Capítulo 10; 1-12
1 Después de estas cosas, designó el Señor
también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda
ciudad y lugar adonde él había de ir.
2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha,
mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a
su mies.
3 Id; he aquí yo os envío como corderos en
medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a
nadie saludéis por el camino.
5 En cualquier casa donde entréis, primeramente
decid: Paz sea a esta casa.
6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra
paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y
bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis
de casa en casa.
8 En cualquier ciudad donde entréis, y os
reciban, comed lo que os pongan delante;
9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y
decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.
10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no
os reciban, saliendo por sus calles, decid:
11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha
pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros.Pero esto sabed, que el
reino de Dios se ha acercado a vosotros.
12 Y os digo que en aquel día será más tolerable
el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.
Este pasaje se refiere a una misión más amplia
que la primera de los Doce.
El número setenta era simbólico para los
judíos.
(a) Era el número de los ancianos que se
eligieron para ayudar a Moisés con la tarea de gobernar y dirigir al pueblo en
el desierto (Números11:16-17 16 Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de
los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus
principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí
contigo. 17 Y yo descenderé y hablaré
allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y
llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.; Números11:24-25 24 Y salió Moisés y
dijo al pueblo las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los
ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo. 25 Entonces Jehová descendió en la nube, y le
habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones
ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.).
(b) Era el número de los miembros del
Sanedrín, el consejo supremo de los judíos. Los Setenta fueron elegidos para
ayudar a Jesús.
(c) También se creía que habían sido setenta
los traductores del Antiguo Testamento al griego, por lo que se llama esa
versión Septuaginta, y se indica corrientemente como LXX.
(d) Se decía que ese era el número de las
naciones del mundo. Lucas tenía una visión universalista, y puede ser que
estuviera pensando en el día cuando todas las naciones conocerán y amarán a su
Señor.
Hay aquí un detalle interesante. Uno de los
pueblos que Jesús cita aquí es Corazín. Se supone que Jesús hizo allí muchos
milagros; pero este lugar no se menciona en los evangelios nada más que aquí,
así que no sabemos nada de lo que Jesús hizo o dijo allí. Aquí tenemos un
ejemplo de lo mucho que ignoramos de la vida de Jesús. Los evangelios no son
biografías, sino meros bocetos de la vida de Jesús (Juan_21:25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales
si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros
que se habrían de escribir. Amén. ).
Este pasaje nos dice algunas cosas de suprema
importancia sobre el transmisor y el receptor del Evangelio.
(i)
El predicador tiene que estar descargado de cosas materiales; tiene que viajar
ligero. Es fácil liarse
con las cosas de la vida. Una vez el doctor Johnson, después de ver las
dependencias de un gran castillo, observó gravemente: «Estas son las cosas que
le hacen a uno difícil morir.» La Tierra no debe nunca borrar el Cielo.
(ii)
El predicador se tiene que concentrar en su tarea; no tiene que saludar a nadie
en el camino. Esto
nos recuerda las instrucciones que le dio Elías a Giezi en 2 Reyes 4:29 Entonces dijo
él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y ve; si alguno te
encontrare, no lo saludes, y si alguno te saludare, no le respondas; y pondrás
mi báculo sobre el rostro del niño. Ya sabemos lo ceremoniosos y
prolijos que son los orientales en sus saludos. No se nos manda que seamos
maleducados; lo que quiere decir esto es que el hombre de Dios no debe dejarse
distraer ni retrasar por cuestiones menores cuando las mayores le requieren.
(iii)
El predicador no debe tener espíritu mercenario; debe comer lo que le pongan
por delante, y no debe andarse mudando de casa en casa en busca de mayores y
mejores comodidades. No pasó
mucho tiempo antes de que surgieran aprovechados en la Iglesia Primitiva. Hay
un tratado llamado La Enseñanza de los Doce Apóstoles, que se escribió hacia el
año 100 d C., y que es el primer libro de orden eclesiástico. Había entonces
profetas que iban visitando las iglesias de pueblo en pueblo. Se advierte qué,
si un profeta quiere quedarse en el mismo lugar más de tres días sin trabajar,
es un falso profeta; y si habla en el Espíritu para pedir dinero o comida, es
un falso profeta. El obrero merece su
paga, pero el siervo del Señor crucificado no puede buscar lujos.
