} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVIDENCIAS DE LA CONVERSION 13

lunes, 17 de enero de 2022

EVIDENCIAS DE LA CONVERSION 13


 Ezequiel 33:11-12:

11 Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?

 12  Y tú, hijo de hombre, dí a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no lo librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día que pecare.

 

               Estimado lector, piense por un momento: si alguien fuera a negarle ayuda cuando usted estuviera sin ropa o sin comida, o si fuera a tratarle mal en alguna otra manera, usted diría que le trató sin misericordia. Sin embargo, al desperdiciar deliberadamente su propio cuerpo y alma, usted está siendo mil veces más inmisericorde consigo mismo. Lo que es más, usted quiere que Dios le permita escupir al rostro de su Hijo, tapar sus oídos a la voz del Espíritu Santo, tratar al pecado como si fuera una broma y burlarse de la santidad, y entonces que le salve, aun cuando usted rehúsa su oferta de perdón, y como no lo hace así, entonces usted se atreve a decir que ¡No es un Dios de amor! Si usted fuera tan cuidadoso en evitar el pecado y sus consecuencias, como lo es en buscar pretextos para justificar su comportamiento e inculpar a Dios, entonces emplearía mejor su tiempo. Es espantoso pensar que los hombres tienen una opinión tan alta de sí mismos, que para poder disculparse, están dispuestos aún a inculpar a Dios. Esto es precisamente lo que sucedió cuando Adán comió el fruto prohibido en el jardín de Edén. Dijo a Dios: “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” (Génesis 3:12), insinuando indirectamente que Dios era culpable. En una forma semejante, hoy en día los hombres dicen a Dios: ‘Fue el entendimiento que tú me diste, el que no fue capaz de discernir la verdad; fue la voluntad que me diste, la que escogió mal; fuiste tú quien permitió que yo fuese tentado; fuiste tú quien pusiste todas estas cosas pecaminosas en mi camino.” Este tipo de pensamiento perverso es característico del pecador, porque instintivamente conoce que Dios es la causa de todo lo que es bueno, concluye equivocadamente que también es la causa de todo lo que es malo.

Ahora, permítame tratar con dos objeciones que frecuentemente levantan las personas sobre este asunto:

Primero, hay aquellos que dicen: Seguramente nosotros no podemos convertirnos a nosotros mismos, hasta que Dios nos convierta.” Sin duda la Escritura enseña: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” (Romanos 9:16) Claro que sí, pero si un hombre ha de ser salvo, deberá tener tanto el deseo, como la voluntad de serlo. Dios promete la salvación solamente a aquellos que la desean y la buscan. Por otra parte, es la misericordia divina que produce tanto el deseo como la voluntad. Esto no significa que cuando un hombre está dispuesto y se esfuerza para ser salvo, que su disposición y esfuerzo merezcan una recompensa; sino significa que el rechazo deliberado del pecador de la misericordia divina, resulta en que nunca podrá ser salvo. La incapacidad más grande del pecador es su voluntad obstinada, la cual hace que su pecado sea aún mayor. Podría volverse si quisiera hacerlo, pero su voluntad es tan corrupta que sólo la gracia soberana de Dios la puede cambiar. Entonces, el pecador tiene tanto más razón para pedir la gracia de Dios y ceder ante ella. No tiene razón alguna para descuidarla u oponerse a ella. Entonces, cuando el pecador haya hecho todo lo que puede, entonces podrá inculpar a Dios.

