} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 8; 16-18

lunes, 3 de enero de 2022

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 8; 16-18


Capítulo 8; 16-18

 16  Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz.

 17  Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.

 18  Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.

 

               Estos versículos no son otra cosa que una aplicación práctica de la célebre parábola del sembrador. Su objeto es grabar bien en nuestra mente la lección  importante que contiene esa parábola  Merecen, por lo tanto, la atención especial de todos los oyentes sinceros del Evangelio de Cristo.

Aprendemos primeramente en estos versículos que debemos hacer uso activo de los conocimientos que poseamos en cosas espirituales. Nuestro Señor nos  dice que esos son semejantes a una lámpara encendida, que es totalmente inútil, cuando está cubierta con una vasija, o puesta debajo de la cama, y que solo  es útil cuando se la pone sobre el candelero, y se la coloca donde puede servir al hombre.

Cuando leamos estas palabras pensemos primero en nuestra propia conducta. El Evangelio es por naturaleza algo que se ha de ver. Es fácil encontrar razones prudentes para no hacer ostentación de nuestra fe ante los demás. Casi todo el mundo tiene un miedo instintivo a ser diferente; y el mundo siempre acaba persiguiendo a los que no se someten a sus principios.

Cierto escritor nos cuenta lo que le pasaba con las gallinas: en un gallinero, cuando todas las gallinas eran iguales menos una, a ésa le hacían la vida imposible y la picoteaban hasta acabar con ella. Hasta en el reino animal es un crimen ser diferente de los demás.

Pero, aunque nos resulte difícil, se nos impone la obligación de no avergonzarnos de confesar cuyos somos y a quién servimos; y, si lo miramos como es debido, lo consideraremos no un deber sino un privilegio. El Evangelio que poseemos no nos ha sido dado solamente para que lo  admiremos, para que hablemos acerca de él, y profesemos creerlo, sino también para que lo practiquemos. El Cristianismo es un "talento" confiado a nuestro  cuidado, y que acarrea gran responsabilidad. Nosotros no estamos en tinieblas como los paganos. Una luz gloriosa ha sido colocada a nuestra vista. El cristiano, aunque sea de posición humilde, nunca debe avergonzarse de su bandera.

Cuidemos de no cerrar los ojos ante sus rayos. Marchemos mientras tenemos la luz. Juan_12:35  Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.

Hay tres clases de personas a las que tratamos de ocultarles algo.

(a) Algunas veces tratamos de ocultarnos cosas a nosotros mismos: cerramos los ojos a las consecuencias de ciertas acciones y hábitos, aunque las conocemos de sobra. Es como cerrar los ojos a los síntomas de una enfermedad que sabemos que tenemos. Es una estupidez increíble.

(b) Algunas veces tratamos de ocultarles las cosas a los demás; pero se las agencian para salir a la luz. Una persona con un secreto no puede ser feliz. La persona feliz es la que no tiene nada que ocultar. Se dice que cierto arquitecto se ofreció a hacerle una casa a Platón en la que todas las habitaciones estarían ocultas a la mirada de la gente. «Te daré el doble del dinero -le dijo Platón- si me haces una casa cuyas habitaciones se puedan ver desde todas partes.» ¡Feliz el que vive así!

(c) Algunas veces tratamos de ocultarle las cosas a Dios, como si esto fuera posible. No hay pretensión más imposible. Haremos bien en tener siempre presente el texto que dice: «Tú eres un Dios que ve» (Genesis_16:13 Entonces llamó el nombre de Jehová que con ella hablaba: Tú eres Dios que ve; porque dijo: ¿No he visto también aquí al que me ve?).

