Capítulo 9; 7-9
9:7
Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba
perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
9:8
otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha
resucitado.(C)
9:9 Y
dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo
tales cosas? Y procuraba verle
Que la misión de los Doce fue efectiva se ve
por la reacción de Herodes. Sucedían cosas. Tal vez había llegado Elías, el
precursor anunciado. Tal vez se trataba del gran profeta esperado. Pero, como ha dicho alguien, " la
conciencia nos hace a todos cobardes», y Herodes se temía que Juan el Bautista,
a quien él creyó haber eliminado, había vuelto del otro mundo a acecharle. Angustiado,
sin saber bien qué pensar de Cristo y de los diferentes sentimientos de los
hombres hacia él: temía que fuera Juan el Bautista resucitado de entre los
muertos, a quien había decapitado: al principio dudó al respecto, aunque
después estuvo plenamente convencido, en su propia mente, de que era él, como
algunos afirmaron; y esto le produjo una gran inquietud y lo llenó de angustia
y horror. Herodes Antipas, quien decapitó a Juan el
Bautista y fue gobernador de Galilea y Perea. Heredó el poder de su padre,
Herodes el Grande, en el 4 a.C.; gobernó hasta el 39 d.C.
Una cosa del ministerio que Jesús les confió a
los Doce se repite varias veces en este breve pasaje: predicar y sanar iban
juntos. Une el interés en los cuerpos y en las almas. No se trataba sólo de
palabras, por muy consoladoras que fueran, sino también de Hechos. Era un
mensaje que no se limitaba a dar noticias de la eternidad, sino que se proponía
cambiar las condiciones de la Tierra. Era lo contrario del opio del pueblo» o
del «paraíso de las beldades». Insistía en que la salud del cuerpo es parte tan
integral del propósito de Dios como la del alma.
Fue muy difícil para las personas aceptar a
Jesús por lo que Él era, de manera que trataron de presentar otras soluciones
que parecían increíbles. Muchos pensaban que Él era alguien que resucitó, tal
vez Juan el Bautista u otro profeta. Algunos sugirieron que era Elías, el gran
profeta que no murió sino que fue llevado en un carro de fuego (2 Reyes_2:1-11 1 Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a
Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. 2 Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí,
porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu
alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el. 3 Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas
que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor
de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad. 4
Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me
ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.
Vinieron, pues, a Jericó. 5 Y se
acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le
dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? El respondió:
Sí, yo lo sé; callad. 6 Y Elías le dijo:
Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo:
Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos. 7 Y vinieron cincuenta varones de los hijos de
los profetas, y se pararon delante a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al
Jordán. 8 Tomando entonces Elías su
manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro
lado, y pasaron ambos por lo seco. 9
Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga
por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble
porción de tu espíritu sea sobre mí. 10 Él
le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será
hecho así; mas si no, no. 11 Y aconteció
que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego
apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.). Herodes no creía nada de lo que se decía de
resurrección y de reanimación, ni de reaparición de alguien que hubiese sido
trasladado. Los filósofos de Atenas se mofaban cuando Pablo les hablaba de la
resurrección de los muertos: “Pero cuando oyeron lo de
la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos
acerca de esto otra vez.” Hechos_17:32,
y cuando ante el procurador Festo se defendió invocando la resurrección de
Jesús, oyó esta respuesta: «Diciendo él estas cosas en
su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te
vuelven loco.» Hechos_26:24.
Pero la pregunta está ahí: ¿Quién es Jesús?
Las cosas inauditas que ha dicho y hecho reclaman explicación. ¿Cómo hallarla?
Única esperanza: Herodes andaba deseoso de verlo, de presenciar alguno de sus
milagros “Porque
los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los
fariseos afirman estas cosas”. Hechos_23:8. Con
la experiencia ocular espera poder formarse un juicio definitivo. Quiere ver
sus obras, su persona, quiere hablar con él... ¿Basta todo esto para conocer a
Jesús? Herodes quiere formarse un juicio sobre Jesús; interesarse interiormente
por su reivindicación. El camino para llegar al conocimiento de Jesús no es el
de la investigación experimental, sino el de la fe. Conocer los misterios del
reino de Dios, entre los que se cuenta también el portador de salud, es un don
de Dios.
Para muchos hoy, quizás no les sea fácil aceptar
a Jesús como totalmente humano y totalmente divino Hijo de Dios, por lo que
siguen intentando hallar explicaciones: un gran profeta, un líder político
radical, un mentiroso alborotador. Ninguna de estas descripciones considera los
milagros de Jesús ni, sobre todo, su gloriosa resurrección. De modo que estas
realidades también deben explicarse. En fin, los intentos para explicar a Jesús
son mucho más complicados que creer la verdad misma.
Nada ha hecho tanto daño a la iglesia como la
repetida afirmación de «las cosas de
este mundo no tienen importancia.» En la década de los 30 en España el paro
invadió muchos hogares respetables y honrados. Al padre se le enmohecía el
talento de no usarlo; la madre no podía hacer que las pesetas le cundieran como
duros; los chicos no sabían más que tenían hambre. Todo el mundo estaba amargado.
Decirle a gente así que las cosas materiales no importan era insultante e
imperdonable, especialmente si el que lo decía vivía desahogadamente. Al
General Booth del Ejército de Salvación le echaban en cara que ofrecía
alimentos y comidas a los pobres en vez de predicarles el Evangelio, y el viejo
guerrero devolvía la descarga diciendo: «Es imposible darle a la gente el
consuelo del amor de Dios en el corazón cuando tienen los pies entumecidos de
frío.»
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