} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 8; 19-21

lunes, 3 de enero de 2022

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS Capítulo 8; 19-21

Capítulo 8; 19-21

 19  Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.

 20  Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.

 21  El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

 

               No es difícil ver que, por lo menos durante la vida de Jesús, su familia no estaba de acuerdo con Él. Marcos 3:21  Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí.  nos dice que llegaron sus parientes, e intentaron detenerle, porque creían que estaba loco. En Mateo_10:36 y los enemigos del hombre serán los de su casa, Jesús les advierte a sus seguidores que los enemigos de uno pueden muy bien ser los de su propia familia, cosa que parecía estar diciendo por propia y amarga experiencia.

Hay en este pasaje una gran verdad práctica. Es posible que uno se encuentre más próximo a los que no son sus parientes que a su propia familia. Lo que relaciona más profundamente a las personas puede no ser la consanguinidad, sino la mente y el corazón; el tener propósitos, principios e intereses comunes, y un objetivo común en la vida constituyen el verdadero parentesco. También lo estoy viviendo en mis carnes por eso sé que es así.

Recordemos la definición del Reino de Dios que hemos deducido: es una sociedad en la Tierra en la que la voluntad de Dios se realiza tan perfectamente como en el Cielo. Lo más sublime de Jesús es que Él es el único ser humano que ha conseguido tener su voluntad en perfecta armonía con la de Dios. Por tanto, todos los que tienen como suprema finalidad en la vida el hacer coincidir su voluntad con la voluntad de Dios son los verdaderos parientes de Jesús. A veces se dice que todos somos hijos de Dios», lo cual es cierto en un sentido real y precioso, porque Dios ama al santo y al pecador; pero la más profunda cualidad de hijos está condicionada éticamente: es cuando una persona pone su voluntad en armonía con la de Dios con la ayuda del Espíritu Santo cuando llega a ser verdaderamente un hijo o una hija de Dios.

Los estoicos enseñaban que esa es la única manera de ser felices en esta vida. Tenían la convicción de que todo lo que sucede -alegría o tristeza, triunfo o desastre, pérdida o ganancia, sol o sombra- es la voluntad de Dios. Cuando uno se niega a aceptarla es como si se diera de cabezazos contra los muros del universo, y no cosecha más que problemas y dolor de corazón.

Cuando uno se dirige a Dios en su corazón y dice: «Haz conmigo lo que quieras”, ha encontrado el camino de la felicidad.

De aquí se deducen dos cosas.

(i) Hay una lealtad que sobrepasa todas las lealtades terrenales; hay algo que tiene prioridad sobre las cosas más queridas de la Tierra. En este sentido, Jesucristo es un Señor exigente, porque no está dispuesto a compartir el corazón humano con nada ni con nadie. El amor es por fuerza exclusivo: no podemos amar nada más que a una persona a la vez, ni  servir más que a un señor a la vez.

(ii) Eso es duro; pero tiene esta maravillosa consecuencia: cuando nos entregamos totalmente a Cristo entramos a formar parte de una familia cuyas fronteras abarcan toda la Tierra, lo cual es algo que compensa con creces todas las pérdidas que se hayan de sufrir.

Como dice el himno de John Oxenham que tradujo. doña Juanita R. de Balloch:

1 Ni Oriente ni Occidente hay - en Cristo, y su bondad abarca con su amor y paz - la entera humanidad.

2 En Dios, los fieles al Señor - su comunión tendrán, y con los lazos del amor - el mundo rodearán.

3 ¡De razas no haya distinción, - obreros de la fe! EL que cual hijo sirve a Dios, - hermano nuestro es.

4 Oriente y Occidente en Él - se encuentran, y su amor las almas une por la fe - en santa comunión.

Aprendemos además, en estos versículos, cuáles son las prerrogativas de los oyen la palabra de Dios, y la cumplen. Nuestro Señor Jesucristo dice que  considera a estos como si fueran su madre y sus hermanos.

El que oye la palabra de Dios, y la cumple es el verdadero cristiano. Ese oye el llamamiento de Dios al arrepentimiento y a la conversión y lo obedece; cesa  de obrar mal, y aprende a obrar bien se despoja del hombre viejo, y se reviste del hombre nuevo; oye la exhortación de Dios para creer en Jesucristo a fin de  obtener justificación, y lo obedece, abandona su propia rectitud, y confiesa tener necesidad de un Salvador; recibe a Cristo crucificado como su única  esperanza, y da por perdidas todas las cosas por conocerlo a Él; oye que se le manda ser obediente, y obedece; se esfuerza en vivir, no según la carne, más según  el espíritu; y empeñase, en fin, en echar á un lado todo peso, y el pecado que tan estrechamente lo persigue. He aquí en lo que consiste el verdadero  Cristianismo. Todos los hombres que obran así son verdaderos cristianos; no obran para salvarse sino que evidencian esa salvación por las obras que Dios preparó de antemano para que anduvieran en ellas.

Pero los sufrimientos de todos los que "oyen la palabra de Dios y la cumplen " no son pocos ni pequeños. El mundo, la carne y el demonio los hacen padecer  constantemente; y ellos gimen con frecuencia, estando sobrecargados. 2 Corintios. 5.4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Muchas veces la cruz les parece pesada y el camino del cielo escabroso y  estrecho; y se sienten dispuestos a exclamar como S. Pablo cuando dijo: " ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" Romanos 7:24. Los  que así piensen y los que así exclamen deben hallar consuelo en las palabras de nuestro Señor Jesucristo que hemos estado considerando. Que recuerden que  el mismo Hijo de Dios los mira como a parientes cercanos. Que no hagan caso de la burla, del escarnio y de la persecución de este mundo. La mujer de  quien Cristo dice: " Esa es mi madre," y el hombre de quien dice: " Ese es mi hermano " no tienen nada que temer.

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