"Es inocente; déjenlo en libertad".
¿Qué significan estas palabras para usted si se hallara en la fila de las
personas condenadas a muerte?
El hecho
es que todo el género humano está sentenciado a muerte, condenado con
justicia por quebrantar repetidamente la santa ley de Dios.
Sin Jesús no tendríamos esperanza alguna. ¡Pero
gracias a Dios! Nos declaró inocentes y nos concedió libertad del pecado para
hacer su voluntad.
Este Espíritu de vida es el Espíritu Santo.
Estuvo presente en la creación del mundo y es el
que produce el renacimiento de todo cristiano. El Espíritu Santo nos da el
poder que necesitamos para disfrutar la vida cristiana.
Jesús se
dio en sacrificio por nuestros pecados. En los tiempos del Antiguo
Testamento, se ofrecían continuamente sacrificios de animales en el templo. Los
sacrificios mostraban a los israelitas la seriedad del pecado: la sangre debía
esparcirse para que se recibiera el perdón ( Lev_17:11 'Porque la vida de la carne está en la
sangre, y Yo se la he dado a ustedes sobre el altar para hacer expiación por
sus almas. Porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación.').
Pero en verdad la sangre de los animales no podía quitar el pecado (Heb_10:4 Porque es imposible que la sangre de toros y de machos
cabríos quite los pecados.). Los sacrificios representaban el sacrificio
de Cristo, quien pagó el castigo de todos los pecados.
Pablo divide a la gente en dos categorías: los
que son de la carne y los que son del Espíritu Santo. Todos estaríamos en la
primera categoría si Jesús no nos hubiera ofrecido una vía de escape. Una vez
que aceptamos a Jesús, le seguimos porque su senda nos brinda vida y paz. Cada
día debemos decidir a conciencia centrar nuestras vidas en Dios. Usemos la
Biblia para ver los mandatos de Dios y sigámoslos. Preguntémonos en cada
situación dudosa: "¿Qué quiere Jesús que haga?" Cuando el Espíritu
Santo nos muestre lo que es bueno, hagámoslo con entusiasmo. La naturaleza que se opone a nuestra nueva vida en
Cristo, podemos leer en Efesios_4:22-24 que en cuanto a la
anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe
según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y
se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido
creado en la justicia y santidad de la verdad.
En Colosenses_3:3-17.
Porque ustedes han muerto, y su vida está escondida con
Cristo en Dios.
Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado,
entonces ustedes también serán manifestados con El en gloria.
Por tanto, consideren los miembros de su
cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los
malos deseos y la avaricia, que es idolatría.
Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de
desobediencia por causa de estas cosas,
en las cuales ustedes también anduvieron en
otro tiempo cuando vivían en ellas.
Pero ahora desechen también todo esto: ira,
enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su boca.
Dejen de mentirse los unos a los otros,
puesto que han desechado al viejo hombre con sus malos hábitos,
y se han vestido del nuevo hombre, el
cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de
Aquél que lo creó.
En esta renovación no hay distinción
entre Griego y Judío, circunciso e incircunciso, bárbaro (uno que no era
Griego, ni por nacimiento ni por cultura), Escita, esclavo o libre, sino
que Cristo (el Mesías) es todo, y en todos.
Entonces, ustedes como escogidos de Dios,
santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre
y paciencia (tolerancia);
soportándose unos a otros y perdonándose unos
a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así
también háganlo ustedes.
Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el
vínculo de la unidad (de la perfección).
Que la paz de Cristo reine en sus corazones,
a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos.
Que la palabra de Cristo habite en abundancia
en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con
salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de
gracias en sus corazones.
Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo
todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el
Padre.
Es imposible ser neutral. Cada persona
tiene un amo: Dios o el pecado. Un cristiano no es alguien que no puede pecar,
sino alguien que ya no es esclavo del pecado. Pertenece a Dios.
Tenemos la libertad
de escoger entre dos amos, pero no estamos en condiciones de regular las
consecuencias de nuestra elección. Cada uno de estos amos paga con su moneda.
La paga del pecado es muerte. Eso es todo lo que puede esperarse de una vida
sin Dios. La paga de Cristo es vida eterna: nueva vida con Dios que empieza en
la tierra y continua por siempre con Dios. ¿Qué elección hemos hecho?
