En la Palabra de Dios en la Biblia, versión Reina
Valera 1960, nos dice en Deuteronomio 30:19-20:
19
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que
os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge,
pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;
20 amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz,
y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a
fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac
y Jacob, que les había
de dar.
En estos versículos hay un claro anuncio de la misericordia que
Dios tiene guardada para Israel en los postreros tiempos. La nación judía se
convertirá a la fe de Cristo en algún período futuro, quizá no muy distante y se
establecerá de nuevo en la tierra de Canaán. El lenguaje que aquí se usa es de
promesas absolutas que declara un
hecho que ocurrirá con toda certeza. Porque el mismo Señor se compromete y cuando la gracia regeneradora haya eliminado
la naturaleza corrupta, y el amor divino haya suplantado al amor por el pecado,
ellos ciertamente reflexionarán, se arrepentirán, volverán a Dios y le obedecerán;
y Él se regocijará en hacerles el bien.
El cambio
ocasionado en ellos no sólo será por fuera ni consistente sólo de opiniones,
llegará a sus almas. Producirá en ellos un supremo odio por todo pecado y un
amor ferviente hacia Dios, como su Dios reconciliado en Cristo Jesús; ellos lo
amarán con todo su corazón y con toda su alma.
En la actualidad
están muy distantes de este estado mental, pero así estaban los asesinos del
Señor Jesús en el día de Pentecostés, quienes, no obstante, en una hora se convirtieron
a Dios. Así será el día del poder de Dios, una nación nacerá en un día, el
Señor lo acelerará en su tiempo.
Como promesa
condicionada, nos asegura que los pecadores más grandes, si
se arrepienten y se convierten, recibirán el perdón de sus pecados, y serán
restaurados al favor de Dios.
El poder y el amor de
Dios por cada uno de nosotros son aquí la base y motivo de una cantidad de
precauciones y serias advertencias puede aplicarse a los que viven bajo el evangelio.
¿Para qué se hacen las leyes, sino para ser observadas y obedecidas? Nuestra
obediencia como personas no puede merecer la salvación, pero es la única prueba
de que somos partícipes del don de Dios, que es la vida eterna por medio de
Jesucristo. Considerando cuántas tentaciones nos rodean, y cuántos deseos
corruptos tenemos en nuestro pecho, necesitamos cuidar mucho nuestro corazón
con toda diligencia. No pueden caminar derecho los que caminan con descuido.
Podemos entender
cuán débil será la tentación para los que piensan con rectitud. Debemos cuidarnos, no sea que en cualquier
momento olvidemos nuestra misión aquí en la tierra. El cuidado, la advertencia
y la vigilancia son ayudas contra una mala memoria.
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