Los
cristianos somos llamados del mundo, de su mal espíritu y temperamento; somos
llamados a ponernos sobre el mundo, para
cosas más elevadas y mejores, para el cielo, para las cosas invisibles y
eternas; llamados del pecado a Cristo, de la vanidad a la seriedad, de la
inmundicia a la santidad; y esto conforme al propósito y la gracia divina. Si
somos santificados y glorificados, todo el honor y la gloria deben atribuirse a
Dios y a Él solo. Como es Dios quien empieza la obra de gracia en las almas de
los hombres, así es Él quien la ejecuta y la perfecciona. No confiemos en
nosotros ni en nuestra cuota de gracia ya recibida, sino en Él y sólo en Él. La
misericordia de Dios es el manantial y la fuente de todo lo bueno que tenemos o
esperamos; la misericordia, no sólo para el miserable, sino para el culpable.
Luego de la misericordia está la paz, que recibimos del sentido de haber
obtenido misericordia. De la paz brota el amor; el amor de Cristo a nosotros,
nuestro amor a Él, y nuestro amor fraternal de los unos a los otros. Nadie es
excluido de la oferta e invitación del evangelio, sino los que obstinada y
malvadamente se excluyen a sí mismos. Pero la aplicación es para todos los
creyentes y sólo para nosotros. Es para el débil y para el fuerte.
Los que hemos
recibido la doctrina de esta salvación común debemos contender por ella, eficazmente no furiosamente. Mentir en favor de la
verdad es malo; castigar en nombre de la verdad, no es mejor. Los que hemos
recibido la verdad debemos contender por ella como hicieron los apóstoles;
sufriendo con paciencia y valor por ella, no haciendo sufrir a los demás, si
ellos no aceptan cada noción de lo que llamamos fe o juzgamos importante.
Debemos contender eficazmente por la fe oponiéndonos a los que la corrompen o
depravan; los que se infiltran sin ser notados; los que reptan como sierpes. Ellos
son los peores impíos, los que toman tan atrevidamente la exhortación a pecar
porque la gracia de Dios abundó y aún abunda tan maravillosamente, y los que
están endurecidos por la magnitud y plenitud de la gracia del evangelio, cuyo
designio es librar al hombre del pecado y llevarlo a Dios.
La apostasía, cuando la gente se aparta de la
verdad de Dios y abraza enseñanzas falsas reciben el juicio que Dios decretó
contra quienes apostataron en el pasado, contra
los falsos maestros, maestros agnósticos ( Colos_2:
4-6 Esto lo digo para que nadie los engañe
con razonamientos persuasivos (sutiles) una descripción de la herejía
agnóstica . Los agnósticos se opusieron a dos de las verdades fundamentales del
cristianismo: la encarnación de Cristo y el llamado a la ética cristiana.
No debe comprometerse la verdad de la Biblia,
ya que ésta nos da datos verídicos acerca de Jesús y la salvación. La Biblia es
inspirada por Dios y nunca se le debe tergiversar ni cambiar. Cuando se le
tergiversa, llegamos a confundir lo correcto con lo erróneo y perdemos la
visión del único camino que nos conduce a la vida eterna.
Nuestras iglesias hoy
tienen falsos maestros ("impíos") que "han entrado
encubiertamente" y tuercen las enseñanzas de la Biblia para justificar sus
propias opiniones, formas de vida o conducta errónea. Eso puede darles una
libertad temporal para que hagan lo que gusten, pero descubrirán que al
tergiversar las Escrituras están jugando con fuego. Dios los juzgará por
excusar, tolerar y fomentar el pecado.
Algunos evitan estudiar la Palabra
de Dios porque piensan que es árida y aburrida. Los que se niegan a aprender la
doctrina correcta son susceptibles a las falsas enseñanzas porque no están lo
bastante arraigados en la Palabra de Dios. Debemos entender las doctrinas
fundamentales de nuestra fe a fin de que podamos reconocer las falsas doctrinas
que socavan nuestra fe y perjudican a los demás.
