} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JESÚS, LA VID VERDADERA

viernes, 18 de julio de 2014

JESÚS, LA VID VERDADERA





En Juan 15:1-3 leemos:

 1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
 2  Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
 3  Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

Jesucristo es la Vid, la Vid verdadera. La unión de la naturaleza divina con la humana, y la plenitud del Espíritu que hay en Él, recuerdan la raíz de la vida que fructifica por la humedad y los nutrientes de la buena tierra.
Los creyentes somos los pámpanos de esta Vid. La raíz no se ve y nuestra vida está escondida con Cristo. La raíz sustenta la planta, le difunde la savia, y en Cristo están todos los sustentos y provisiones. Los pámpanos de la vid son muchos, pero al unificarse en la raíz formamos una sola vid. De este modo, todos los cristianos verdaderos, distantes entre sí en cuanto a lugar y opinión, se unen en Cristo. Los creyentes, como los pámpanos de la vid, somos débiles e incapaces de permanecer, por nuestra naturaleza caída.

El Padre es el Dueño de la vid. Nunca hubo un dueño tan sabio, tan cuidadoso con su viña como Dios por su Iglesia que, por eso, debe prosperar. Debemos ser fructíferos. Esperamos uvas de una vid, y de nosotros los cristianos el fruto será un temperamento, una disposición y una vida cristiana obediente a la Palabra de Dios.

Debemos honrar a Dios y hacer el bien, esto es, llevar fruto. Los estériles son cortados. Hasta las ramas fructíferas necesitan poda, porque, en el mejor de los casos, tenemos ideas, pasiones y humores que requieren ser quitados, cosa que Cristo ha prometido hacer por su palabra, Espíritu y providencia. Si se usan medios drásticos para avanzar la santificación de los creyentes, estaremos agradecidos por ellos. La Palabra de Cristo se da a todos los creyentes  y hay en esa Palabra una virtud que limpia al obrar la gracia y deshacer la corrupción. Mientras más fruto demos, más abundaremos en lo que es bueno, y más glorificado será nuestro Señor.

Para fructificar debemos permanecer en Cristo, debemos estar unidos a Él por la fe. El gran interés de todos los discípulos de Cristo es mantener constante la dependencia de Cristo y la comunión con Él. Los cristianos nacidos de nuevo sabemos, por experiencia, que toda interrupción del ejercicio de nuestra fe hace que mengüen los afectos santos, revivan las corrupciones y debiliten nuestros consuelos.

Los que no permanecen en Cristo, aunque florezcan por un tiempo en la profesión externa, llegan, no obstante, a nada. El fuego es el lugar más adecuado para las ramas marchitas; no son buenas para otra cosa. Procuremos vivir más simplemente de la plenitud de Cristo, y crecer más fructíferos en todo buen decir y hacer, para que sea pleno nuestro gozo en Él y en su salvación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario