} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 8; 1-3

lunes, 3 de enero de 2022

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 8; 1-3

Capítulo 8; 1-3

1 Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él,

2  y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios,

3  Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.     

 

             Notemos en estos versículos la actividad incansable de nuestro Señor Jesucristo en hacer bien. Se nos dice que caminaba por todas las ciudades y aldeas  predicando, y anunciando el evangelio del reino de Dios. "Sabemos el recibimiento que hallaba en muchos lugares. Sabemos que mientras algunos creían,  muchos no creían. Pero la incredulidad de los hombres no hacia desistir de su obra a nuestro Señor. Estaba siempre "atendiendo a los negocios de Su Padre."  Corta como fue su misión terrenal en punto y duración, fue larga si consideramos lo que se llevó a cabo.

Que la actividad de Cristo sea un ejemplo para todos los cristianos. Sigamos las huellas de ese divino Maestro aunque estemos lejos de llegar a su  perfección. Como él, trabajemos con ahínco en hacer bien en nuestros días y en nuestro siglo, y dejar el mundo mejor que lo encontramos. No es sin objeto  que dice la Escritura expresamente: " El que dice que está en él, debe andar como él anduvo." 1Juan_2:6.

El tiempo es sin duda corto; pero si lo arreglamos con economía y somos sistemáticos en nuestros hábitos, podemos hacer mucho. Pocos tienen idea de  cuánto puede hacerse en doce horas, si uno se consagra a sus negocios, y evita la negligencia y la frivolidad. Seamos pues activos como nuestro Señor, y  "aprovechemos el tiempo.

La vida es indudablemente corta. Pero es la única época en que cristianos pueden hacer alguna obra de misericordia. En el otro mundo no habrá ningún  ignorante a quien instruir, ningunos afligidos que consolar, ningún error espiritual que aclarar, ninguna miseria que remediar, ningún pesar que mitigar.

Cualquiera obra que hagamos de este género tenemos que hacerla de este lado de la sepultura. Apercibámonos de nuestra responsabilidad individual. Las  almas están pereciendo, y el tiempo está pasando rápidamente. Resolvamos con la gracia de Dios hacer algo por la gloria de Dios antes de que muramos.

Recordemos otra vez el ejemplo de nuestro Señor, y como él, seamos activos y "aprovechemos el tiempo..

En segundo lugar notemos en estos versículos el poder de la gracia de Dios, y el influjo impulsivo del amor de Cristo. Leemos que entre las personas que  seguían a nuestro Señor en sus viajes, iban "algunas mujeres, que habían sido curadas por él de malos espíritus y enfermedades..

Podemos fácilmente concebir que las dificultades que estas santas mujeres hubieron de arrostrar para hacerse discípulas de Cristo no fueran pocas ni  pequeñas. Tenían que sufrir el desprecio y el escarnio que los Escribas y Fariseos vertían sobre todos los que seguían a Jesús. Tenían además muchas  pruebas por que pasar a causa de las duras palabras y del mal trato que cualquiera Judía que pensaba por sí misma en materias religiosas tendría  probablemente que sufrir. Pero ninguna de estas cosas las arredraban.

Agradecidas como estaban a nuestro Señor por las mercedes recibidas de sus manos, querían sufrir mucho por amor suyo. Fortalecidas interiormente por el  poder renovador del Espíritu Santo, se hallaban en aptitud de seguir a Jesús y no flaquear. ¡Y Le permanecieron noblemente fieles hasta el fin! No fue una  mujer quien vendió a nuestro Señor por treinta monedas de plata. No fueron mujeres quienes abandonaron al Señor en el jardín y huyeron. No fue una mujer  quien le negó tres veces en la casa del sumo sacerdote, fueron mujeres quienes lloraron y lamentaron cuando Jesús era llevado para ser crucificado. Mujeres  fueron, quienes se mantuvieron firmes hasta lo último junto a la cruz. Fueron mujeres las que primero visitaron el sepulcro "en que yacía el Señor." ¡Grande  es en verdad el poder de la gracia de Dios! Que el recuerdo de la noble conducta de estas mujeres anime a todas las hijas de Eva a cargar la cruz y seguir a Cristo. Que el conocimiento de su propia  debilidad, o el temor de caer no les impida hacer una decidida profesión de fe. Acaso la madre de una larga familia y de escasos recursos nos diga que no  tiene tiempo desocupado para la religión. Acaso la mujer de un hombre irreligioso nos diga que no se atreve a comenzar a ocuparse de religión. Tal vez la  joven cuyos padres son indevotos nos diga que lo es imposible tener religión alguna. Y quizás la criada que vive en medio de compañeras no convertidas,  pueda decirnos, que en mi posición una persona no puede seguir la religión. Pero este es un gravísimo error. Con Cristo nada es imposible. Que vuelvan a  pensarlo, y cambien de parecer. Que empiecen con fe en Cristo, y confíen a él el resultado. El Señor no cambia jamás. El que dio gracia y valor a "algunas  mujeres " para que le sirvieran mientras estuvo en la tierra, puede facilitar los medios necesarios para que en estos tiempos las mujeres le sirvan, le  glorifiquen, y sean Sus discípulas.

