Romanos 1; 8-15
8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante
Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo
el mundo.
9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en
mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de
vosotros siempre en mis oraciones,
10 rogando que de alguna manera tenga al fin,
por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
11 Porque deseo veros, para comunicaros algún
don espiritual, a fin de que seáis confirmados;
12 esto es, para ser mutuamente confortados por
la fe que nos es común a vosotros y a mí.
13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que
muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido
estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás
gentiles.
14 A griegos y a no griegos, a sabios y a no
sabios soy deudor.
15 Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a
anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
Después de casi dos mil años este pasaje
todavía rezuma cálido afecto, y podemos sentir el gran corazón de Pablo
palpitar de amor hacia la iglesia que todavía no conocía ni siquiera de vista.
El problema de Pablo al escribir esta carta era que él no había estado en Roma
ni había colaborado directamente en la fundación de aquella iglesia. Tenía que
hacerles sentir que no estaba tratando de introducirse en coto ajeno para
involucrarse en algo que no le concernía. Antes de nada tenía que establecer
contacto con ellos para que desaparecieran las barreras de extranjería y
suspicacias.
(i)
Pablo, con psicología y amor combinados, empieza alabándolos por algo positivo:
les dice que da gracias a Dios porque la fe cristiana de ellos se conoce en
todo el mundo. ” Pablo
normalmente dirigía sus oraciones a Dios a través de Jesucristo. ¡Jesús es
nuestro único camino para dirigirnos y acercarnos a Dios. Hay personas que
tienen la lengua siempre aunada para alabar, y otras, siempre afilada para
criticar; hay personas que enfocan la mirada para descubrir defectos, y otras,
virtudes. Pero es
un hecho que nos llevaremos mejor con las personas que alabamos que con las que
criticamos. Los que más inspiran y ayudan a los demás son los que tienen la
capacidad de ver lo mejor que hay en las personas.
Nadie podrá ni empezar a salvar a otros a
menos que, en primer lugar, crea en ellos. Una persona humana es una criatura
pecadora que no merece más que el infierno; pero tiene un héroe dormido en el
alma, y a menudo una palabra de aprecio despierta ese heroísmo latente,
mientras que la crítica y la condenación no producirán más que resentimiento y
desesperación. Aidano fue el apóstol de los sajones. Allá por el año 630 d C.,
el rey sajón hizo una petición a la comunidad cristiana de la isla escocesa de
Iona para que le mandaran un misionero a su reino para que les predicara el
Evangelio. El primer misionero volvió hablando de «la disposición testaruda y
bárbara de los ingleses.» "No tienen modales -dijo- y se comportan como
salvajes.» En su informe dijo que aquella misión no tenía sentido; pero
entonces Aidano le dijo: «Creo, hermano, que tal vez has sido demasiado severo
con esos oyentes ignorantes, y que debes guiarlos gentilmente, dándoles primero
la leche de la religión y después la vianda.» Así es que mandaron a Aidano a
Northumbria, y su gentileza ganó para Cristo a aquel mismo pueblo que la
severidad crítica de su hermano monje había repelido.
(ii)
Aunque Pablo no conocía personalmente a los de Roma, oraba constantemente por
ellos a Dios. Es un
privilegio y un deber cristianos el presentar a nuestros seres queridos y a
nuestros hermanos en la fe al trono de la gracia. En uno de sus sermones sobre
la Oración Dominical, Gregorio de Nisa tiene un pasaje lírico sobre la oración:
«El
efecto de la oración es la unión con Dios; y, si uno está con Dios, está fuera
del alcance del enemigo. Mediante la oración conservamos la castidad,
controlamos el genio y nos desembarazamos de la vanidad. Nos hace olvidar las
ofensas, vence la envidia, derrota la injusticia y enmienda el pecado. Mediante
la oración obtenemos bienestar físico, un hogar feliz, una sociedad fuerte y
bien ordenada... La oración es el sello de la virginidad y la garantía de la
fidelidad en el matrimonio. Escuda al viajero, protege al dormido, infunde
valor al vigilante... Es refresco al cansado y consuelo al triste. La oración
es deleite para el que está contento, y solaz para el afligido... La oración es
la intimidad con Dios y la contemplación de lo invisible... La oración es el
disfrute de las cosas presentes y la sustancia de las venideras.»
