar de ética esta no va a apoyar una actitud negativa
hacia la homosexualidad. Aquellos que aprueban la homosexualidad no debiesen
más bien ser vistos a la luz rigurosa de criticar y rechazar la revelación
Bíblica. No quieren que se diga que, por el estándar de la revelación divina,
su opinión de la sexualidad resulta condenada por Dios, casi tan seguramente
como la homosexualidad misma resulta
condenada en la palabra de Dios. Por lo tanto, se sienten obligados a
argumentar que la Escritura no denuncia, después de todo, la homosexualidad
como tantos Cristianos a lo largo de la historia han pensado. Argumentan que
los Cristianos que le restan valor a la aceptabilidad moral de la
homosexualidad en realidad han malinterpretado el testimonio Bíblico – de
hecho, ¡que las exhortaciones Bíblicas acerca del amor y la tolerancia en
realidad condenan a quienes usan la Biblia para tachar a los homosexuales!
Quisieran hacernos creer que el conflicto no es sobre el estándar apropiado de
ética en lo absoluto. Sugieren que podemos aceptar de buena gana a la Biblia
como nuestro estándar moral y no llegar a la conclusión de que Dios encuentre
la homosexualidad como algo moralmente abominable.
Por cierto
que esto le parecerá sorprendente al estudiante ordinario de la Escritura. Pero
quizá no debiese pensarse de esto como algo demasiado sorprendente. Nótese que
el Apóstol Pablo, al criticar la civilización Romana, dictó la desaprobación
divina contra aquellos que no solamente practican tal conducta inapropiada como
la homosexualidad, sino también a aquellos que “consienten con quienes” las
practican (Romanos 1:32). Los individuos no
pueden solamente ser atrapados en el pecado de la perversión sexual, pueden
también ser atrapados en el pecado del pensamiento perverso con respecto a esta
perversión sexual. Pablo les describe como personas que “se rehúsan a tener en
cuenta a Dios en su conocimiento”; y por consiguiente, “Dios los entregó a una
mente reprobada” (Romanos 1: 28). Deteniendo
la verdad con la injusticia (Romanos 1; 18), se vuelven totalmente “envanecidos
en su razonamiento, y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1; 21).
En este escrito vamos a encontrar que debemos
humildemente derivar la misma conclusión a la que llegó el mismo Pablo cuando
la gente toma la alarmante posición de que la revelación de Dios no condena en
realidad la homosexualidad.
Perspectiva
General del Testimonio Bíblico
Hagamos una
pausa para dar una mirada a lo que la Biblia parece decir respecto a la
homosexualidad en una lectura inicial. Podemos comenzar con la condena más
explícita y elaborada de la homosexualidad en el Nuevo Testamento, las palabras
de Pablo en Romanos 1:24-28, 32. En los versículos 18-23 de Romanos 1, Pablo ha
acusado la impiedad del mundo incrédulo el cual, conociendo a Dios, no le
glorifican como Dios. Dios se ha dado a conocer tan claramente por medio del
mundo creado que los incrédulos quedan sin excusa por cambiar la gloria de Dios
por la idolatría. Al hacer tal cosa suprimen (detienen) la verdad por medio de
la injusticia y se vuelven necios en su razonamiento, a pesar de profesar ser
sabios. Luego Pablo indica tres veces con respecto al mundo incrédulo que Dios
“los ha entregado.” El mundo en rebelión contra Dios ha sido judicialmente
abandonado por Dios – entregado a los deseos impuros (Romanos
1; 24), a pasiones deshonestas (Romanos 1;
26), y entregados a una mente reprobada para hacer cosas que no son
apropiadas (Romanos 1; 28). Esto es asumido
por Pablo como el epítome de una cultura que cambia la verdad de Dios por una
mentira, adorando y sirviendo a la criatura en lugar de adorar y servir al
Creador (Romanos 1; 25). ¿Y cuál es el ejemplo destacado empleado por Pablo
para una conducta impura, vil y moralmente inapropiada practicada por aquellos
que se rehúsan a adorar al Creador? “sus mujeres
cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo
también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su
lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres...” (Romanos 1; 26-27). Pablo vincula conceptualmente
en una invectiva moral a aquellos que “cambian” la gloria incorruptible de Dios
con iconos corruptibles (Romanos 1; 23) –
quienes “cambian” la verdad de Dios por una mentira (Romanos
1; 25) – con aquellos que “cambian” las relaciones heterosexuales por relaciones
homosexuales (Romanos 1; 26), como lo indica
el juego verbal de palabras en Griego (allaxan, metallaxan).
Pablo resume y reitera la triple condenación del
testimonio del Antiguo Testamento contra la homosexualidad. Él presenta los
cargos que la homosexualidad es condenada por la naturaleza (Romanos 1; 26-27), dejando tanto los hombres como las
mujeres “el uso natural del sexo” yendo en pos de lujurias vergonzosas con
miembros de su mismo sexo. Esto nos lleva de regreso al registro de la creación
en Génesis 1:27-28 y 2:18-25. Cuando Dios
creó la raza humana Él hizo al hombre a Su imagen, creando al hombre
específicamente como varón y hembra (Génesis
2:18-23). En ese contexto Dios ordenó la unión natural – aquello que es
acorde con el designio de la creación – del varón y la hembra en matrimonio
(“serán una sola carne,” ). Esto se halla en agudo contraste con la búsqueda de
compañerismo erótico, por parte del hombre caído, que sea de carácter
homosexual (siendo “un sexo”). Pablo también señala la acusación de que la condenación de la homosexualidad es
vista en el curso del juicio histórico impuesto por Dios (Romanos 1:24, 26, 28). Una sociedad que deja de
dar honra a Dios y que consiente en deshonrar los enlaces sexuales es descrita
como una sociedad “entregada” por parte de Dios – una entrega que es el debido
castigo del flagrante error moral.
