Meditar en la Palabra de Dios
es discurrir con nosotros mismos acerca de las grandes cosas en ella
contenidas, con una íntima aplicación de la mente y concentración en el pensar.
Debemos referirnos constantemente a la palabra de Dios como regla de nuestras
acciones, y fuente de nuestro consuelo, hemos de tenerla en nuestros
pensamientos noche y día. Con este propósito no hay momento que no sea oportuno
para seguir sumergiéndonos, con el oxigeno del Espíritu, más profundamente en
la sana doctrina en la Biblia.
-No sé a vosotros, pero cuando
como el pan físico sacia el hambre, pero cuanto más me alimento del Pan de Vida
produce en mí un insaciable apetito de seguir degustando lo que Dios tiene
preparado para darnos a conocer a través de su Palabra.-
Hoy hecho la vista atrás a mi
vida y no puedo más que dar gracias a Dios en el nombre de mi Señor y Salvador
Jesucristo por rescatarme de aquella muerte eterna en la que me encontraba. No
sé cual será tu situación, pero la única solución es Jesucristo. Él es la
puerta por la cual, arrepentido, debes pasar; renunciando a tu vida anterior
aceptando y obedeciendo a Jesús.
Hay otra puerta muy ancha por
donde, los no arrepentidos de sus pecados, caminan y pasan confiando en sus
buenas obras y enseñanzas religiosas. Esta senda es fácil, no requiere cambios
y todo está permitido, con tal que lo confieses a otro hombre como tú. Para
volver una y otra vez al pecado. Son enemigos de Cristo.
Como este mundo es el reino de Satanás, los
inconversos de todo rango, partido y carácter, son incitados por él a oponerse
a la causa de Dios, aunque los príncipes de la tierra han sido generalmente los
más activos.
Las verdades y los preceptos
del cristianismo están en contra de los proyectos mundanos ambiciosos y contra
las lujurias.
Esos enemigos no pueden mostrar una buena
causa para oponerse a un gobierno justo y santo que, si fuera recibido por
todos, traería el cielo a la tierra. No pueden esperar el éxito al oponerse a
un reino tan poderoso. El Señor Jesús tiene toda potestad en cielo y tierra y
es la Cabeza de la iglesia por sobre todas las cosas, a pesar de los
incansables esfuerzos de sus enemigos. El trono de Cristo está establecido en
su iglesia, que es, en el corazón de los creyentes.
El creyente activo, mientras
más es abatido por Dios, ya sea por las reprensiones de la providencia o los
reproches de sus enemigos, tomará una postura más firme y se unirá más
estrechamente con Él.
El hijo de Dios se sobresalta
ante la sola idea de perder la esperanza de tener ayuda en Dios.
Como hijo de Dios, hallo en mi
Padre celestial:
1. Seguridad: un escudo para
mí; infinita la ventaja de esa
protección.
2. Honra; a quienes Dios
reconoce como suyos, tienen verdadera honra sobre ellos.
3. Gozo y liberación. Para
levantar cabeza con gozo en el peor de
los momentos, sabiendo que todo me ayudará a bien, reconociendo a Dios como
Quien me da motivo y corazón para regocijarme.
Guardemos con santa reverencia la gloria y
majestad de Dios. Examinándonos con seria reflexión; que nuestros pensamientos
se ajusten a lo bueno, y se mantengan cerca de ello. Consideremos nuestros
caminos al levantarnos y antes de irnos a dormir por la noche, examinemos nuestra
conciencia sobre lo que hemos hecho en el día; particularmente lo que hicimos
mal, para que nos arrepintamos. Cuando nos despertemos en la noche, meditemos
en Dios y en las cosas que convienen a nuestra paz. Debemos considerar nuestros
caminos particularmente cuando estamos enfermos. Cuando
hayamos preguntado algo a la conciencia, quedemos serios, callados, esperando
una respuesta. No abramos la boca para excusar el pecado. Toda la confianza
debe ponerse en la gracia gratuita de Dios, que por la sola fe justifica al
verdadero convertido: confiemos en Dios.
Siempre ha sido así, y sigue
como siempre dispuesto a oír la oración. El principio más alentador de la
oración y el ruego más poderoso es mirarlo a Él como nuestro Rey y nuestro
Dios. El pecado es necedad y los pecadores somos los
más grandes de los necios.
Aprendamos la importancia de la verdad y de la
sinceridad en todos los asuntos de la vida. Los mentirosos y los asesinos se
parecen al diablo y son sus hijos, por tanto, bien puede esperarse que Dios los
aborrezca. Este carácter de los enemigos siguen siendo enemigos de Cristo y de
su pueblo.
En el nacido de nuevo, el lenguaje de un corazón verdaderamente
humillado, de un espíritu quebrantado y contrito bajo grandes aflicciones,
enviado para despertar la conciencia y mortificar la corrupción. La
aflicción del cuerpo será tolerable, si tiene consuelo en su alma. La queja más
dolorosa de Cristo en sus padecimientos, fue la aflicción de su alma y la falta
de la sonrisa de su Padre.
Cada página de la Escritura
proclama el hecho de que la salvación pertenece sólo al Señor. El hombre es
pecador, cuyo caso sólo puede ser alcanzado por la misericordia; y nunca la
misericordia se destaca más que al restaurar a los descarriados.
Podemos orar con buena razón
que si es voluntad de Dios, y si Él aún tiene alguna obra para que nosotros o
nuestros amigos hagamos en este mundo, nos salve la vida o los salve para
servirle aún. Irse y estar con Cristo es lo más dichoso para los santos, pero
quedarse en la carne es más provechoso para la iglesia.
El
cristiano va a Dios en busca de socorro. Pero solo Cristo puede invocar al
Cielo para que atestigüe su rectitud en todas las cosas. Todas sus obras fueron
hechas en justicia y el príncipe de este mundo no encontró nada de qué acusarlo
justamente. Pero por nosotros Él sufrió todos los males, sometiéndose a ser
acusado de culpa, pero siendo inocente, triunfó sobre todos ellos. El fundamento
es “porque el Dios justo prueba la mente y el corazón”. Él conoce la maldad
secreta del malo y cómo llevarla a un fin. Él es el testigo de la sinceridad
secreta del justo y tiene maneras de establecerla.
Cuando un hombre ha hecho la
paz con Dios por todos sus pecados, en función de la gracia y la misericordia,
por medio del sacrificio de Su Hijo Jesucristo, puede apelar a la justicia de
Dios para decidir, en contraste con sus enemigos.
Debemos dar a Dios la gloria
debida a su nombre. ¡Cuán brillante reluce esta gloria aun en este mundo
inferior! Es nuestro porque Él nos hizo, nos protege y tiene especial cuidado
de nosotros. Su nacimiento, su vida, su ministerio, sus milagros, su
sufrimiento, su muerte, su resurrección y su ascensión son conocidas en todo el
mundo. Ningún nombre es tan universal, ningún poder e influencia tan
generalmente sentida como el del Salvador de la humanidad. En esta
tierra nosotros sólo oímos el excelente nombre de Dios y lo alabamos; pero Él
es excelso muy por encima hasta de la bendición y alabanza.
A veces la gracia de Dios aparece
maravillosamente en los niños pequeños. A veces el poder de Dios hace que pasen
cosas grandiosas en su iglesia, por medio de instrumentos débiles e
improbables, para que pueda aparecer más evidentemente que la excelencia del
poder es de Dios y no del hombre.
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