EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS
Capítulo 9; 1-6
9:1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les
dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
9:2 Y los envió a
predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
9:3 Y les dijo: No
toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni
llevéis dos túnicas.
9:4 Y en cualquier
casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.
9:5 Y dondequiera que
no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies
en testimonio contra ellos.
9:6 Y saliendo,
pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas
partes.
Estos versículos contienen los preceptos que
dio nuestro Señor a Sus doce apóstoles cuando los envió por primera vez a
predicar evangelio. Es un pasaje que
tiene referencia a las tareas de los ministros cristianos de todos los
siglos. No hay duda que el poder de hacer milagros que poseían los apóstoles
hacia su condición muy desemejante a la
de cualesquiera otros ministros de la iglesia. No hay duda que en muchos
particulares ellos fueron únicos en su clase y no tuvieron sucesores. Sin embargo, las palabras
de nuestro Señor contenidas en este pasaje no deben aplicarse tan solo a los
doce apóstoles: las verdades que enseñan
son igualmente útiles para maestros y predicadores cristianos de todos los
siglos.
En el mundo antiguo no había más que una
manera eficaz de transmitir un mensaje, y era mediante la palabra hablada. No
existían los periódicos, ni radio, ni Tv, ni blogs, ni redes sociales, ni
internet. Los libros se tenían que escribir a mano, y un libro del tamaño de
Lucas-Hechos costaría más de mil euros por copia. Por eso
Jesús mandó en misión a los Doce. Estaba limitado por el espacio y el tiempo;
sus ayudantes tenían que ser bocas que hablaran por Él. Tenían que viajar
ligeros. Eso era simplemente porque, el que viaja ligero puede llegar más lejos
y más pronto. Cuanto más depende uno de cosas materiales tanto más atado está a
un lugar. Dios necesita un ministerio estable; pero también necesita personas
dispuestas a dejarlo todo para emprender la aventura de la fe.
Observemos que la misión encomendada a los
apóstoles tenía referencia especial a lo que debían hacer respecto del demonio
y de las enfermedades corporales. Se nos
dice que Jesús les dio virtud y potestad sobre todos los demonios, y que
sanasen enfermedades. Dunamis significa la habilidad para sobreponerse; exousía, el derecho legal o autoridad. Fíjese en la distinción que hace entre posesión
demoníaca y enfermedad física. A veces los demonios causan síntomas físicos,
pero en el caso del exorcismo hay una clara distinción en el Nuevo Testamento
entre la actividad demoníaca y la enfermedad física.
El término “envío” (apostellō) se relaciona
con la palabra “apóstol” (apostolar). Su principal significado en el círculo de
los rabinos era “enviar a alguien como representante oficial con autoridad”. Debían
predicar que el reino de Dios había venido en Jesús de Nazaret tras afirmar su
mensaje y enseñanzas. El poder y autoridad de Jesús puede ser delegado a sus
seguidores. De hecho hay una empatía compartida entre los Doce y Jesús que no
puede ser replicada, pero el poder de Dios está presente en Su Iglesia. ¿Dónde
está ese poder hoy en día? Parece que estas señales de poder son usadas para
confirmar el mensaje del Evangelio y dar credibilidad a su predicador. Esto
sigue siendo cierto en la actualidad. Sin embargo, en aquellas culturas donde
el mensaje del Evangelio no se ha enraizado los creyentes deben andar por fe,
no por los hechos; confiar en Dios sin exigir milagros (Juan 4:48 Entonces Jesús le dijo: Si no
viereis señales y prodigios, no creeréis.). ¡Los milagros no son la
respuesta a los problemas de fe!
También es probable que el Juicio de Dios para
la Iglesia de Occidente moderna sea la percepción del éxito dentro de una
realidad de ineficiencia. Las señales y milagros junto a la actividad angelical
y demoníaca aumentaron en los días de Jesús y de los Apóstoles. Dicha actividad
se presenta en cada edad, pero se intensificó con la primera venida de Jesús, y
lo hará cuando la Segunda Venida esté cerca. Yo me gozo con las manifestaciones
del amor y poder de Dios (los dones siguen activos), pero confío en las
verdades del Evangelio, no en la presencia o ausencia de confirmaciones
físicas. Las señales y milagros podrían ser falsos (Mateo
24:24 Porque se levantarán falsos Cristos, y
falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que
engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.;
II Tesalonicenses 2.9 inicuo cuyo advenimiento
es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos ; Apocalipsis 13:13 También
hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la
tierra delante de los hombres. ; 16:14
pues son espíritus de demonios, que
hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos
a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. ; 19:20 Y la bestia fue apresada, y con ella
el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales
había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su
imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con
azufre.). ¡Los creyentes no
deben exigir confirmaciones! La fe de un niño es muy superior espiritualmente a
las señales y milagros sobrenaturales.
Este es un buen momento para comparar el
relato de Lucas sobre la misión de los Doce con el de Mateo
(10:5 A estos doce envió Jesús, y les dio
instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de
samaritanos no entréis,) donde Jesús orienta específicamente que no
vayan donde los gentiles o los samaritanos, sino únicamente a “las ovejas
perdidas de la casa de Israel”. Existe la pregunta sobre qué fue exactamente lo
que dijo Jesús. ¿Lucas repitió las palabras de Jesús o amplió el texto de Mateo
sobre el tema? Estas dos preguntas no han podido ser contestadas. Cada
evangelista (escritor del Evangelio) tenía en mente a su propia audiencia
(Mateo, los judíos; Lucas, los gentiles). Ellos seleccionaron, editaron y
adaptaron las palabras de Jesús para ser comprendidas por sus audiencias. ¡Este
ejemplo del envío de los doce ilustra las diferencias! ¡Aquí no se viola la
inspiración, es parte de ella!
Se perciben en este pasaje con toda claridad
dos de los deberes principales del ministro cristiano. No debemos esperar de él
que lance los espíritus malignos, pero
sí podemos esperar con razón que "resista al demonio y todas sus
maquinaciones," y luche sin tregua contra "el príncipe de este
mundo." No debemos exigirle que
haga curas milagrosas; pero sí que tome particular interés en todos los
enfermos: que los visite, los consuele, y los socorra, si necesario, hasta donde le sea posible. El ministro que descuida las ovejas enfermas de su rebaño no es buen
pastor; y no debe sorprenderse si el pueblo dice que él estima en más la lana de las ovejas que su salud. El
ministro que permite que los pecados de la embriaguez, la blasfemia, la
obscenidad, las riñas, la disipación, y otros
tales infesten su congregación, y no amonesta a los que los cometen,
omite un deber que le ha sido impuesto de una manera terminante. No
lidia contra el demonio, y por
consiguiente, no es digno sucesor de los apóstoles.
Observemos, en segundo lugar, que una de las
principales tareas que fueron
encomendadas a los apóstoles fue la predicación. Nuestro Señor "los
envió a que predicasen el reino de Dios," y que ellos iban de aldea en
aldea anunciando el Evangelio.
La
importancia de la predicación, como un medio de gracia, se inferiría fácilmente
en este pasaje aunque no hubiese otro que versase sobre el asunto. Pero no es sino uno de los muchos ejemplos del valor
que se da en la Biblia a la predicación. Esta es en verdad, el instrumento elegido por Dios para trabajar en bien de las almas. Por medio de la predicación los pecadores se convierten;
los que buscan la verdad hallan el camino que conduce a ella y los fieles
se mantienen firmes en sus creencias.
De aquí se desprende que la iglesia visible ha menester buenos ministros
para conservar su pureza y promover su
prosperidad. El pulpito es el lugar en que se han ganado siempre las
victorias del Evangelio, y ninguna iglesia en que se haya desatendido ha hecho
jamás mucho progreso en verdadera fe de
Cristo. ¿Deseamos saber si un ministro
es verdaderamente apostólico? Si lo es, pondrá mucha atención en sus
sermones; se esmerará y orará a Dios a
fin de que sean eficaces, y dirá a su congregación cómo tiene esperanza que de
su predicación resulte la conversión de muchas
almas. El ministro que da a los sacramentos o a las ceremonias de la
iglesia un lugar más elevado que a la predicación puede ser celoso,
fervoroso, concienzudo, y respetable;
pero su celo no escucha los dictados de la prudencia. No puede decirse que
imita a los apóstoles.