(iv)
El haber escuchado la Palabra de Dios conlleva una gran responsabilidad. Seremos juzgados según lo que hayamos tenido
oportunidad de saber. A un niño se le consienten cosas que se condenarían en un
adulto; a un salvaje se le perdonan cosas que se castigarían en un civilizado.
La responsabilidad es la otra cara del privilegio.
(v)
Es un error terrible el rechazar la invitación de Dios. En cierto sentido, todas las promesas de Dios
que hayamos escuchado pueden convertirse en nuestra condenación. Si las
recibimos, son nuestra mayor gloria; pero cada una de las que hemos rechazado será
algún día un testigo en contra nuestra.
Estos versículos refieren a un hecho que no se
registra en los otros Evangelios. Este hecho es el nombramiento de los setenta
discípulos que además de los doce
apóstoles habían de ir delante Jesús. No sabemos los nombres de ninguno de
estos discípulos. Nada se nos dice sobre su historia después que fueron enviados. Pero las instrucciones que se les
dieron son sumamente interesantes, y merecen ser estudiadas detenidamente por
todos los ministros y maestros del Evangelio.
El
primer punto a que nuestro Señor llamó la atención de los setenta fue la
importancia de la oración é intercesión. Esta es la idea cardinal con que nuestro Señor empieza su discurso.
Antes de explicar a sus mensajeros el objeto y naturaleza de su misión, les
ordena orar: "Bogad al Señor de la mies que envié obreros a su mies...
La
oración es una de los mejores y más eficaces medios para promover el adelanto
de la causa de Cristo. Y
es un medio al alcance de todos los que tienen el "espíritu de adopción." No todos
los fieles tienen dinero que dar para las misiones. Muy pocos tienen grandes
dotes intelectuales, o ejercen mucho influjo
entro los hombres. Más todos los
fieles pueden y deben orar por el buen éxito del Cristianismo. Muchas y
sorprendentes son las bendiciones que se han
obtenido por medio de la oración, y que la Biblia refiere para nuestra
edificación. "La oración eficaz del justo vale mucho." Santiago_5:16 Confesaos
vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.
La oración eficaz del justo puede mucho.
El ministro del Evangelio para ser verdadero
sucesor de los apóstoles, debe, consagrarse a la oración, tanto como a la
predicación de la palabra. Hechos 6:4 Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de
la palabra.
Debe hacer uso no solamente de "la espada
del Espíritu," sino de la oración constante, "con todo ruego y
súplica. Este es el medio de que pueden
servirse para ser benditos en sus sagradas tareas. Este, sobretodo, es el medio
de conseguir quienes cooperen en la causa de Cristo. Los colegios pueden educar a muchos; los obispos pueden
ordenarlos; y sus bienhechores pueden darles la subsistencia. Pero solo Dios puede
proveer obreros que quieran trabajar en
bien de las almas. Oremos diariamente por más obreros de esta clase.
El
segundo punto al cual nuestro Señor llama la atención de los setenta discípulos
es la naturaleza peligrosa de la obra que iban a emprender. Él no les oculta los peligros ni las tribulaciones que les
esperaban. No los envía con engañosas promesas, ni les predice cosas
halagüeñas, ni les anuncia un éxito brillante.
Les dice claramente lo que debían esperar.
"He aquí," dice, "Yo os envió como á corderos en medio de lobos...
Estas palabras, sin duda, se referían
especialmente al transcurso de la vida de aquellos a quienes se dirigieron.
Vérnoslas cumplidas en las muchas
persecuciones descritas en los Actos de los Apóstoles. Pero no se nos
oculta que esas palabras describen un estado de cosas que puede verse en
nuestros días. Mientras exista la
iglesia, los fieles deben esperar encontrarse como "corderos en medio de
lobos;" tienen que resolverse a ser aborrecidos, y perseguidos, y maltratados por los que no
tienen verdadera religión. Ni deben solicitar favor alguno de las gentes no
convertidas, porque no lo obtendrán,
Lutero solía decir con mucha fuerza y no poca razón que "Caín
mataría a Abel, si pudiera, hasta el fin del mundo." "No os maravilléis,
hermanos míos," dice Juan, "si
el mundo os aborrece." "Todos los que quieren vivir píamente en
Cristo padecerán persecución." 1Juan_3:13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece 2Timoteo3:12 Y también
todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución
El
tercer punto que nuestro Señor recomienda a los setenta discípulos es, la
consagración completa a la obra que iban a emprender.