La vida eterna es un regalo de Dios. Si es un
regalo, no podemos ganarlo ni pagar por él. Sería insensato recibir un regalo
por amor y ofrecer pagarlo. El que recibe un regalo no puede comprarlo. Lo
correcto cuando se nos ofrece un regalo es aceptarlo con agradecimiento.
Nuestra salvación es un regalo de Dios, no algo que hemos hecho nosotros (Efesios_2:8-9 Porque por
gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de
ustedes, sino que es don de Dios; 9 no por obras, para
que nadie se gloríe). El nos salvó por su misericordia, no por lo que
hayamos hecho (Tito_3:5 El nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de
la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo). Debemos aceptar
con acción de gracias el regalo que generosamente Dios nos ha dado.
¿Nos hemos preguntado alguna vez si somos
cristianos de verdad o no? Cristiano es todo el que tiene el Espíritu de Dios
morando en él. Si hemos confiado
sinceramente en Cristo como Salvador y lo hemos reconocido como Señor, el
Espíritu Santo ha entrado a nuestra vida y ya somos cristianos. Uno no sabe que
ha recibido el Espíritu Santo porque haya sentido ciertas emociones, sino
porque Jesús lo ha prometido. Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros,
creemos que Jesús es el Hijo de Dios y que la vida eterna se obtiene a través
de El empezamos a actuar bajo la dirección de Cristo (Rom_8:5 Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en
las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las
cosas del Espíritu.
; Gal_5:22-23 Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia , benignidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley);
encontramos ayuda en los problemas cotidianos y en la oración (Rom_8:26-27 De la
misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos
orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos indecibles); podemos servir a Dios y hacer su voluntad; y somos
parte del plan de Dios para la edificación de su Iglesia (Efesios_4:12-13 a fin de
capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo; hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la
condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo).
El Espíritu Santo es promesa de Dios o
garantía de vida eterna para quienes creen en Èl. El Espíritu está ahora en
nosotros por fe y por fe estamos seguros de que viviremos con Cristo por la
eternidad. Cuando nos consideramos muertos al pecado, podemos rechazar la
tentación.
Pablo toma la adopción para ilustrar la nueva
relación del creyente con Dios. En la cultura romana, la persona adoptada
perdía todos sus derechos en su familia anterior y ganaba los derechos de un
hijo legítimo en su nueva familia. Se convertía en heredero de las posesiones
de su nuevo padre. Asimismo, cuando uno acepta a Cristo, gana todos los
privilegios y responsabilidades de un hijo en la familia de Dios. Uno de estos
privilegios notables es recibir la dirección del Espíritu Santo . Quizás no
sintamos siempre que pertenecemos a Dios, pero el Espíritu Santo es nuestro
testigo. Su presencia en nosotros nos recuerda quiénes somos, y nos anima con
su amor divino (Gal_5:5 Pues nosotros, por medio del Espíritu, esperamos por la fe la
esperanza de justicia).
Ya no somos esclavos temerosos y viles. Ahora
somos hijos del Amo. ¡Qué privilegio! Debido a que somos hijos de Dios,
disfrutamos de grandes riquezas como coherederos. Dios ya nos ha dado sus
mejores regalos: su Hijo, perdón, vida eterna; y nos anima a pedirle todo lo
que necesitemos.
Identificarse uno con Jesús tiene un precio.
Junto con las grandes riquezas que menciona, Pablo habla de los sufrimientos
que los cristianos enfrentaremos. ¿Qué clase de sufrimientos serán? Para los
creyentes del primer siglo hubo consecuencias sociales y económicas, y muchos
enfrentaron persecución y muerte. Nosotros también debemos pagar un precio por
seguir a Jesús. En muchos lugares del mundo actual, los cristianos enfrentan
presiones tan severas como las de los primeros seguidores de Cristo. Aun en
países donde el cristianismo se tolera o alienta, los cristianos no debemos bajar
la guardia. Vivir como Cristo lo hizo (servir a otros, ceder sus derechos,
resistir las presiones para conformarse al mundo) siempre exige un precio. Nada
que suframos, sin embargo, podrá compararse al gran precio que Jesús pagó por
nosotros para salvarnos.
El pecado causó la caída de la creación del
estado perfecto en que Dios lo creó todo. El mundo está sujeto a frustración y
deterioro a fin de que no cumpla con su propósito original. Un día la creación
será liberada y transformada. Mientras llega ese día, espera con impaciente
expectativa la resurrección de los hijos de Dios.
