Ezequiel 33:11-12:
11 Diles: Vivo yo, dice Jehová el
Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su
camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué
moriréis, oh casa de Israel?
12 Y
tú, hijo de hombre, dí a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no lo
librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el
día que se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia
el día que pecare.
Estimado lector, si ha llegado
hasta aquí ¿Se atreverá a pararse ante Dios en el día del juicio con los
argumentos del anterior estudio? ¿Le ayudará en aquel momento decir, “Señor, no
te busqué porque estaba muy ocupado con otras cosas, conocí a algunas personas
que eran hipócritas y también estaba confundido porque existían tantas
diferentes opiniones religiosas?” ¿De qué le servirá decir esto? La Biblia le
dice: “Buscad primero el reino y su justicia, y todas
esas cosas se os darán por añadidura.” (Mateo
6:34) y que “El ejercicio corporal reporta poca
utilidad; en cambio, la piedad es útil para todo, ya que trae consigo la
promesa de una vida aquí y en el más allá.” (1
Timoteo 4:8). Entonces, ¿Por qué rehúsa usted hacer caso? Si los
hipócritas le impiden, entonces usted debería ser más cuidadoso y no más
negligente. Dios le dice que mire a la Biblia y no a los hipócritas. ¿Está
confundido porque hay tantas opiniones religiosas? Entonces, ¿Por qué no
depende solo de la Biblia, en donde la enseñanza divina acerca de la salvación
es perfectamente clara? Si estas respuestas no le han silenciado, entonces Dios
tiene otras cosas que lo harán. Jesús dijo una parábola acerca de un hombre que
entró a una fiesta de bodas sin estar vestido adecuadamente para la ocasión, y
cuando el encargado le preguntó: y le dice: Amigo,
¿cómo entraste aquí sin traje de ceremonia? Pero él se quedó callado. (Mateo 22:12) En
la misma manera, cualquiera que se imagina que puede entrar al cielo sin ser
convertido, quedará mudo en el día del juicio. No tendrá nada que decir,
porque no tendrá ninguna razón para dar, de por qué no se volvió al Señor
cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. ¿Está satisfecha su propia conciencia
con las razones que usted da para no volverse a Dios? Si lo es, entonces es
obvio que usted no piensa seriamente en arrepentirse. ¿Cuál razón puede usted
dar por permanecer tal como está? ¿Está usted decidido a ir al infierno aún en
contra de la razón? Piense seriamente acerca de esto mientras tenga tiempo
para hacerlo. ¿Puede usted encontrar algún defecto en Dios, en su obra o en
sus promesas? ¿Es un mal Patrón? o ¿Acaso es mejor el diablo? ¿Hay algo dañino
en una vida santa, o es mejor una vida de mundanalidad e impiedad? ¿Su
conciencia le dice que le haría daño ser convertido y vivir una vida santa?
¿Sería dañino que el Espíritu de Cristo cambiara su corazón? Si es malo ser
santo, entonces ¿Por qué dice Dios “porque escrito
está: Sed santos, porque yo soy santo.”? (1
Pedro 1:16).
En el principio Dios hizo al hombre “Y creó Dios al hombre a imagen suya: a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27).
Es esta imagen la que fue perdida en la caída y que Dios quiere restaurar en
usted. Puede ser que usted sea renuente a vivir una vida santa pero sea
honesto, ¿No preferiría morir la muerte de los santos? ¿No preferiría morir
convertido que inconverso? ¿Santo que impío? No hay nada dentro de usted que
clame, “¿Quién podrá calcular el polvo de Jacob? ¿Quién
contará la cuarta parte de Israel? ¡Muera yo con la muerte de los justos! ¡Sea
mi fin como el suyo!” (Números 23:10).
Entonces, ¿Por qué no volverse a Dios
ahora? La verdad del asunto es que usted será convertido o deseará ser
convertido cuando ya sea demasiado tarde. ¿Qué teme perder si llega a ser
cristiano? ¿Sus amigos? Pero usted ganará nuevos amigos. Dios será su amigo,
Cristo será su amigo, el Espíritu Santo será su amigo y todos los demás
creyentes en el mundo serán sus amigos. Los amigos que usted tiene en la
actualidad le seducirán al camino que conduce al infierno; el Señor Jesucristo, su nuevo amigo, le salvará del infierno y le
llevará al cielo. ¿Teme perder sus placeres? ¿Imagina que nunca podría
volver a tener otro día feliz si fuera convertido? ¡Qué tragedia que usted se
complazca más en las cosas que agradan a su naturaleza pecaminosa que en las
cosas que sirven para glorificar a Dios! La Biblia dice, “Que el reino de Dios no consiste en tal clase de comida o de
bebida, sino en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo..” (Romanos 14:17)
Un niño jugando con sus juguetes piensa más en
ellos que en ninguna otra riqueza que usted pudiera ofrecerle, y es necedad
maliciosa lo que le hace al pecador preferir los placeres y las posesiones
terrenales antes que las riquezas del reino de Dios. ¿Qué hará usted cuando los
placeres y las posesiones terrenales se desvanezcan? Para el creyente ese
momento es cuando sus gozos más grandes comienzan. Yo sé algo de lo que
significa entregarse a los placeres terrenales, mi pasado son como cicatrices, pero
también conozco el gozo del amor de Dios en Cristo, y no hay ninguna
comparación. Hay más gozo en un solo día con Cristo, que de una vida entera sin
Él. Eso es porque el salmista dijo a Dios: “En tus
atrios un día vale mil: yo prefiero estar en la puerta de la casa del Señor, a
habitar en las tiendas del impío.”. (Salmo
84:10) Vale la pena recordar algunas de las palabras escritas por el rey
Salomón, uno de los hombres más ricos y sabios de la historia: “2 A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve
esto? 3 Propuse en mi corazón agasajar
mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la
necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual
se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida// 10 No negué a mis ojos ninguna cosa que
desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo
mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. 11 Miré yo luego todas las obras que habían
hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era
vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.”. (Eclesiastés 2:3//10-11) Más tarde agregó: “2 Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete;
porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su
corazón. 3 Mejor es el pesar que la
risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. 4 El corazón de los sabios está en la casa del
luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. 5 Mejor es oír la reprensión del sabio que la
canción de los necios. 6 Porque la risa
del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla. Y también esto
es vanidad.”. (Eclesiastés 7:2-6)
La risa más fuerte del pecador inconverso es
como la risa de un hombre que está fuera de sí, se ríe cuando no tiene motivo
alguno para hacerlo. ¿Tiene esto algún sentido? Es su naturaleza pecaminosa lo
que le hace pensar que una vida carnal sería placentera mientras que una vida
santa no. Pero si usted es convertido a Dios, le dará un corazón
nuevo, que resultará en que le será más placentero mortificar el
pecado, que abrigarlo. 26 Os daré corazón nuevo, y
pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra Ezequiel 36:26-27. Usted descubrirá que lo único que satisface es la vida que se vive
para Dios.