Notemos, finalmente, en estos versículos, el privilegio peculiar que nuestro Señor concede a los que fielmente lo siguen. Se nos dice que las mujeres que lo  acompañaban en sus jornadas, "le servían de sus haberes." Sin duda él no necesitaba de su auxilio. Son suyos todos los animales silvestres, y los ganados  que pacen en mulares de montes. Porque mía es toda bestia del bosque,  Y los millares de animales en los collados Salmo 50:10. Aquel poderoso Salvador que pudo multiplicar unos pocos panes y pescados para alimentar a millares de  personas, pudo hacer brotar de la tierra alimento para su sustento, si así lo hubiera juzgado conveniente. Más no lo hizo así, por dos razones: primero, porque  quiso mostrarnos que era hombre como nosotros mismos en todo, excepto solamente en el pecado, y que vivía con fe en la providencia de su Padre;  segundo, porque permitiendo a sus seguidoras que le asistieran, podía poner a prueba por sí mismo el amor y respeto con que lo miraban. El que tiene  verdadero amor considera un placer dar algo al objeto amado. El que no lo tiene acostumbra hablar, prometer mucho, pero no hace absolutamente nada.

Esto de "servir a Cristo de sus haberes " presenta a la mente una importante serie de reflexiones que haremos bien en considerar. Nuestro Señor Jesucristo  cuida continuamente de Su iglesia en nuestros días. Le sería fácil, sin duda, convertir a los chinos o a lis musulmanes en un momento, y crear la gracia con una  sola palabra, ¡creó la luz el primer día de la creación! Más El no obra así. Quiere obrar usando como medios a los misioneros y su predicación, para difundir  Su Evangelio.

Y haciéndolo así, está poniendo a prueba continuamente la fe y el celo de la iglesia. Permite a los cristianos que sean Sus coladores, para poder probar quien  tiene voluntad de "servir," y quien no la tiene. Permite que la propagación del Evangelio se fomente por medio de suscripciones, contribuciones, y sociedades  religiosas, para poder experimentar quienes son los avaros é infieles y quienes los verdaderamente "ricos para con Dios." En resumen, la iglesia visible de  Cristo puede dividirse en dos grandes partes, los que "sirven" a Cristo, y los que no le sirven. ¡Pluguiese a Dios que todos nos acordásemos de esta gran  verdad y diésemos pruebas de nuestro amor! Mientras vivimos estamos en tela de juicio. Nuestras vidas están manifestando constantemente de quienes  somos y a quien servimos; si amamos a Cristo, o amamos el mundo. ¡Felices los que saben qué es "servir a Cristo con sus haberes"! Todavía podemos  hacer esto, aunque nuestros ojos no contemplen su rostro. Aquellas palabras que describen lo que tendrá lugar el día del juicio son muy solemnes: "Tuve  hambre, y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber." Mateo_25:42.

 Se consideraba una obra piadosa el sostener a un rabino, y el hecho de que los fieles seguidores de Jesús le ayudaran de este modo no era nada insólito. Pero, como ya hemos notado con los discípulos, no  podemos por menos de sorprendernos de lo diferentes que eran entre sí estas mujeres. Entre ellas se encontraba María  Magdalena, así llamada porque era del pueblo de Magdala, de la que Jesús había echado a siete demonios; está claro que había tenido un pasado tenebroso y terrible. Estaba Juana, que era la mujer de Cusa, el epítropos de Herodes. Los reyes tenían muchas fuentes de ingresos y propiedades privadas, y el  epítropos era el funcionario que se cuidaba de los intereses financieros del rey. En el Imperio Romano, el mismo emperador tenía sus epitropoi para salvaguardar sus intereses hasta en las provincias gobernadas por procónsules nombrados por el senado. Eran funcionarios de la mayor confianza e importancia. Es sorprendente encontrarse con María Magdalena, con su pasado tenebroso, en la misma compañía que Juana, la dama de la corte.

Es sencillamente maravilloso que Jesús pueda conseguir que vivan en armonía personas de lo más diferentes, sin que ninguna pierda en lo más mínimo su personalidad o sus cualidades. G. K. Chesterton escribe acerca del pasaje en el que se nos dice que el león se acostará con el cordero: «Pero acordaos de que este texto se interpreta muy a la ligera. Se suele dar por sentado... que, cuando el león se acuesta con el cordero, el león se vuelve como el cordero. Pero eso sería una anexión y un imperialismo brutales por parte del cordero. Eso sería sencillamente que el cordero absorbe al león en vez de que el león se coma al cordero. El verdadero problema es: ¿Puede el león acostarse con el cordero, y seguir reteniendo su regia ferocidad? Ese es el problema que se plantea la Iglesia; ese es el milagro que logró.» No hay nada que la iglesia necesite más que el uncir en el mismo yugo los diversos temperamentos y cualidades de personas diferentes. Si estamos fallando es culpa nuestra, porque en Cristo puede hacerse, ¡y se ha hecho!

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