} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JUSTIFICADOS 3

viernes, 11 de julio de 2014

JUSTIFICADOS 3





Muchos creyentes quieren más de la gracia y la paz de Dios, pero no están dispuestos a esforzarse por conocerlo mejor mediante el estudio bíblico y la oración. Para disfrutar de los privilegios que Dios ofrece generosamente, tenemos "el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesucristo"
El poder para crecer no viene de nuestro interior sino de Dios. Como no tenemos los recursos para ser verdaderamente espirituales, Dios nos permite  ser participantes de su naturaleza divina  a fin de protegernos del pecado y ayudarnos a vivir para El. Cuando nacemos de nuevo, por medio de su Espíritu Dios nos capacita con su propia bondad moral.  (1Pedro 1:22-23  . Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.)


  La fe tiene que ser más que creer en hechos ciertos; debe traducirse en acción, en desarrollo del carácter cristiano y en la práctica de la disciplina moral, o desaparecerá (Santiago 2:14-17 ¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo?
   Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario,
   y uno de ustedes les dice: "Vayan en paz, caliéntense y sáciense," pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?
   Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta.)
Como creyentes debemos poner en prática varios actos de fe: aprender a conocer mejor a Dios, cultivar la paciencia, hacer la voluntad de Dios, amar a los demás. Esos actos no se producen automáticamente; requieren arduo trabajo. No son opcionales; deben de ser parte constante de la vida cristiana. No terminamos con uno para luego empezar con el otro sino que nos ocupamos de todos juntos. Dios nos capacita y autoriza, pero nos da también la responsabilidad de aprender y crecer. No debemos sorprendernos ni resentirnos por el proceso.

  Los falsos maestros decían que no era necesario el dominio propio porque las obras no ayudan a creer. Es verdad que las obras no pueden salvarnos, pero es absolutamente falso pensar que no son importantes. Somos salvos de modo que podemos crecer a la semejanza de Cristo y eso nos ayuda a servir a los demás. Dios quiere producir en nosotros su carácter amoroso; pero para hacerlo exige nuestra disciplina y nuestro esfuerzo. Cuando obedecemos a Cristo con la dirección de su Espíritu, cultivaremos el dominio propio, no sólo respecto a la comida y bebida, sino también con respecto a nuestras emociones.

  Nuestra fe debe ir más allá de lo que creemos para convertirse en parte dinámica de nuestra vida, resultando en buenas obras y en madurez espiritual. La salvación no depende de las buenas obras pero se manifiesta en buenas obras. Una persona que dice que es salva, sin manifestar cambios, puede ser que no haya entendido lo que es la fe o lo que Dios nos ha dado.

  Si somos de Dios,   lo probará nuestro arduo trabajo. Si no nos esforzamos por cultivar las cualidades mencionadas  posiblemente no somos de Él. Si nosotros pertenecemos al Señor, y nuestro  trabajo respalda esa afirmación de haber sido elegidos por Dios nunca seremos descarriados por los falsos maestros o el encanto del pecado.

  Los entrenadores experimentados revisan constantemente lo fundamental del deporte con los integrantes de su equipo, y los buenos deportistas pueden ejecutar lo fundamental constantemente bien. En nuestra vida espiritual no debemos pasar por alto los fundamentos de nuestra fe cuando nos dedicamos a un estudio más profundo de las verdades bíblicas. Así como un deportista necesita practicar siempre, nosotros también necesitamos recordar constantemente los fundamentos de nuestra fe y sobre todo cómo llegamos a creer. No nos cansemos ni impacientemos con los mensajes relacionados con los fundamentos de la vida cristiana. Más bien, adoptemos la actitud del deportista que continúa la práctica y desarrolla lo fundamental aunque esté dedicado a aprender técnicas más avanzadas.

  La Biblia no es una colección de fábulas ni de conceptos humanos acerca de Dios. Es en realidad la Palabra de Dios dada por medio de las personas para las personas.   Los santos varones de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo  las Escrituras no vinieron como consecuencia del trabajo creativo de la propia invención o interpretación de los profetas. Dios inspiró a los que escribieron, así que su mensaje es auténtico y confiable. Dios usó los talentos, la educación, la formación cultural de cada escritor y Dios cooperó con los escritores a fin de asegurar que el mensaje que comunicaran fuera fiel.


 Cristo es el "lucero de la mañana" y, cuando vuelva, brillará en toda su gloria. Hasta aquel día tenemos las Escrituras como una lámpara y el Espíritu Santo para iluminar las Escrituras y para guiarnos a buscar la verdad.  Sobre Cristo como el lucero de la mañana, veamos  Efesios5:14 Por esta razón dice: "Despierta, tú que duermes, Y levántate de entre los muertos, Y te alumbrará Cristo.";   Apocalipsis_22:16. "Yo, Jesús, he enviado a Mi ángel a fin de darles a ustedes testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana."

 Después que las personas dedican su vida a Cristo, aun sienten cierta atracción por sus costumbres pasadas pero debemos ser como nuestro Padre celestial, santos en cada cosa que hacemos. Santidad significa mantenerse totalmente devotos o dedicados a Dios, separados para su uso especial, y apartados del pecado y de su influencia. Debemos mantenernos apartados y ser diferentes, no mezclándonos con la multitud. No debemos ser diferentes solo por el hecho de serlo. Lo que nos hace diferentes son las virtudes de Dios aplicadas a nuestra vida. Nuestras prioridades deben ser las de Él. Todo eso va en contraste directo con nuestras costumbres anteriores. No podemos llegar a ser santos por nuestros propios esfuerzos, por lo que Dios nos da su Espíritu Santo para ayudarnos a ser obedientes y nos da poder para vencer el pecado. No usemos la excusa de que no podemos evitar cometer pecado. Pidámosle a Dios que nos ayude a ser librados de las garras del pecado.