Pero no pensemos solamente en nosotros. Pensemos también en los demás. Existen en el mundo millones de personas que carecen absolutamente de luz espiritual. Viven  sin Dios, sin Cristo, y sin esperanza. Efesios 2:12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.  ¿No podemos hacer nada por ellos? Hay millares a nuestro derredor, en nuestro propio país, que no se han  convertido, que están muertos en el pecado, sin ver ni saber nada de bueno. ¿No podemos hacer nada por ellos? Preguntas son estas a las que todo verdadero  cristiano debe dar respuesta satisfactoria. Debemos esforzarnos en extender nuestra fe en Cristo por todas partes. No hay peor egoísmo que el del hombre que se  contenta con ir solo al cielo. La caridad mejor entendida consisto en hacer lo posible por que otros participen de los rayos todos de la luz de la fe que  poseamos, y en mantener nuestra lámpara de tal modo que alumbre a todos los que están a nuestro derredor. ¡Feliz aquel que, tan luego como reciba luz del  cielo, empieza a pensar en otros, tanto como en sí mismo! Dios no enciende ninguna lámpara para que arda solitaria.

Aprendemos, en segundo lugar, en estos versículos, lo importante que es oír bien. Las palabras de nuestro Señor Jesucristo deben de grabar profundamente  esta lección en nuestros corazones. Él dijo: "Mirad pues como oís..

El provecho que los hombres reciben de todos los medios de gracia depende enteramente del modo como estos son empleados. La oración privada se halla  en el cimiento mismo de la fe cristiana; pero la mera repetición rutinaria de un número determinado de palabras, cuando "el corazón está muy distante," no hace  bien a ninguna alma. La lectura de la Biblia es esencial para obtener un correcto conocimiento del Cristianismo; sin embargo, el mero hábito de leer tantos  capítulos como una tarea obligatoria, sin el deseo humilde de ser instruidos por Dios, no es otra cosa que pérdida de tiempo. Y lo que sucede respecto de la  oración y de la lectura de la Biblia, puede aplicarse al acto de oír. No basta que vayamos a la iglesia y oigamos sermones. Podemos hacerlo por espacio de  cincuenta años y no ser mejores sino más bien peores que antes: "Mirad, como oís," dijo nuestro Señor.

¿Desea alguno saber cómo debe oírse? Tenga presente tres reglas sencillas. En primer lugar debe oírse con fe, creyendo implícitamente que cada palabra de  Dios es verdadera, y que "no pasará." Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.."  Hebeos_4:2.

También debemos oír con reverencia, teniendo presente constantemente que Biblia es el libro de Dios. Esto fue lo que hicieron los Tesalonicenses;  recibieron el mensaje de Pablo, " Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes.." 1Tesalonicenses_2:13.

 Sobre todo, debemos oír con devoción, orando  humildemente por la bendición de Dios antes y después de que se predique el sermón. La falta de la mayor parte de los oyentes consiste en que no piden  bendición alguna, y por lo tanto no obtienen ninguna. El sermón pasa por su mente a la manera que el agua pasa por un cedazo, sin dejar nada adentro.

Traigamos a la memoria estas reglas todos los domingos por la mañana, antes de que vayamos a oír predicar la palabra de Dios. No corramos a la presencia  de Dios, descuidada y atolondradamente, como si no nos importara lo que hiciéramos. Entremos en la iglesia con fe, reverencia y devoción. Solo así  podremos oír con provecho, y volver a nuestro hogar con agradecimiento.

 El versículo 18 expone la ley universal de que el que tiene recibirá más, y el que no tiene, perderá lo que tiene. Si uno está físicamente bien, y se mantiene bien, tendrá el cuerpo dispuesto para nuevos esfuerzos; si se descuida, perderá la capacidad que tenía. Cuanto más estudiamos, más podemos aprender; pero, si nos negamos a estudiar, perderemos lo que sabíamos. Esto es tanto como decir que no nos podemos plantar en la vida. Cuando no vamos para adelante, vamos para atrás. El que busca, siempre encontrará más; pero el que deja de buscar, acabará por perder hasta lo que tiene.

Poner por obra la Palabra de Dios nos ayuda a crecer. Este es un principio físico, mental y espiritual de la vida. Por ejemplo, cuando un músculo se ejercita, crece fuerte; pero uno que no se ejercita crece débil y flácido. Si usted no crece, será débil. Es imposible permanecer así por mucho tiempo. ¿Qué hace con lo que Dios le ha dado?

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