Segundo, hay aquellos que preguntan: Pero, ¿En dónde entra en juego el libre albedrío? Los argumentos acerca del libre albedrío, no son algo que los pecadores puedan entender y por lo tanto voy a limitar la respuesta a un sólo punto. Hablar de que el hombre tiene libre albedrío, no es exactamente correcto. El albedrío del hombre es ‘libre’ en el sentido de que es su facultad de autodeterminación. No obstante, no es estrictamente ‘libre’ porque por naturaleza está fatalmente inclinado hacia lo malo. La voluntad del hombre es esclava de su naturaleza pecaminosa, y por lo tanto no es neutral o imparcial. Por ejemplo, si alguien maliciosamente fuera a herirle, o robarle sus propiedades, o matar a alguno de sus hijos, ¿Le perdonaría usted, si la persona dijera; ‘no tengo libre albedrío, mi naturaleza pecaminosa es culpable?’ Si así fuera el caso, entonces cada criminal podría poner el mismo pretexto y esperar ser absuelto. Pero no sería un pretexto suficiente en ninguno de los casos, y tampoco es un pretexto para usted decir; ‘no tengo una voluntad libre de la esclavitud del pecado.’ ¡Qué tentador tan sutil es el diablo! ¡Cuán engañoso es el pecado! ¡Cuán necio y corrupto es el hombre! El diablo ha de ser muy sutil para poder persuadir a los hombres a que caminen derechito hacia el fuego eterno, después de haber recibido tantas advertencias. El pecado es ciertamente muy engañoso puesto que puede convencer a millones de que pierdan la vida eterna a cambio de algo tan vil. Y el hombre ciertamente tiene que ser corrupto y necio, puesto que puede ser tan fácilmente robado de algo tan valioso, por amor de algo que no vale nada. Parecería imposible que alguien fuera tan estúpido como para arrojarse al fuego, y no obstante los pecadores están felices de arrojarse al infierno. Si fuera posible que usted no muriera hasta que usted mismo decidiera terminar su vida, ¿Cuánto tiempo escogería vivir? No obstante, cuando bajo la gracia de Dios, la vida eterna está en sus manos, en el sentido de que le puede pertenecer, a condición de que usted la quiera y no la desperdicie, entonces ¡cuán necio es desperdiciarla! Aún más, los pecadores son tan inclinados hacia el mal, que no solo se destruyen a sí mismos, sino que no vacilan en arrastrar a otros.

  Todo esto nos dice que el hombre mismo es su peor enemigo, y la peor cosa que puede pasarle en esta vida es que sea dejado a sí mismo. Su queja principal debería ser en contra de sí mismo. Su obra más grande debería ser la de resistir a su propia naturaleza pecaminosa. Su mayor preocupación debería ser orar y luchar contra su ceguera, su corrupción, la perversión y la impiedad que brotan de su propio corazón pecaminoso. La cosa más grande que la gracia de Dios puede hacer es, salvarnos de nosotros mismos. Siendo así el caso, le pido que juzgue según las evidencias. Si lo hace, seguramente será conducido a la conclusión de que usted es culpable ante Dios, culpable de su propia destrucción. En seguida daré algunos argumentos los cuales espero que le convenzan, le humillen y le ayuden a tomar el curso correcto de acción.

1. Usted no tiene razón alguna para creer que Dios es cruel o para inculparle por su propia destrucción, porque la Biblia enseña claramente que esto no está de acuerdo con la naturaleza divina: “17  Justo es Jehová en todos sus caminos, Y misericordioso en todas sus obras. 18  Cercano está Jehová a todos los que le invocan, A todos los que le invocan de veras. 19  Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. 20  Jehová guarda a todos los que le aman, Mas destruirá a todos los impíos.  (Salmo 145:17-20) Por otra parte, sabemos que el entendimiento del hombre es entenebrecido, su voluntad corrupta y sus afectos están contaminados. Por lo tanto, está muy bien capacitado para destruirse a sí mismo. Si usted fuera a encontrar una oveja muerta y junto a ella un cordero y un lobo, ¿De cuál de ellos sospecharía como el asesino? Si un asesinato fuese cometido, ¿sospecharía usted de alguien conocido por su integridad o de un conocido asesino profesional? Y la Biblia dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14  sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15  Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte (Santiago.1:13-15) El pecado es el resultado de la pecaminosidad humana, y no hay ninguna manera en que pueda ser culpa de Dios. El hombre es como una araña venenosa que se enreda en su propia telaraña y se mata a sí mismo.

 2. Usted puede ver que es culpable de su propia destrucción al fijarse cuán dispuesto está a ceder ante la tentación. Usted está tan dispuesto a ceder como el diablo a tentarlo. Si él le tienta a pensamientos, palabras o actos pecaminosos, usted está listo a ceder. Si él le quiere obstaculizar de los pensamientos santos, de las buenas resoluciones, de palabras puras o de buenas acciones, no necesita animarlo, porque usted está dispuesto a darle la bienvenida con cualquier cosa que sugiera. Usted casi nunca está preparado para resistirle, pelear con él o apagar las chispas de pecado que él trata de encender.

 3. Su culpa puede verse en la manera en que usted resiste todos los intentos para salvarle. Dios le encamina hacia su Palabra y usted la resiste. El Espíritu Santo le habla y usted tapa sus oídos. Un amigo cristiano le regaña por su pecado y usted se enoja. Su amigo trata de invitarle a la iglesia y usted le da algún pretexto o le dice que no necesita eso. Si alguien trata de introducirle en una conversación seria acerca de su condición espiritual, usted busca alguna manera para evadir el tema. Usted es tan sabio ante sus ojos que no escuchará a nadie que trate de convencerle de las verdades bíblicas.