--John Murria comenta sobre el uso de este
verbo: “El desagrado de Dios se expresa
en su abandono de las personas preocupadas por un cultivo más intensificado y
agravado de las lujurias de sus propios corazones con el resultado que cosechan
para sí mismos una cuota correspondientemente más grande de venganza
retributiva.” Los homosexuales “reciben de vuelta” el “castigo recíproco” que
era necesario y apropiado (Romanos 1; 27).--
El testimonio de la historia del Antiguo Testamento
contra la homosexualidad fue narrado dramáticamente en el registro de la
destrucción de Sodoma por parte de Dios en Génesis
18:20 – 19:11. Este es un ejemplo estándar del Nuevo Testamento de la
ira de Dios en contra de la perversión pecaminosa: “como
Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que
aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron
puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Judas 7).
Finalmente, en Romanos 1 Pablo presenta la acusación
de que la homosexualidad es condenada por la ley de Dios: “quienes habiendo
entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de
muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las
practican” (Rom 1; 32). La teología de Pablo
enseñaba que incluso los Gentiles muestran “la obra de la ley escrita en sus
corazones” (Romanos 1:25), aprendiendo del
orden creado y del testimonio interno de la imagen de Dios los requerimientos
morales revelados a los Judíos por escrito por Moisés (los “oráculos de Dios,”.
El testimonio de la ley de Dios fue enfático en Levítico
18:22 y 20:13. Dios declaró
que era “abominación” para un hombre irse a la cama con un hombre, como
lo hace con una mujer; con respecto a los homosexuales que hacen tales cosas la
ley de Moisés declaraba “su sangre será sobre ellos” (probablemente una alusión
a la naturaleza carente de vida de su culpa). La ley especificaba que aquellos
que cometiesen tales actos detestables debían “ciertamente ser. El
verbo usado por Pablo en este pasaje de Romanos (paradidomi) es también el que
escogió usar en 1 Corintios 5:5 para la excomunión de la iglesia de un
incestuoso fornicario, “entregándole a Satanás para la destrucción de la
carne.” Lo usa de la misma manera en 1 Timoteo 1:20; donde dice que ha
“entregado” a Himeneo y a Alejandro “a Satanás, para que aprendan a no
blasfemar.”
En la traducción Septuaginta del Antiguo Testamento
leemos que las ciudades y tribus que Dios ha dedicado a la destrucción son
“entregadas” a Israel en la guerra (Deuteronomio
7:2, 23, 24,). El verbo podría claramente entenderse, entre sus muchos
usos, en un sentido de juicio activo.
La Epístola a los Romanos 1 ” Las prácticas homosexuales se presentan en
la santa ley de Dios nada menos que como crímenes capitales. Hacemos bien aquí
en recordar la afirmación del Nuevo Testamento que en la ley de Moisés “toda
transgresión y desobediencia recibió justa retribución” (Hebreos 2:2). De este modo Pablo podía
inmediatamente describir a los homosexuales como conocedores del juicio de Dios
sobre este asunto, y como hacedores de lo que es “digno” de muerte según la
ordenanza de Dios.
Una nota más
sobre la denuncia que Pablo hace de la homosexualidad en Romanos 1. Debiese ser
evidente, incluso para el lector casual, que Pablo tenía la intención de decir
mucho más que el solo decir que las prácticas homosexuales se hallaban bajo la
ira y maldición de Dios. Los deseos internos de contacto erótico por parte del
homosexual con personas de su mismo género son igualmente censurados por el
Apóstol. Después de todo esto es lo que un lector de la Biblia esperaría que el
texto dijera. Cuando la Escritura condena alguna conducta externa, de igual
manera condena el deseo del corazón de ir en pos de esa conducta pecaminosa –
por ejemplo, la amonestación de Jesús a sus oyentes en cuanto a la lujuria, que
es “adulterio en el corazón” (Mateo 5:28).
En otra parte el Señor declaró que “del corazón salen los malos pensamientos,
los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,” etc. (Mateo 15:19). De manera similar Pablo denuncia
severamente las prácticas homosexuales, pero extiende este juicio a los motivos
y deseos internos que conciben y también producen tales prácticas (Santiago 1:14-15). El objeto de esta desaprobación
moral no son simplemente los “hechos indecorosos” del homosexual. También
menciona específicamente que los homosexuales están “encendidos de lascivia”
los unos por los otros (Rom 1; 27) y los
condena por sus “deseos impuros” (Roma 1; 25)
y sus “pasiones vergonzosas” (Rom 1; 26).
Tales afecciones viles son puestas explícitamente por Pablo bajo la santa ira
de Dios. Por tanto, nuestra lectura del testimonio Bíblico en Romanos 1
ciertamente no nos inclinará en la dirección de pensar que Dios toma una
actitud tolerante hacia la homosexualidad.
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