Estas palabras tan notables deben
interpretarse indudablemente con alguna limitación. Llegó el tiempo en que
nuestro Señor mismo tuvo que decir a sus
discípulos: "Mas ahora el que tiene bolsa tómela y también su
alforja." Lucas_22:36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también
la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. El
apóstol Pablo no ocultaba que tenía la costumbre de saludar. El apóstol Pedro nos manda expresamente
"ser corteses." 1Pedro 3:8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos
fraternalmente, misericordiosos, amigables; Mas sin embargo, después de hacer todas
las limitaciones, hay una importante lección en
estas palabras de nuestro Señor, que no debe pasarse por alto. Los
ministros y maestros del Evangelio deben guardarse de dejar que el mundo
absorba todo su tiempo y toda su
atención, y que les impida el progreso de su obra espiritual; el deseo del dinero,
y la atención excesiva a lo que se llama "la etiqueta," son lazos tendidos en el camino de los
obreros de Cristo y en los que pueden caer si no están alerta.
Consideremos estas cosas. Tienen interés
especial para los ministros, pero conciernen más o menos a todos los
cristianos. Esforcémonos en hacer ver a los
hombres del mundo, que no podemos perder tiempo en vivir a su modo.
Hagámosles ver que juzgamos la vida demasiado valiosa para malgastarla en continuos festines, en visitas, y en cosas
semejantes, como si no hubiese muerte, o juicio, o vida futura. Por de contado
que hemos de ser corteses. Más no
hagamos de la etiqueta un ídolo delante del cual todo deba prosternarse.
Digamos abiertamente que nos estamos dirigiendo a un país situado más allá
del sepulcro y que no tenemos tiempo
para todas esas comidas, y bebidas, y todo ese trajín de trajes, y de
civilidad, y de cumplimientos, en que tantos intentan en vano encontrar la felicidad. Digamos como
Nehemías: "Yo hago una grande obra y no puedo venir." Nehemias 6:3 Y les envié
mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la
obra, dejándola yo para ir a vosotros.
La
cuarta recomendación que hizo nuestro Señor a los setenta es en cuanto al ánimo
contento y apacible que debían manifestar.
Instrucciones como estas van, sin duda,
dirigidas primaria y especialmente a los ministros del Evangelio. Ellos son los
que, sobre todos los demás hombres,
deben tener cuidado en su manera de vivir de evitar el ánimo mundano. La
sencillez en el alimento y en el manejo doméstico, y la conformidad con cualquier cosa, siempre que pueda conservarse
ilesa la salud, deben ser los distintivos del "hombre de Dios." Una
vez que el predicador haya adquirido la
reputación de gustar extraordinariamente de comer y beber, y de las
comodidades mundanas, pierde en gran parte su influjo clerical. El sermón
acerca de las "cosas invisibles
" producirá poco efecto cuando la vida del que lo pronuncia recomienda las
"cosas visibles...
Pero no debemos circunscribir estos preceptos
de nuestro Señor a los ministros solamente. Ellos deben apelar a las
conciencias de codos los fieles, y a todos
los llamados por el Espíritu Santo, y que se hacen siervos de Dios.
Deben recordarnos la necesidad de la sencillez, y del despego a la vanidad
mundana en nuestra conducta diaria.
Preciso es que nos guardemos de ocuparnos mucho acerca de nuestro alimento, y
de nuestros muebles, y de nuestras casas, y da
todas las cosas que contribuyen al bienestar del cuerpo. Preciso es que
nos esforcemos en vivir como hombres que piensan preferentemente en el alma inmortal. Al pasar por el mundo debemos
hacerlo como peregrinos que todavía no han llegado a su patria y no se cuidan
de qué clase de hospedaje se les dé por
el camino. ¡Felices los que se consideran como peregrinos y extranjeros en esta
vida, y cuyos mejores bienes son los venideros!
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