Los líderes religiosos murmuraban porque no
podían aceptar la declaración de divinidad de Jesús. Solo lo veían como el
carpintero de Nazaret. Se negaron a creer que Jesús era el Hijo divino de Dios
y no toleraban su mensaje.
Muchas
personas rechazan a Cristo porque dicen que no creen que sea el Hijo de Dios.
En realidad, lo que no pueden aceptar son las exigencias de lealtad y
obediencia que les hace Cristo. De modo que para protegerse del mensaje,
rechazan al mensajero.
Dios, no el hombre, juega el papel más activo
en la salvación. Cuando alguien decide creer en Jesucristo como Salvador, lo hace
únicamente respondiendo al mover del Espíritu Santo de Dios. El pone en
nosotros la inquietud, nosotros decidimos si creer o no. Nadie puede creer en
Jesús sin la ayuda de Dios. Dios creó al hombre con libre albedrio, es decir,
la única criatura de la Creación con libertad de elegir sus acciones, obedecer
a Dios o desobedecer.
Dios nos enseña mediante la Biblia, para que a través de ella conozcamos con
profundidad lo que Dios nos quiere decir, las narraciones y relatos son para
que nos sirvan de ejemplo para nuestras experiencias y los pensamientos que nos
da el Espíritu Santo y las relaciones con otros cristianos. ¿Somos receptivos a
la enseñanza de Dios?
No
creemos una sola vez, sino que seguimos creyendo cada vez que aprendemos cada
día en la Palabra, madurando en la fe y confiando en Jesús.
A menudo, los líderes religiosos le pedían a
Jesús que les probara por qué era mejor que los profetas que habían tenido.
Aquí Jesús se refiere al maná que Moisés dio a sus antepasados en el desierto. Este
pan era físico y temporal. El pueblo lo comía y les daba el sustento de un día.
Pero era necesario obtener más pan cada día y este no impedía que muriesen.
Jesús,
que es mucho más grande que Moisés, se ofrece como pan espiritual del cielo que
satisface plenamente y conduce a la vida eterna. Cuanto más nos alimentamos de
su Pan, Su Palabra más ansiamos alimentarnos, no sacia el hambre de su
conocimiento, necesitamos su alimento constantemente.
¿Cómo puede Jesús darnos su carne como pan
para que comamos? Comer pan de vida significa aceptar a Cristo y unirnos a Él.
Nos unimos a Cristo de dos formas: (1) al creer en su muerte (el sacrificio de
su carne) y resurrección, y (2) al dedicarnos a vivir como El manda,
dependiendo de sus enseñanzas para guiarnos y confiando en el Espíritu Santo
para recibir poder.
Este mensaje resultaba chocante: comer carne y
beber sangre sonaba a canibalismo. La idea de beber cualquier sangre, con más
razón la humana, resultaba repugnante para los líderes religiosos porque la Ley
lo prohibía (Levítico_17:10-11 Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros
que moran entre ellos, comiere alguna sangre, yo pondré mi rostro contra la
persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo.
Porque la vida de la carne en la sangre está,
y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la
misma sangre hará expiación de la persona.). Por supuesto que
Jesús no se refería a la sangre en forma literal. Lo que decía era que su vida
debía convertirse en la de ellos. Pero ellos no podían aceptar este concepto.
El apóstol Pablo más tarde usó la imagen del cuerpo y de la sangre al hablar de
la cena del Señor (1Corintios_11:23-26 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que
el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias,
lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido;
haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas
las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que
comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta
que él venga.).
El Espíritu Santo da vida espiritual; sin la
obra del Espíritu Santo ni siquiera podemos ver nuestra necesidad de vida nueva.
Toda renovación espiritual empieza y acaba en Dios. El nos revela verdad, vive
en nosotros y luego nos capacita para responder a esa verdad.
¿Por qué las palabras de Jesús hicieron que
muchos de sus seguidores lo abandonasen? (1) Es posible que se hayan dado
cuenta de que no sería el Mesías-Rey conquistador que esperaban. (2) Rehusó
ceder ante sus exigencias egocéntricas. (3) Enfatizó la fe, no los hechos. (4)
Sus enseñanzas eran difíciles de entender y algunas de sus palabras eran
ofensivas.
Al
crecer en nuestra fe, es posible que nos sintamos tentados a apartarnos porque
las lecciones de Jesús son difíciles. ¿Reaccionamos dándonos por vencidos, pasando por alto
ciertas enseñanzas o rechazando a Cristo? En lugar de eso, pidamos a Dios que nos
muestre el significado de sus enseñanzas y nos diga cómo aplicarlas a nuestra vida.
Luego tengamos el valor de actuar en base a la verdad de Dios. Seamos
consecuentes con nuestra fe.
Para Jesús no existen términos medios. Cuando
preguntó a sus discípulos si también se irían, les mostraba que podían tanto
aceptarlo como rechazarlo. Jesús no intentaba rechazar a la gente con sus
enseñanzas. Sencillamente decía la verdad. Cuanto más escuchaban las personas
el verdadero mensaje de Jesús, más se dividían en dos bandos: los que buscaban
con sinceridad porque deseaban entender más, y los que rechazaban a Jesús porque
no les gustaba lo que oían, les confrontaba lo que escuchaban.
Después que muchos de los seguidores lo
abandonaron, Jesús preguntó a los doce discípulos si también lo dejarían. Pedro
respondió: "¿A quién iremos?" En su estilo directo, Pedro respondió
por todos nosotros: no hay otro camino. A pesar de que existen muchas
filosofías y autoridades autoproclamadas, únicamente Jesús tiene palabras de
vida eterna. La gente busca la vida eterna por todas partes y no ven a Cristo,
la única fuente. Permanezcamos con Jesús, sobre todo cuando estemos confundidos
o nos sintamos solos.
Como respuesta al mensaje de Jesús, algunas
personas se fueron; otros se quedaron y creyeron de verdad; y algunos, como
Judas, se quedaron pero intentaron usar a Jesús para ganancia personal.
Muchas
personas hoy en día se alejan de Cristo. Otros fingen seguir, asistiendo a la
iglesia por una cuestión social, para recibir aprobación de familia y amigos, o
relaciones de negocio. Pero en realidad solo hay dos respuestas posibles a
Jesús: lo acepta o lo rechaza. ¿Cómo hemos respondido a Cristo? Para Dios sólo
hay dos tipos de personas, los que creen en Su Hijo y los que lo rechazan.
Tú que lees esto, ¿Qué opinión tiene Dios de ti? Examínate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario