} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: ESCUDRIÑANDO LA PALABRA DE DIOS 7

jueves, 17 de julio de 2014

ESCUDRIÑANDO LA PALABRA DE DIOS 7



No es  nuevo que los hombres más justos, y las causas más justas, encuentren multitud de obstáculos, de enemigos, para que puedan prosperar; la mayor parte de las veces, los cristianos, padecemos alguna enfermedad visual espiritual que nos impide ver con claridad o estar atentos a lo que viene de lejos.. Así como en lo físico podemos tener algún problema en la vista, miopía, astigmatismo, etc., en el plano espiritual podemos estar pasando por lo mismo. La miopía espiritual, no nos deja ver de cerca aquello donde fallamos o donde el peligro acecha. Otras veces no visualizamos aquellas señales que nos permiten ver a lo lejos como se va acercando el enemigo de forma sinuosa. Otras tenemos los ojos puestos uno  en el mundo y el otro en lo celestial.
Necesitamos corregir esas enfermedades visuales para vivir en guardia, no ya para discernir lo bueno de lo malo, sino para escoger lo excelso en lugar de lo bueno y lo mediocre. Tenemos muchos ejemplos en la Biblia, pero el que más me llama la tención es la actitud de las dos hermanas, Marta y María. Marta  afanada en las tareas creía que así agradaría más al Señor, mientras su hermana María optó por lo mejor de todo, estar al lado de Jesús.

Debemos estar afanados por lo espiritual, el conocimiento de la Palabra de Dios, la sana doctrina para estar preparados en el encuentro personal con Dios. Porque no será en grupo cuando estemos ante Dios; será de forma individual.

   La vieja enemistad de la descendencia de la serpiente contra la simiente de la mujer, Cristo en sus sufrimientos, la iglesia bajo persecución, y el cristiano en la hora de la tentación, todos ruegan al Todopoderoso que se presente a favor de ellos y reivindique su causa. Tenemos la tendencia a justificar la intranquilidad por las injurias que nos infligen los hombres, pensando que no hemos dado motivos para que nos traten mal; pero esto debiera darnos tranquilidad, porque entonces podemos esperar con mayor razón que Dios defienda nuestra causa.
Oremos a Dios que se manifieste en nuestra tribulación.  Si Dios, por su Espíritu, atestigua a nuestros espíritus que Él es nuestra salvación, no tenemos que desear más para hacernos felices. Si Dios es nuestro Amigo, no importa quién sea nuestro enemigo.
  No debemos desear ni pedir la ruina de ningún enemigo, salvo nuestras lujurias y los malos espíritus que quieren nuestra destrucción.
 Roguemos diariamente a Dios que nos preserve de la jactancia. El pecado es muy dañino para el mismo pecador y, por tanto, debe ser aborrecido, pero no lo es.
No es asombroso si los que se engañan a sí mismos, procuran engañar a toda la humanidad; ¿a quiénes serán fieles los que son falsos con sus propias almas? Malo es hacer el mal, pero peor es pensarlo, hacerlo planeada y premeditadamente.
Si desechamos voluntariamente la meditación santa en nuestras horas a solas, Satanás ocupará pronto nuestra mente con imaginaciones pecaminosas. Los pecadores endurecidos defienden lo que han hecho, como si pudieran justificarlo ante Dios mismo.


 Cuando miramos alrededor vemos el mundo lleno de malhechores que florecen y viven con comodidad. Así se ha ocurrido desde antaño, por lo cual no debemos maravillarnos. Por esto somos tentados a angustiarnos, a pensar que es la única gente feliz, y tendemos a hacer como ellos; sin embargo, se nos advierte en contra. La prosperidad exterior se desvanece. Si miramos adelante, con el ojo de la fe, no veremos razón para envidiar al impío. Su lloro y lamento serán eternos.
La vida del cristiano, nacido de nuevo, es confianza proveniente de la fe en el Señor y el cuidado diligente de servirle conforme a su voluntad.  

 La vida del hombre no consiste en su abundancia, sino en tener el alimento, vestido y techo suficiente para el día a día. Esto es más de lo que merecemos y basta para el que va al cielo.
Deleitarse en Dios es tanto un privilegio como un deber. Él no ha prometido complacer los apetitos del cuerpo y los humores de la fantasía, sino los deseos del alma renovada y santificada. ¿Cuál es el deseo del corazón de un hombre bueno? Es conocer y amar y servir a Dios.

Encomienda a Jehová tu camino; entrega tu camino al Señor. Echa tu carga sobre el Señor, la carga de tu preocupación. Debemos descargarnos nosotros mismos, no afligirnos ni quedarnos perplejos con pensamientos sobre cosas futuras, sino referirlos a Dios. Presenta en oración tu caso y todas tus preocupaciones ante el Señor y confía en Él. Debemos cumplir nuestro deber y, luego, dejarlo a Dios. La promesa es muy dulce: Él hará que ocurra lo que le encomendaste, sea lo que sea.

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