Muchos creyentes quieren más de
la gracia y la paz de Dios, pero no están dispuestos a esforzarse por conocerlo
mejor mediante el estudio bíblico y la oración. Para disfrutar de los
privilegios que Dios ofrece generosamente, tenemos "el conocimiento de Dios
y de nuestro Señor Jesucristo"
El poder
para crecer no viene de nuestro interior sino de Dios. Como no tenemos los
recursos para ser verdaderamente espirituales, Dios nos permite ser
participantes de su naturaleza divina a fin de protegernos del pecado y
ayudarnos a vivir para El. Cuando nacemos de nuevo, por medio de su Espíritu
Dios nos capacita con su propia bondad moral. (1Pedro 1:22-23 . Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de
una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que
vive y permanece.)
La fe
tiene que ser más que creer en hechos ciertos; debe traducirse en acción, en
desarrollo del carácter cristiano y en la práctica de la disciplina moral, o
desaparecerá (Santiago 2:14-17 ¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe,
pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo?
Si un
hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario,
y uno
de ustedes les dice: "Vayan en paz, caliéntense y sáciense," pero no
les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?
Así también la fe por sí misma, si no tiene
obras, está muerta.)
Como creyentes debemos poner en
prática varios actos de fe: aprender a conocer mejor a Dios, cultivar la
paciencia, hacer la voluntad de Dios, amar a los demás. Esos actos no se
producen automáticamente; requieren arduo trabajo. No son opcionales; deben de
ser parte constante de la vida cristiana. No terminamos con uno para luego
empezar con el otro sino que nos ocupamos de todos juntos. Dios nos capacita y
autoriza, pero nos da también la responsabilidad de aprender y crecer. No
debemos sorprendernos ni resentirnos por el proceso.
Los falsos
maestros decían que no era necesario el dominio propio porque las obras no
ayudan a creer. Es verdad que las obras no pueden salvarnos, pero es
absolutamente falso pensar que no son importantes. Somos salvos de modo que
podemos crecer a la semejanza de Cristo y eso nos ayuda a servir a los demás.
Dios quiere producir en nosotros su carácter amoroso; pero para hacerlo exige
nuestra disciplina y nuestro esfuerzo. Cuando obedecemos a Cristo con la
dirección de su Espíritu, cultivaremos el dominio propio, no sólo respecto a la
comida y bebida, sino también con respecto a nuestras emociones.
Nuestra fe
debe ir más allá de lo que creemos para convertirse en parte dinámica de
nuestra vida, resultando en buenas obras y en madurez espiritual. La salvación
no depende de las buenas obras pero se manifiesta en buenas obras. Una persona
que dice que es salva, sin manifestar cambios, puede ser que no haya entendido
lo que es la fe o lo que Dios nos ha dado.
Si somos
de Dios, lo probará nuestro arduo trabajo. Si no nos esforzamos
por cultivar las cualidades mencionadas posiblemente no somos de Él. Si nosotros pertenecemos
al Señor, y nuestro trabajo respalda esa
afirmación de haber sido elegidos por Dios nunca seremos descarriados por los
falsos maestros o el encanto del pecado.
Los
entrenadores experimentados revisan constantemente lo fundamental del deporte
con los integrantes de su equipo, y los buenos deportistas pueden ejecutar lo
fundamental constantemente bien. En nuestra vida espiritual no debemos pasar
por alto los fundamentos de nuestra fe cuando nos dedicamos a un estudio más
profundo de las verdades bíblicas. Así como un deportista necesita practicar
siempre, nosotros también necesitamos recordar constantemente los fundamentos
de nuestra fe y sobre todo cómo llegamos a creer. No nos cansemos ni impacientemos
con los mensajes relacionados con los fundamentos de la vida cristiana. Más
bien, adoptemos la actitud del deportista que continúa la práctica y desarrolla
lo fundamental aunque esté dedicado a aprender técnicas más avanzadas.