Todas las posesiones de aquí, en este mundo visible, están manchadas con defectos y fallas,   casas hermosas que tienen preocupaciones (hipotecas, créditos) tristes revoloteando en torno a sus techos dorados y bien pintados; camas blandas y mesas llenas, a menudo con cuerpos enfermos y estómagos revueltos. Todas las posesiones están manchadas de pecado, sea al obtenerlas o al usarlas.  
Las posesiones mundanas son inciertas y pronto pasan como las flores y las plantas del campo. Eso debe ser del más alto valor, ya que se pone en el lugar mejor y más elevado: el cielo. Dichosos aquellos cuyos corazones pone el Espíritu Santo en esta herencia. Dios no sólo da gracia a su pueblo, pero lo preserva para gloria.
Cada creyente siempre tiene algo en que puede regocijarse grandemente; esto debe demostrarse en el semblante y la conducta. El Señor no aflige por gusto aunque su sabio amor suele asignar pruebas agudas para mostrar el corazón de su pueblo y para hacerles el bien al final. El oro no aumenta por ser probado en el fuego, se vuelve menos; pero la fe se afirma y multiplica por las tribulaciones y aflicciones. El oro debe perecer al final y sólo puede comprar cosas perecederas, mientras la prueba de fe será hallada para alabanza, honra y gloria. Esto debe reconciliarnos con las aflicciones presentes. Busquemos entonces creer en la excelencia de Cristo en sí y de su amor por nosotros; esto encenderá un fuego tal en el corazón que lo elevará en un sacrificio de amor hacia Él. La gloria de Dios y nuestra propia felicidad están tan unidas que si ahora buscamos sinceramente una, obtendremos la otra, cuando el alma ya no esté más sujeta al mal. La certeza de esta esperanza es como si los creyentes ya la hubieran recibido.



La humanidad cuando fue creada pertenecía a Dios, pero por el pecado se perdió. La sangre de Cristo es el precio de nuestro rescate, o redención. Dios nos ofrece la sangre de Cristo como el sacrificio de sustitución y lo acepta cuando nosotros se lo ofrecemos a él. Nuestra transacción con Dios no es, por lo consiguiente, una cuestión de oro y plata; sino que se trata de vida y muerte. Cristo dio su sangre para rescatarnos del pecado y de la muerte. Su sangre es un precio digno y provee un lazo de unión indestructible entre Dios y el hombre.  (Efesios_2:13 Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.  Juan_6:53-54 Entonces Jesús les dijo: "En verdad les digo, que si no comen la carne del Hijo del Hombre y beben Su sangre, no tienen vida en ustedes.
   "El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día final.)  

  El valor del ser humano se puede inferir del precio que se pagó para redimir al hombre (Juan_3:16 "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito (único), para que todo aquél que cree en El, no se pierda, sino que tenga vida eterna.; 1Corint_6:20 Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios. ). 

Dios el Hijo, a través de quien los mundos fueron creados, se hizo carne y murió por los pecados del género humano. El hecho de que voluntariamente derramara su sangre y muriera por nosotros revela no solamente el valor de la personalidad humana, sino también la importancia de la salvación. A través de Cristo, los creyentes somos perdonados, justificados y, por el nuevo nacimiento, renovados en la imagen de Dios. Los hombres y las mujeres caídos sólo pueden producir las obras de la carne. Sólo el Espíritu, a través del nuevo nacimiento, puede renovar y recuperar aquello que la caída destruyó (Juan_3:5-6 Jesús respondió: "En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. "Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.) Para alcanzar el más alto potencial humano y tener vida abundante, debemos aceptar a Cristo por la fe.  ( Juan 10:10 "El ladrón sólo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. )  

  El nuevo nacimiento trae pureza interior, la cual se manifiesta en amor hacia los hermanos y hermanas en la fe. Exactamente igual a como debemos nuestra existencia natural a la palabra hablada del Creador y al aliento de vida que insufló en nosotros, así también nuestro nuevo nacimiento se debe a la Palabra de Dios y a la activación del poder del Espíritu Santo. La intención de Dios en cuanto a nuestro ser creado se cumple plenamente sólo cuando nuestros espíritus se vivifican en su presencia. Así como el pecado ha producido muerte espiritual (Efesios_2:1-3 Y El les dio vida a ustedes, que estaban muertos en (a causa de) sus delitos y pecados,  en los cuales anduvieron en otro tiempo según la corriente (la época) de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.
   Entre ellos también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente (de los pensamientos), y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.)
  La salvación en Cristo Jesús ha provisto vida espiritual. Este versículo nos dice que la «semilla» que ha producido nueva vida en nosotros es la Palabra de Dios, la cual nos ha hecho nacer de nuevo por el poder del Espíritu Santo (Tit_3:5-7 El nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,
que El derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador,   para que justificados por Su gracia fuéramos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.) Y nos ha hecho también miembros de la nueva creación de Dios (2Corint_5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura (nueva creación) es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas.). El poder de la Palabra de Dios —las Sagradas Escrituras—, se manifiesta por encima de todas las cosas en esto: da vida espiritual a todos los que reciben su verdad. ( Sant_1:18 En el ejercicio de Su voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.)  
 La voluntad de Dios para salvarnos (2Pedro_3:9 El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento) ha sido eficazmente expresada en Su Palabra, la cual realiza esa obra (Juan_1:12-13 Pero a todos los que Lo recibieron, les dio el derecho (el poder) de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre,
Juan 1:13  que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.)




  

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