Los cristianos vemos al mundo tal como es:
decadente en lo físico e infectado por el pecado en lo espiritual. Sin embargo,
los cristianos no debemos ser pesimistas, porque tenemos la esperanza de un
futuro glorioso. Miramos hacia los nuevos cielos y tierra que Dios prometió y
esperamos el nuevo orden que librará al mundo de pecado, enfermedades y maldad.
Mientras tanto, salimos con Cristo al mundo a sanar cuerpos y almas enfermas y
luchar contra los efectos malignos del pecado.
Resucitaremos con cuerpos glorificados
semejante al que Cristo posee ahora en el cielo Tenemos
las "primicias", el adelanto del Espíritu Santo como garantía de
nuestra vida resucitada ( 2Corin_5:5 Y el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien nos dio
el Espíritu como garantía.
; Y en Efesios_1:4 Porque Dios nos
escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y
sin mancha delante de Él. En amor).
Es natural que los hijos confíen en sus padres a
pesar de que estos algunas veces fallan al cumplir con sus promesas. Nuestro
Padre celestial, sin embargo, nunca promete algo que después no cumpla. No
obstante, su plan puede demorar más de lo que esperábamos. En lugar de actuar
como niños impacientes mientras esperamos que se revele la voluntad de Dios,
debiéramos confiar en la bondad y sabiduría del Señor.
En Romanos, Pablo presenta la idea de que la
salvación es pasado, presente y futuro. Es pasado porque fuimos salvos
en el momento en que creímos en Jesucristo como Señor y Salvador nuestra vida nueva (vida eterna) comenzó en
ese momento. Es presente porque nos estamos salvando; o sea, estamos en
proceso de santificación. Pero al mismo
tiempo no recibimos por completo los beneficios y bendiciones de la salvación
que recibiremos cuando el reino de Cristo se establezca definitivamente. Esa
será nuestra salvación futura. Aunque estamos seguros de nuestra salvación,
seguimos mirando con esperanza y confianza hacia aquel cambio completo de
cuerpo y personalidad que nos espera más allá de esta vida, cuando seamos como
El es.
Como creyentes, no estamos abandonados a nuestra
suerte para enfrentar los problemas. Aun cuando no sepamos las palabras
adecuadas cuando oramos el Espíritu Santo ora con nosotros y por nosotros, y
Dios contesta. Con la ayuda de Dios al orar, no debemos temer estar ante su presencia. Pidamos que el
Espíritu Santo interceda en nuestro favor "conforme a la voluntad de
Dios". Luego, cuando presente sus peticiones a Dios, confiemos en que El
siempre le dará lo mejor.
Dios hace posible que "todas las
cosas", no solo incidentes aislados, redunden en nuestro bien. Esto no
significa que todo lo que nos pasa es bueno. Lo malo sigue prevaleciendo en
nuestro mundo caído, pero Dios es capaz de cambiar todas las circunstancias a
nuestro favor. Tengamos presente que Dios no está ocupado en hacernos felices,
sino en cumplir sus propósitos. Notemos que esta promesa no es para todos. Es solo
para los que amamos a Dios y formamos parte de los planes divinos. Los
"llamados" son todas los que el Espíritu Santo convence y permite que
reciban a Cristo. Tenemos una nueva perspectiva, una nueva
mentalidad en la vida. Confíamos en Dios, no en los tesoros de la vida; buscamos su
seguridad en el cielo, no en la tierra; aprendemos a aceptar el dolor y la
persecución, no a lamentarnos, porque Dios está con nosotros.
La meta suprema de Dios en cuanto a nosotros
es hacernos semejantes a Cristo. A medida que vamos siendo como El, descubrimos
lo que en realidad somos, las personas para lo cual fuimos creados. ¿Cómo
podemos ser conformados a la imagen de Cristo? Leyendo y prestando atención a
la Palabra de Dios, estudiando su vida en la tierra a través de los Evangelios,
llenándonos con el Espíritu Santo y haciendo la obra de Dios en la tierra.
Antes de la fundación del mundo, Dios
determinó quiénes habrían de recibir la salvación. Señalan pasajes como Efesios_1:11 También en El
hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de
Aquél que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad,, que
dice: "Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace
todas las cosas según el designio de su voluntad". Otros dicen que Dios sabía
quiénes responderían positivamente, y sobre ellos puso su marca (predestinó).