Muchos falsos maestros del primer
siglo enseñaron que los cristianos podían hacer todo lo que quisieran sin temor
al castigo de Dios. Tomaron a la ligera la santidad y la justicia de Dios.
Pablo rechazó esa clase de enseñanza falsa en Rom_6:1-23.
Aun hoy, algunos cristianos minimizan lo escandaloso del pecado, creyendo que
la forma en que viven tiene que ver muy poco con su fe. Pero lo que una persona
cree se mostrará en sus actos. Los que de veras tienen fe la mostrarán mediante
su profundo respeto a Dios y mediante su deseo sincero de vivir conforme a los
principios en su Palabra.
Tres ejemplos de rebelión: (1) los hijos de Israel, los que a pesar de ser
liberados de Egipto se negaron a confiar en Dios y a entrar en la tierra
prometida (Num_14:26-39); (2) los
ángeles, que, aunque fueron una vez puros y santos, y vivieron en la presencia
de Dios, cayeron en orgullo y rebeldía en contra de Dios (2Pedro_2:4); y (3) Sodoma y Gomorra, cuyos
habitantes estaban saturados de pecado hasta el punto de que Dios tuvo que
borrarlos de la faz de la tierra (Genesis_19:1-29).
Si el pueblo elegido, los ángeles y las ciudades impías fueron castigados,
¿cuánto más severo será el castigo para esos falsos maestros?
Muchos no quieren creer que Dios
sentencia a las personas al "fuego eterno" por rechazarlo, pero esa
es una enseñanza clara en las Escrituras. Los pecadores que no buscan el perdón
de Dios afrontarán la separación eterna de Él.
Los falsos maestros decían que poseían
conocimiento secreto que les confería autoridad. Su "conocimiento" de
Dios era esotérico, místico e iba más allá de la comprensión humana. En
realidad, la naturaleza de Dios va más allá de nuestro entendimiento, pero Dios
en su gracia ha optado por revelarse a nosotros: en su Palabra y de manera
suprema por medio de Jesucristo. Por lo tanto, conozcamos todo lo que podamos
acerca de lo que Él ha revelado, aunque no podamos comprender totalmente a Dios
con nuestra mente humana finita. Cuidémonos de quienes afirman que tienen todas
las respuestas y dan poca importancia a lo que no comprenden.
Hay tres ejemplos de hombres que hicieron todo lo que quisieron ( Deu_5:10): Caín, que movido por envidia y
venganza mató a su hermano (Gen_4:1-16);
Balaam, que profetizó para obtener dinero no por obediencia a los mandatos de
Dios (Números 22-24); y Coré, que se rebeló
contra los líderes designados por Dios, anhelando el poder para sí mismo (Num_16:1-35). Estas historias ilustran actitudes
que son típicas de los falsos maestros: orgullo, egoísmo, desconfianza,
avaricia, codicia de poder y menosprecio a la voluntad de Dios.
Al procurar un punto de coincidencia
con quienes tratamos de ganar para Cristo, debemos tener mucho cuidado de no
caer en las arenas movedizas de la transigencia. Cuando les hablamos a otros,
debemos estar seguros de que nuestro fundamento sea firme y seguro. Cuidémonos
de no parecernos tanto a los incrédulos que nadie pueda decir quiénes somos o
en qué creemos. Influyamos en ellos para que busquen a Cristo. ¡No permitamos
que ellos influyan en nosotros para hacernos pecar!
Dios capacita al creyente para evitar que sea
presa de los falsos maestros. Aunque los falsos maestros están esparcidos por
todas partes y son peligrosos, no debemos temerles si confiamos en Dios y
estamos arraigados y establecidos en El.
Nosotros
vivimos en los últimos días, mucho más cerca del fin de lo que
estuvieron en siglos pasados. Somos susceptibles al error doctrinal. Somos tentados a caer en pecado. Aunque hay
muchas enseñanzas falsas a nuestro alrededor, no debemos temer ni caer en
desesperación. Dios puede guardarnos para que no caigamos y, si permanecemos
fieles, El nos garantiza que nos llevará a su presencia y nos dará gozo eterno.
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