Hay más en Cristo para despertar nuestro amor,
que lo que hay o puede haber en una criatura. Este mundo y sus encantos están
dispuestos a alejar nuestros corazones de Cristo, por tanto, nos corresponde
entender cuánto más digno de nuestro amor es Él. La buena voluntad de Dios nos
es dada a conocer por su palabra, su promesa, su evangelio, y la buena obra de
Dios comienza y es llevada a cabo en nosotros. Las flechas
agudas de la condenación son muy terribles en el corazón de los pecadores,
hasta que son humillados y reconciliados, pero las saetas de la venganza lo
serán mucho más para sus enemigos que se niegan a someterse. Todos los que han
visto su gloria, y gustado su gracia, se regocijan al verlo poner, por medio de
su palabra y su Espíritu.
Estemos dispuestos a esperar y confiar en Dios, su poder y
providencia, y en la gracia de su presencia en su Iglesia en los peores
momentos. Podemos aplicar esto a los enemigos espirituales, y tenemos el
estímulo que seremos vencedores por medio de Cristo. Él es auxilio, el auxilio
siempre presente, el auxilio pronto, alguien que se caracteriza por ser así,
auxilio oportuno, amparo que siempre está cerca, no podemos desear algo mejor,
ni hallaremos algo semejante en criatura alguna. Que las aguas turbulentas
confundan a quienes edifican su confianza sobre un fundamento flotante, pero,
no se alarmen los que son guiados a la Roca y en ella encuentran base firme.
Aquí hay gozo
para la Iglesia aun en los tiempos penosos. Si Dios está en nuestros corazones, por Su Palabra
que habita ricamente en nosotros, seremos establecidos, seremos ayudados;
confiemos, y no tengamos miedo.
El Dios con quien tenemos que ver es un Dios
de majestad digna de reverencia. La soberanía universal y absoluta de un Dios
santo sería demasiado terrible para siquiera pensarla, si no fuera ejercida por
su Hijo desde un trono de gracia; pero ahora es terrible sólo para los
hacedores de iniquidad. Mientras su pueblo expresa confianza y gozo, y se
animan unos a otros a servirle, sométanse los pecadores a su autoridad y
acepten su salvación.
Jesucristo
someterá a los suyos, los llevará al redil como ovejas, no para matarlas, sino
para guardarlas. Someterá su afecto, y los hará ofrecerse voluntarios en el día
de su poder, les dará reposo y satisfacción. Es el lenguaje de toda alma en la
gracia. ; Él sabe mejor que yo lo que es bueno para mí.
Mientras más claro nos sea revelado el Señor y
su grandeza, más se espera que abundemos en alabanzas a Él.
Todos oigamos esto y apliquémoslo a nosotros
mismos. Los pobres corren peligro por el deseo indebido de la riqueza del
mundo, y los ricos por tener su gozo en ellas. Antes de presentar la necedad de
la seguridad carnal, escojamos el
beneficio y el consuelo de la seguridad santa en la gracia, que disfrutan
quienes confían en Dios y no en su riqueza mundana.
En el día del
juicio, la iniquidad de nuestros talones, o de nuestros pasos, de nuestros
pecados pasados nos acosarán. En esos días la gente perversa, mundana, tendrá
temor, pero ¿de dónde debiera temer la muerte el hombre que tiene a Dios con
él?
Hoy el mundo no quiere saber nada
de la Segunda Venida de Cristo y del día
del juicio en que Dios llamará a los hombres a rendir cuentas, el Espíritu
Santo es el Espíritu de juicio. Corresponde a todos los hijos de los hombres
conocer la manera justa de adorar al Señor en espíritu y en verdad. Nuestro
gran Dios vendrá en el gran día y hará oír su juicio a quienes no escucharon su
ley. Dichosos los que entran en el pacto de gracia por fe en el sacrificio
expiatorio del Redentor, y muestran la sinceridad de su amor por sus frutos de
justicia.
Cuando Dios
rechace los servicios de los que descansan en logros externos, aceptará por
gracia a quienes lo buscan con rectitud. Sólo podemos ser aceptados por Dios
por un sacrificio, por Cristo, el gran sacrificio, de quien derivan su validez
los sacrificios de la ley.
Verdaderos y
justos son sus juicios, hasta las conciencias de los pecadores serán forzadas a
reconocer la justicia de Dios.
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