¿Por qué son los hombres tan irracionales
cuando se trata de la salvación, y perfectamente razonable cuando se trata de
otras cosas? ¿Por qué son tan renuentes a ser convertidos que necesitan tanta
persuasión? Es un hecho que una gran mayoría vivirán y morirán como
inconversos. En seguida daré seis respuestas a estas preguntas:
1. Porque el hombre es un pecador por nacimiento, lo cual significa que por naturaleza está
enamorado del mundo y del pecado y opuesto a Dios y a todo bien.
2. El hombre está en tinieblas espirituales. Es como un hombre ciego de nacimiento, quien
no puede entender una descripción de la luz. Así, el pecador no sabe nada
acerca de Dios, el poder de la cruz de Cristo o la persona y la obra del
Espíritu Santo. No puede entender lo que significa ser convertido, ni vivir una
vida cristiana, ni saber la certidumbre de ir al cielo. Se encuentra en medio
de la ignorancia, perdido en la confusión del pecado, como alguien que tropieza
en la oscuridad de la noche y no sabe en dónde está, hasta que amanece.
3. Están seguros de que no necesitan ser convertidos, más bien piensan
que un poco de mejoramiento moral, será suficiente para llegar al cielo. Ninguno que rehúsa creer que es perdido,
hará caso de alguien que trata de orientarle hacia la dirección correcta.
4. Han llegado a ser esclavos de su
propia naturaleza pecaminosa. Sus deseos y apetitos egoístas tiene
tanto control sobre ellos, que no pueden pensar en otra cosa, salvo en cómo
satisfacerlos. Pero su propia determinación se ha convertido en su propia
debilidad. Dicen que no tienen poder para dar la espalda al pecado, la verdad
es que no lo desean. El pecador está tan ocupado con las cosa terrenales que no
tiene ni tiempo, ni corazón, ni mente para las cosa celestiales.
5. Algunos están rodeados por muchos amigos impíos, de tal manera que nunca piensan ni por un momento en vivir una vida santa. Cuando alguno de estos amigos muere, no se imaginan ni por un momento que se ha ido al infierno. Entonces, están muy felices en seguir viviendo como sus amigos vivieron y morir como ellos murieron. Hay una historia acerca de un pastor que estaba guiando un rebaño de corderos sobre un puente que cruzaba el río. Cuando de repente algo obstaculizó el camino, uno de los corderos brincó sobre el muro, pero sus piernas se resbalaron y cayó al río. Antes de que el pastor pudiera detenerlos, un cordero tras otro hicieron lo mismo y muy pronto todos se ahogaron. Aquellos corderos que venían de atrás, no tenían ninguna idea de lo que les estaba sucediendo a los que iban al frente. Pensaron que todo estaba bien, pero cuando subieron al muro del puente, resbalaron y perecieron. Es lo mismo con los hombres impíos y sus amigos impíos. Uno muere y cae en el infierno y los otros le siguen sin saber hacia dónde van. Cuando ya están al otro lado del muro de la muerte, y sus ojos son abiertos, darían cualquier cosa para regresar a la vida y volverse.
6. Tienen un enemigo poderoso, sutil, malicioso que es el diablo, cuya
meta principal es la de impedir su conversión. Él les persuade, a no preocuparse por estos
asuntos y a no creer en las Escrituras. Les dice que una vida santa es una vida
miserable, que no hay ninguna necesidad de ser convertidos, y que un Dios de
amor jamás enviaría a nadie al infierno. Y si ellos empiezan a pensar
seriamente acerca de su condición, les dice que no hay prisa para que hagan
algo. Por medio de todos estos engañosos medios, el diablo mantiene a la
mayoría de los hombres en sus garras y les guía a la destrucción.
Estas son algunas de las razones por las
cuales tantas personas permanecen inconversas. Aunque Dios ha hecho tanto,
Cristo ha sufrido tanto y los predicadores verdaderos del evangelio han dicho
tanto para conducirles a la conversión, permanecen inconversos. Aun cuando
todas sus razones han sido manifiestas como no válidas, ellos rehúsan escuchar
el llamamiento misericordioso de Dios a “Volverse y vivir”. Como ya hemos visto
que los mandamientos de Dios son razonables y la desobediencia del hombre es
irracional, queda solamente un asunto importante que considerar: ¿Quién tiene
la culpa si los pecadores se condenan?
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