4. Usted puede ver que es culpable por la manera en que se opone a la verdad acerca de Dios. Usted piensa que la sabiduría divina es injusta y que su justicia es cruel. Usted piensa que Dios trata con el pecado tan ligeramente como usted lo hace. Se imagina que sus advertencias son falsas, y usted está preparado para presumir de su bondad y para continuar en el pecado con la esperanza de que, Dios encuentre alguna manera para no castigarle.

 5. Usted se destruye a sí mismo imaginando en forma vaga que, puesto que Cristo murió por los pecadores y usted es un pecador, entonces le salvará. Se imagina que aunque usted rehusé confiar en Él cómo Salvador y someterse a Él como su Señor, que en alguna manera será salvo de todos modos por la obra de Cristo. Pero éste no es el caso. La Biblia deja claro que aquellos cuyas vidas no han sido cambiadas, nunca han sido convertidos y que sólo aquellos que confían en Cristo son transformados. Nos habla de “guardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14  quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad  y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” (Tito 2:13-14)

 6. Su culpa puede verse por la manera en que usted hace mal uso de los tratos de Dios para con usted. Quizás usted sea uno de esos que dicen que, si Dios predestina a algunas personas a la salvación, y si usted no es uno de los predestinados, que usted no es culpable de su propia perdición, y que esto le justifica para vivir una vida impía. Quizás usted haya sido afligido en alguna manera y usted culpa a Dios de ello. Por otra parte, si usted es prosperado, le conduce a olvidarse de Dios y a no hacer caso de los asuntos eternos. Y al ver que sus amigos impíos también son prosperados, eso le conduce a concluir que no tiene ningún caso ser creyente. ¿Quién tiene la culpa de todo esto?

7. Usted da por sentado la bondad de Dios para consigo, y usa las bendiciones que le concede como instrumentos de desobediencia. Usted come y bebe para satisfacer sus propios apetitos, y no para tener fuerzas para servir a su Hacedor. La ropa que usted lleva puesta solo sirve para incrementar su orgullo; la prosperidad desvía su atención de las cosas celestiales; si los hombres le alaban eso le envanece; si usted tiene salud y fuerza, se olvida de que esta vida es muy corta; si otros hombres tienen éxito, usted les envidia y codicia lo que tienen; aún la belleza se convierte en un objeto de su codicia.

8. Hasta los dones y las capacidades que Dios le ha dado le conducen a pecar. Si usted es muy dotado, se vuelve muy orgulloso y engreído; si es menos dotado se queja. Si usted tiene algún elemento religioso en su vida, aún este es corrupto; sus oraciones no sirven porque no le conducen a “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.” (2 Timoteo 2:19); puede ser que usted lea la Biblia de vez en cuando, pero puesto que “El que aparta su oído para no oír la ley, Su oración también es abominable.”. (Proverbios 28:9) Escuche lo que Dios le dice: “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal..” (Eclesiastés 5:1)

9. Usted aún convierte las acciones comunes de otras personas en oportunidades para pecar: Si son piadosas usted les odia; si son impíos usted les imita. Si la mayoría de sus amigos son impíos, usted se siente bien en su compañía; y si solo conoce a algunos creyentes, se siente bien menospreciándolos. Si un creyente parece ser especialmente santo en su vida, usted piensa que es muy exagerado; y si un creyente cae en pecado, usted se siente justificado para hacer lo mismo. Si un creyente es descubierto como hipócrita, usted dice: “siempre sospeché que los creyentes eran así”, y se imagina que usted es tan bueno como cualquiera de ellos. Aún una pequeña falla en un creyente, es suficiente para que usted encuentre justificación para pecar; un creyente se lastima un dedo, pero usted está feliz al degollarse a sí mismo. Si hay un escándalo en la iglesia, usted concluye que hay escándalos en todas las iglesias. Si alguien trata de convencerle de que sus creencias son heréticas, usted se adhiere más a ellas. Puesto que todos los creyentes no están de acuerdo en algunos puntos de doctrina, usted rehúsa escuchar las doctrinas básicas, en las cuales todos los creyentes están de acuerdo.

En estos y en otros puntos que veremos en el próximo estudio, no es difícil llegar a la conclusión de que los pecadores se están destruyendo a sí mismos.

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