La Biblia
no es una colección de fábulas ni de conceptos humanos acerca de Dios. Es en
realidad la Palabra de Dios dada por medio de las personas para
las personas. Los santos varones de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo las
Escrituras no vinieron como consecuencia del trabajo creativo de la propia
invención o interpretación de los profetas. Dios inspiró a los que escribieron,
así que su mensaje es auténtico y confiable. Dios usó los talentos, la
educación, la formación cultural de cada escritor y Dios cooperó con los
escritores a fin de asegurar que el mensaje que comunicaran fuera fiel.
Cristo es el "lucero de la mañana"
y, cuando vuelva, brillará en toda su gloria. Hasta aquel día tenemos las
Escrituras como una lámpara y el Espíritu Santo para iluminar las Escrituras y
para guiarnos a buscar la verdad. Sobre Cristo como el
lucero de la mañana, veamos Efesios5:14 Por esta razón dice: "Despierta, tú que duermes, Y
levántate de entre los muertos, Y te alumbrará Cristo."; Apocalipsis_22:16.
"Yo, Jesús, he enviado a Mi ángel a fin de darles
a ustedes testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la
descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana."
Después que las personas dedican su vida a
Cristo, aun sienten cierta atracción por sus costumbres pasadas pero debemos
ser como nuestro Padre celestial, santos en cada cosa que hacemos. Santidad
significa mantenerse totalmente devotos o dedicados a Dios, separados para su
uso especial, y apartados del pecado y de su influencia. Debemos mantenernos
apartados y ser diferentes, no mezclándonos con la multitud. No debemos ser
diferentes solo por el hecho de serlo. Lo que nos hace diferentes son las
virtudes de Dios aplicadas a nuestra vida. Nuestras prioridades deben ser las
de Él. Todo eso va en contraste directo con nuestras costumbres anteriores. No
podemos llegar a ser santos por nuestros propios esfuerzos, por lo que Dios nos
da su Espíritu Santo para ayudarnos a ser obedientes y nos da poder para vencer
el pecado. No usemos la excusa de que no podemos evitar cometer pecado. Pidámosle
a Dios que nos ayude a ser librados de las garras del pecado.
Todas las posesiones de aquí, en este mundo visible,
están manchadas con defectos y fallas, casas hermosas que
tienen preocupaciones (hipotecas, créditos) tristes revoloteando en torno a sus
techos dorados y bien pintados; camas blandas y mesas
llenas, a menudo con cuerpos enfermos y estómagos revueltos. Todas las
posesiones están manchadas de pecado, sea al obtenerlas o al usarlas.
Las posesiones mundanas son inciertas y pronto pasan como las flores y las
plantas del campo. Eso debe ser del más alto valor, ya que se pone en el lugar
mejor y más elevado: el cielo. Dichosos aquellos cuyos corazones pone el
Espíritu Santo en esta herencia. Dios no sólo da gracia a su pueblo, pero lo
preserva para gloria.
Cada creyente siempre tiene
algo en que puede regocijarse grandemente; esto debe demostrarse en el
semblante y la conducta. El Señor no aflige por gusto aunque su sabio amor
suele asignar pruebas agudas para mostrar el corazón de su pueblo y para
hacerles el bien al final. El oro no aumenta por ser probado en el fuego, se
vuelve menos; pero la fe se afirma y multiplica por las tribulaciones y
aflicciones. El oro debe perecer al final y sólo puede comprar cosas
perecederas, mientras la prueba de fe será hallada para alabanza, honra y
gloria. Esto debe reconciliarnos con las aflicciones presentes. Busquemos
entonces creer en la excelencia de Cristo en sí y de su amor por nosotros; esto
encenderá un fuego tal en el corazón que lo elevará en un sacrificio de amor
hacia Él. La gloria de Dios y nuestra propia felicidad están tan unidas que si
ahora buscamos sinceramente una, obtendremos la otra, cuando el alma ya no esté
más sujeta al mal. La certeza de esta esperanza es como si los creyentes ya la
hubieran recibido.
La humanidad cuando fue creada
pertenecía a Dios, pero por el pecado se perdió. La sangre de Cristo es el
precio de nuestro rescate, o redención. Dios nos ofrece la sangre de Cristo
como el sacrificio de sustitución y lo acepta cuando nosotros se lo ofrecemos a
él. Nuestra transacción con Dios no es, por lo consiguiente, una cuestión de
oro y plata; sino que se trata de vida y muerte. Cristo dio su sangre para
rescatarnos del pecado y de la muerte. Su sangre es un precio digno y provee un
lazo de unión indestructible entre Dios y el hombre. (Efesios_2:13 Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo
estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo. Juan_6:53-54 Entonces
Jesús les dijo: "En verdad les digo, que si no comen la carne del Hijo del
Hombre y beben Su sangre, no tienen vida en ustedes.
"El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna, y Yo lo
resucitaré en el día final.)
El valor
del ser humano se puede inferir del precio que se pagó para redimir al hombre (Juan_3:16 "Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito (único), para que
todo aquél que cree en El, no se pierda, sino que tenga vida eterna.; 1Corint_6:20 Porque han
sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en
su espíritu, los cuales son de Dios. ).
Dios el Hijo, a través de quien
los mundos fueron creados, se hizo carne y murió por los pecados del género
humano. El hecho de que voluntariamente derramara su sangre y muriera por
nosotros revela no solamente el valor de la personalidad humana, sino también
la importancia de la salvación. A través de Cristo, los creyentes somos
perdonados, justificados y, por el
nuevo nacimiento, renovados en la imagen de Dios. Los hombres y las mujeres
caídos sólo pueden producir las obras de la carne. Sólo el Espíritu, a través
del nuevo nacimiento, puede renovar y recuperar aquello que la caída destruyó (Juan_3:5-6 Jesús
respondió: "En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no
puede entrar en el reino de Dios. "Lo que es nacido de la carne, carne es,
y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.) Para alcanzar el más alto
potencial humano y tener vida abundante, debemos aceptar a Cristo por la
fe. ( Juan 10:10
"El ladrón sólo viene para robar, matar
y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia. )
El
nuevo nacimiento trae pureza interior, la cual se manifiesta en amor hacia los
hermanos y hermanas en la fe. Exactamente igual a como debemos nuestra
existencia natural a la palabra hablada del Creador y al aliento de vida que
insufló en nosotros, así también nuestro nuevo nacimiento se debe a la Palabra
de Dios y a la activación del poder del Espíritu Santo. La intención de Dios en
cuanto a nuestro ser creado se cumple plenamente sólo cuando nuestros espíritus
se vivifican en su presencia. Así como el pecado ha producido muerte espiritual
(Efesios_2:1-3 Y
El les dio vida a ustedes, que estaban muertos en (a causa de)
sus delitos y pecados, en los cuales
anduvieron en otro tiempo según la corriente (la época) de este mundo, conforme
al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos
de desobediencia.
Entre
ellos también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra
carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente (de los
pensamientos), y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.)
La salvación en Cristo Jesús ha provisto vida
espiritual. Este versículo nos dice que la «semilla» que ha producido nueva
vida en nosotros es la Palabra de Dios, la cual nos ha hecho nacer de
nuevo por el poder del Espíritu Santo (Tit_3:5-7
El nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de
la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,
que El derramó sobre
nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia fuéramos
hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.) Y nos ha
hecho también miembros de la nueva creación de Dios (2Corint_5:17 De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura (nueva creación) es; las cosas viejas
pasaron, ahora han sido hechas nuevas.). El poder de la Palabra de Dios
—las Sagradas Escrituras—, se manifiesta por encima de todas las cosas en esto:
da vida espiritual a todos los que reciben su verdad. ( Sant_1:18 En el
ejercicio de Su voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que
fuéramos las primicias de sus criaturas.)
La voluntad de Dios para salvarnos (2Pedro_3:9 El Señor no
se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza,
sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que
todos vengan al arrepentimiento) ha sido eficazmente expresada en Su
Palabra, la cual realiza esa obra (Juan_1:12-13
Pero a todos los que Lo recibieron, les dio el derecho
(el poder) de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en
Su nombre,
Juan 1:13 que no nacieron de sangre, ni de la voluntad
de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.)
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