Capítulo 8; 19-21
19
Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar
hasta él por causa de la multitud.
20 Y se
le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21 El
entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la
palabra de Dios, y la hacen.
No es difícil ver que, por lo menos durante la vida de Jesús, su familia
no estaba de acuerdo con Él. Marcos 3:21 Cuando lo
oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí. nos dice que llegaron sus parientes, e
intentaron detenerle, porque creían que estaba loco. En Mateo_10:36 y los enemigos del hombre
serán los de su casa, Jesús les advierte a sus seguidores que los
enemigos de uno pueden muy bien ser los de su propia familia, cosa que parecía
estar diciendo por propia y amarga experiencia.
Hay en este pasaje una gran verdad práctica.
Es posible que uno se encuentre más próximo a los que no son sus parientes que
a su propia familia. Lo que relaciona más profundamente a las personas puede no
ser la consanguinidad, sino la mente y el corazón; el tener propósitos,
principios e intereses comunes, y un objetivo común en la vida constituyen el
verdadero parentesco. También lo estoy viviendo en mis carnes por eso sé que es
así.
Recordemos
la definición del Reino de Dios que hemos deducido: es una sociedad en la
Tierra en la que la voluntad de Dios se realiza tan perfectamente como en el
Cielo. Lo más sublime de Jesús es que Él es el
único ser humano que ha conseguido tener su voluntad en perfecta armonía con la
de Dios. Por tanto, todos los que tienen como suprema finalidad en la vida
el hacer coincidir su voluntad con la voluntad de Dios son los verdaderos
parientes de Jesús. A veces se dice que todos somos hijos de Dios», lo cual es
cierto en un sentido real y precioso, porque Dios ama al santo y al pecador;
pero la más profunda cualidad de hijos está condicionada éticamente: es cuando
una persona pone su voluntad en armonía con la de Dios con la ayuda del
Espíritu Santo cuando llega a ser verdaderamente un hijo o una hija de Dios.
Los estoicos enseñaban que esa es la única
manera de ser felices en esta vida. Tenían la convicción de que todo lo que
sucede -alegría o tristeza, triunfo o desastre, pérdida o ganancia, sol o
sombra- es la voluntad de Dios. Cuando uno se niega a aceptarla es como si se
diera de cabezazos contra los muros del universo, y no cosecha más que problemas
y dolor de corazón.
Cuando uno se dirige a Dios en su corazón y
dice: «Haz conmigo lo que quieras”, ha encontrado el camino de la felicidad.
De aquí se deducen dos cosas.
(i) Hay una lealtad que sobrepasa todas las
lealtades terrenales; hay algo que tiene prioridad sobre las cosas más queridas
de la Tierra. En este sentido, Jesucristo es un Señor exigente, porque no está
dispuesto a compartir el corazón humano con nada ni con nadie. El amor es por
fuerza exclusivo: no podemos amar nada más que a una persona a la vez, ni servir más que a un señor a la vez.
(ii) Eso es duro; pero tiene esta maravillosa
consecuencia: cuando nos entregamos totalmente a Cristo entramos a formar parte
de una familia cuyas fronteras abarcan toda la Tierra, lo cual es algo que
compensa con creces todas las pérdidas que se hayan de sufrir.
Como dice el himno de John Oxenham que
tradujo. doña Juanita R. de Balloch:
1 Ni Oriente ni Occidente hay - en Cristo, y
su bondad abarca con su amor y paz - la entera humanidad.
2 En Dios, los fieles al Señor - su comunión
tendrán, y con los lazos del amor - el mundo rodearán.
3 ¡De razas no haya distinción, - obreros de
la fe! EL que cual hijo sirve a Dios, - hermano nuestro es.
4 Oriente y Occidente en Él - se encuentran, y
su amor las almas une por la fe - en santa comunión.
Aprendemos además, en estos versículos, cuáles son
las prerrogativas de los oyen la palabra de Dios, y la cumplen. Nuestro Señor
Jesucristo dice que considera a estos
como si fueran su madre y sus hermanos.
El que oye la palabra de Dios, y la cumple es
el verdadero cristiano. Ese oye el llamamiento de Dios al arrepentimiento y a
la conversión y lo obedece; cesa de
obrar mal, y aprende a obrar bien se despoja del hombre viejo, y se reviste del
hombre nuevo; oye la exhortación de Dios para creer en Jesucristo a fin de obtener justificación, y lo obedece, abandona
su propia rectitud, y confiesa tener necesidad de un Salvador; recibe a Cristo
crucificado como su única esperanza, y
da por perdidas todas las cosas por conocerlo a Él; oye que se le manda ser obediente,
y obedece; se esfuerza en vivir, no según la carne, más según el espíritu; y empeñase, en fin, en echar á
un lado todo peso, y el pecado que tan estrechamente lo persigue. He aquí en lo
que consiste el verdadero Cristianismo.
Todos los hombres que obran así son verdaderos cristianos; no obran para
salvarse sino que evidencian esa salvación por las obras que Dios preparó de
antemano para que anduvieran en ellas.
Pero los sufrimientos de todos los que
"oyen la palabra de Dios y la cumplen " no son pocos ni pequeños. El
mundo, la carne y el demonio los hacen padecer
constantemente; y ellos gimen con frecuencia, estando sobrecargados. 2 Corintios. 5.4 Porque
asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no
quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido
por la vida. Muchas veces la cruz les parece pesada y el camino del
cielo escabroso y estrecho; y se sienten
dispuestos a exclamar como S. Pablo cuando dijo: "
¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" Romanos 7:24. Los
que así piensen y los que así exclamen deben hallar consuelo en las
palabras de nuestro Señor Jesucristo que hemos estado considerando. Que
recuerden que el mismo Hijo de Dios los
mira como a parientes cercanos. Que no hagan caso de la burla, del escarnio y
de la persecución de este mundo. La mujer de
quien Cristo dice: " Esa es mi madre," y el hombre de quien
dice: " Ese es mi hermano " no tienen nada que temer.
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