Lo que está claro es que el propósito de Dios en cuanto al hombre no fue
producto de un pensamiento tardío, sino que se determinó antes de la fundación
del mundo. La humanidad se creó para servir y glorificar a Dios. Si hemos aceptado
a Cristo, regocijémonos porque Dios siempre nos ha conocido. Su amor es eterno.
Su sabiduría y poder son supremos. Él nos guiará y nos protegerá hasta el día
en que llegue a su presencia.
¿Creemos que por no ser suficientemente buenos
Dios no nos salvará? ¿Pensamos o sentimos que la salvación es para todos menos para
nosotros? Si Dios entregó a su Hijo por nosotros, ¡no va
a quitarnos la salvación! Si Cristo dio su vida por nosotros, ¡no va cambiar de
opinión ni condenarnos!
La epístola de Romanos, más que una explicación teológica de la gracia redentora de Dios, es una carta de consuelo y aliento dirigida a todos nosotros.
La epístola de Romanos, más que una explicación teológica de la gracia redentora de Dios, es una carta de consuelo y aliento dirigida a todos nosotros.
Pablo dice
que Jesús ruega a Dios por nosotros en el cielo. Dios nos absolvió y quitó
nuestro pecado y culpa; es Satanás, no Dios, el que nos acusa. Cuando esto sucede,
Jesús es el abogado que está a la diestra de Dios para defendernos. Cristo es nuestro intercesor, Heb_4:14-15. Teniendo, pues, un
gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios,
retengamos nuestra fe.
Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo
como nosotros, pero sin pecado.
No importa
lo que pase ni dónde estemos, su amor nunca nos dejará. El sufrimiento no nos
separará de Dios, sino que nos ayudará a identificarnos con Él mucho más y
permitirá que su amor nos alcance y nos sane.
Los creyentes siempre hemos tenido que enfrentar
dificultades de diversas formas: persecución, enfermedad, prisión, aun muerte.
Esto podría hacernos creer que Cristo nos había abandonado. Pero Pablo exclama
que es imposible que algo nos separe de Cristo. Su muerte a nuestro
favor es prueba de su amor inquebrantable. Nada impedirá su presencia constante
con nosotros. Dios nos dice cuán grande es su amor para que nos sintamos bien
seguros en El. Si tenemos esta seguridad sorprendente, no temeremos.
En Cristo somos más que vencedores y su amor nos
protegerá de cualquier potestad.
Debemos
trabajar activamente para crecer en santidad y «dar muerte» a cualquier pecado
en nuestras mentes, tanto en palabras como en obras. Pero, a pesar de que
hagamos todo nuestro esfuerzo, Pablo nos recuerda que solamente alcanzaremos la
victoria «por el Espíritu», esto es, por el poder del Espíritu Santo.
Mientras más plenamente sean guiados los creyentes
por el Espíritu, más obedecerán la voluntad de Dios y mejor se conformarán a
sus estándares santos.
Nosotros gemimos porque, aunque nuestras almas han sido salvadas, nuestros
cuerpos aún están sujetos al dolor y al pecado. Pero miramos hacia adelante con
esperanza aguardando la resurrección de
nuestros cuerpos, que serán liberados de su fragilidad y del pecado que en
ellos se esconde.
Aun en las
dificultades y el sufrimiento, aun en la más amarga desilusión, aun cuando
maltratados, los cristianos debemos saber que Dios obra en medio de esas
situaciones; para que se cumplan sus buenos propósitos en sus hijos. Puede que Dios cambie o no la situación
directamente, pero aun, si se mantiene difícil, Dios garantiza buenos resultados
al final, inclusive una mayor madurez a quienes conforme a su propósito son llamados.
Nuestra
salvación personal no solamente fue bien planeada, sino que pone de manifiesto
la invariable fidelidad del Dios que espera la consumación de su gran plan para
la Iglesia.
Es Cristo quien
actuará como juez sobre todo el mundo, pero no nos condenará; aún ahora, él intercede por nosotros; es decir, trae
las peticiones ante Dios.
Para
cualquier cristiano desalentado la Palabra de Dios en la Biblia ofrece hoy las seguridades del amor de Cristo, presente en cada
momento de la vida del creyente.
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