Los
hermanos o parientes de Jesús se disgustaron cuando se dieron cuenta que no
tenían posibilidades de lograr ventajas mundanales con Él.
Los
hombres impíos se ponen, a veces, a aconsejar a los ocupados en la obra de
Dios, pero sólo aconsejan lo que parezca probable para fomentar ventajas en
este mundo.
La
gente discrepó acerca de su doctrina y de sus milagros, mientras los que le
favorecían no se atrevieron a reconocer abiertamente sus sentimientos. Los que
consideran que los predicadores del evangelio son estafadores, dicen lo que
piensan, mientras muchos que los favorecen, temen que les reprochen por
reconocer que los consideran buenos.
Todo
ministro fiel puede adoptar humildemente las palabras de Cristo. Su doctrina no
es de su propia invención, pero es de la Palabra de Dios por medio de la
enseñanza de su Espíritu.
Y
en medio de las disputas que perturban al mundo, si un hombre de cualquier
nación procura hacer la voluntad de Dios, sabrá si la doctrina es de Dios o si
los hombres hablan de sí mismos. Sólo los que odian la verdad serán entregados
a errores que les serán fatales. Jesús les dijo que decidieran sobre su
conducta según la importancia espiritual de la ley divina. No debemos juzgar a
nadie por su aspecto externo, sino por su valor y por los dones y la gracia del
Espíritu de Dios en él.
Cristo
proclamó en voz alta que estaban equivocados en lo que pensaban sobre su
origen. Fue enviado por Dios, quien se demostró fiel a sus promesas. Esta
declaración, de que ellos no conocían a Dios, con su pretensión de tener un
conocimiento peculiar, provocó a los oyentes; y procuraron detenerlo, pero Dios
puede atar las manos de los hombres aunque no convierta sus corazones.
Los
sermones de Jesús convencieron a muchos de que Él era el Mesías, pero no tenían
el valor de reconocerlo. Consuelo para los que están en este mundo, pero
que no son de este mundo, y por tanto, son odiados y están cansados de
él, es que no estarán para siempre en el mundo. Bueno es que nuestros días sean
pocos por ser malos. Los días de vida y de gracia no duran mucho y cuando los
pecadores estén en desgracia, se alegrarán de la ayuda que ahora desprecian.
Si cualquiera desea ser feliz verdaderamente
para siempre, que venga a Cristo y sométase a Él.
La
sed significa el fuerte deseo de bendiciones espirituales, que ninguna otra
cosa puede satisfacer así, pues, las influencias santificadoras y consoladoras
del Espíritu Santo están representadas por las aguas, a las cuales Jesús invita
que vayan y beban. El consuelo fluye abundante y constante como un río, fuerte
como un torrente para derribar la oposición de las dudas y los temores. Hay en
Cristo una plenitud de gracia sobre gracia. El Espíritu que habita y obra en
los creyentes es como fuente de agua viva, corriente de la cual fluyen arroyos
abundantes, que refrescan y limpian como el agua. No esperemos los dones
milagrosos del Espíritu Santo, pero podemos solicitar sus influencias más
corrientes y más valiosas. Estos arroyos han fluido desde nuestro Redentor
glorificado hasta esta fecha, y hasta los rincones más remotos de la tierra.
Deseemos darlos a conocer al prójimo.
La
maldad de los enemigos de Cristo siempre es irracional y, a veces, no se puede
contar con que sea refrenada. Nunca un hombre habló con su sabiduría, poder, y
gracia, esa claridad convincente y dulzura, con que hablaba Cristo. ¡Ay, muchos
de los que estuvieron por un tiempo refrenados y que hablaron bien de la
palabra de Jesús, perdieron rápidamente sus convicciones y siguieron en sus
pecados! La gente es neciamente motivada en materias de peso eterno por motivos
externos, estando dispuestos hasta ser condenados por amor a la moda. Como la
sabiduría de Dios escoge frecuentemente cosas que los hombres desprecian, así
la necedad de los hombres desprecia corrientemente a quienes Dios ha elegido.
El Señor saca adelante a sus discípulos tímidos y débiles, y a veces los usa
para derrotar los designios de sus enemigos.
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