Pablo oraba por su visita a Roma a fin de
enseñar a los cristianos allí. Cuando al fin llegó a Roma, fue en calidad de
prisionero (Hechos 28:16 Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al
prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que
le custodiase.). Pablo oró por un viaje tranquilo y llegó sin novedad
después que lo arrestaran, abofetearan, naufragara y, entre otras cosas, lo
mordiera una víbora. A menudo, la manera en que Dios responde nuestras
oraciones difiere mucho de lo que esperamos. Cuando ore, espere la respuesta de
Dios aunque a veces en maneras inesperadas.
Aunque
estemos separados de otros y aunque no tengamos otra cosa que darles, podemos
rodearlos con la fuerza y la protección de nuestras oraciones.
(iii)
Pablo, en su humildad, estaba siempre tan dispuesto a recibir como a dar. Empieza diciendo que quería ir a Roma para
impartirle a la iglesia algún don que la confirmara en la fe; y entonces
cambia: dice que quería ir a Roma para que tanto él como la iglesia de allí
pudieran confortarse y fortalecerse mutuamente, y para que cada uno pudiera
encontrar riquezas preciosas en la fe del otro. Este es el propósito de compañerismo cristiano. Los dones tienen el propósito
de unir a los creyentes en una comunidad de servicio o ministerio. Los
creyentes tienen los dones para el bien común (1 Corintios
12:7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu
para provecho. ). Todos los dones
son importantes. Todos los dones son dados por el Espíritu en el momento de la salvación
(1 Corintios 12:11 Pero
todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en
particular como él quiere.). Todos los creyentes son ministros llamados,
dotados y de tiempo completo (Efesios 4:11-12 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la
obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,). Aquí
Pablo claramente declara su autoridad apostólica, pero también declara la
unidad de la comunidad de toda la iglesia.
¡Los creyentes nos necesitamos los unos a los otros!
Hay dos
clases de maestros: los que se consideran por encima de sus alumnos y les dicen
lo que tienen que saber y aceptar; y los que más bien parecen decirles: "
Venga, vamos a aprender esto juntos.» Pablo era el mayor pensador que había en
la Iglesia Primitiva; y sin embargo, cuando pensaba en aquellos a los que
quería predicar, no consideraba que él solo tenía que enseñarles, sino también
que podía aprender de ellos. Requieren
humildad tanto el enseñar como el aprender.
(iv) Con "a griegos y a no griegos", Pablo se refiere a todos los de la cultura
griega y a los que no son de esta cultura. "A sabios y a no sabios"
se refiere a las personas educadas y a las analfabetas. ¿Cuál era la deuda de
Pablo? Después de su experiencia con Cristo en el camino a Damasco (Hechos 9),
consumió toda su vida en predicar las buenas nuevas de salvación. Su deuda era
con Cristo por ser su Salvador y debía pagarla a todo el mundo. Pagó su deuda
proclamando la salvación que hay en Cristo para todos, sean gentiles o judíos,
sin importar barreras culturales, sociales, raciales ni económicas. Tenemos la
misma deuda con Cristo porque El recibió el castigo reservado para nosotros,
por el pecado. A pesar de que es imposible pagarle a Cristo por todo lo que ha
hecho, podemos demostrar nuestra gratitud al dar amor a otros.
Puede parecer extraño que Pablo hable de los
griegos cuando estaba escribiendo a los romanos. Ya entonces la palabra griego
había perdido totalmente su sentido nacional. Las conquistas de Alejandro Magno
habían llevado la lengua y la cultura griegas por todo el mundo, y ya no era
griega una persona solamente por el hecho de haber nacido en Grecia, sino por
participar de la herencia cultural que se originó en aquel país. Un bárbaro es
literalmente el que habla diciendo bar-bar, es decir, usando una lengua fea y
ridícula en contraste con la lengua hermosa, flexible y rica de Grecia. Ser
griego era ser un hombre de cierta cultura, con una cierta sensibilidad y
espíritu. Uno de los griegos dijo de su propio pueblo: " Puede que los
bárbaros se topen con la verdad; pero hace falta ser griego para entenderla.»
Lo que Pablo quería decir era que su Mensaje,
su amistad y su obligación eran para los intelectuales y para los sencillos,
para los cultos y para los incultos, para los letrados y para los analfabetos.
Tenía un Mensaje para todo el mundo, y su ambición era llegar a comunicarlo
también en Roma.
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