Observemos, en tercer lugar, que nuestro
Señor, al enviar a sus apóstoles, les encarga que procuren habituarse a la
sencillez de vida, y contentarse con lo que
tengan. Les manda no llevar nada para el camino, ni bordones, ni
alforja, ni pan, ni dinero, ni dos vestidos, y que en cualquiera casa en que
entraren permanezcan y salgan. En parte,
estos preceptos se refieren a un periodo especial. Vino un día en que nuestro
Señor mismo mandó a todo el que no tenía
espada que vendiera su capa y comprara una espada. Lucas_22:36 Y les dijo:
Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene
espada, venda su capa y compre una. . Pero en parte, estos preceptos
pueden aplicarse en todas las épocas. Del espíritu de estos versículos deben imbuirse todos los ministros
del Evangelio.
La idea principal que ellos encierran tiene
por objeto poner un dique a la codicia y al lujo. ¡Habría sido un bien para el
mundo y para la iglesia si esa idea
hubiera sido acatada con más cuidado! De nadie ha sufrido el
Cristianismo tanto daño como de parte de sus mismos maestros. Sobre ningún
punto han errado estos tanto y tan
frecuentemente, como en lo que respecta a la codicia y al lujo. A menudo con su
conducta han hecho engañosa su predicación; y han dado margen a los enemigos de la fe cristiana
para que digan que ellos aman la holganza, y el dinero, y el boato, mucho más
que las almas de sus feligreses.
¡Roguemos diariamente que la iglesia se vea
libre de tales ministros! Ellos son piedras de tropiezo en el camino del cielo;
son obreros en la causa del demonio, no
en la de Dios. El predicador que cifra sus afectos en el dinero, en el vestido,
en los banquetes, y en los placeres, ha errado indudablemente su vocación, ha olvidado las instrucciones de
Maestro: no es varón apostólico.
Observemos, finalmente, que nuestro Señor
previene a sus discípulos contra la incredulidad, y el endurecimiento de
corazón de aquellos a los que han de
predicar. Se refiere a los que no los recibían, como una clase de gente
con la cual tienen que ponerse en contacto; y les dice como han de conducirse
cuando sean rechazados, como si tal
evento fuese inevitable.
Bueno sería
que todos los ministros del evangelio leyesen con cuidado esta parte de los
preceptos de nuestro Señor. Todos los misioneros, todos los maestros de escuelas dominicales, todos los
que enseñen la Biblia al pueblo harían bien en atesorarla en el corazón. Que no
desmayen si les parece que su obra es
fútil, y su trabajo sin provecho. Que recuerden que aun los primeros predicadores
y maestros a quienes Jesús envió, recibieron la advertencia explícita de que no todos creerían. Que
continúen trabajando con paciencia, y siembren la buena simiente sin
desalentarse. Á ellos corresponde hacer los
esfuerzos: el éxito está a cargo de Dios. Los apóstoles pueden plantar y
regar: más solo el Espíritu Santo puede dar el crecimiento. El Señor sabe lo
que se alberga en el corazón del hombre;
y no tiene en menos a Sus trabajadores a causa de que solo un poco de la
simiente que siembren crezca y fructifique. La
cosecha puede ser pequeña; pero cada trabajador será recompensado según
lo que haga.
Sacudir el polvo de los pies en las ciudades
donde no los aceptaran tenía una honda implicación cultural. Los judíos
piadosos sacudían el polvo de sus pies después de pasar por ciudades gentiles,
para mostrar su separación de las prácticas de ellos. Si los discípulos se
sacudían el polvo de una ciudad judía, mostrarían su separación de los judíos
que rechazaron al Mesías. Esta acción también señalaba que los discípulos no
eran responsables de cómo la gente respondía a su mensaje. Tampoco nosotros si
presentamos a Cristo con esmero y veracidad y rechazan el mensaje. Como los discípulos,
seguiremos hacia otros que desean alcanzar a Dios.
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