De saber alguno dónde conseguir comida, ese
hubiese sido Felipe, porque era de Betsaida, una aldea a unos catorce kilómetros
y medio de distancia. Jesús probaba a Felipe a fin de fortalecer su fe. Al
pedir una solución humana (sabiendo que no existía tal cosa), destacó el acto
poderoso y milagroso que estaba a punto de realizar.
Cuando Jesús preguntó a Felipe dónde comprar
una enorme cantidad de pan, este empezó a calcular el costo probable. Jesús
quería enseñarle que los recursos financieros no son los más importantes. Es
posible que limitemos la obra de Dios en nosotros por suponer de antemano lo
que es posible y lo que no.
¿Existe
alguna tarea imposible que creemos que Dios no pueda hacer?
No
permitamos que nuestra evaluación de lo irrealizable nos impida aceptar la
tarea. Dios puede hacer algo milagroso; confiemos en Él en cuanto a la
provisión de recursos.
Se hace un contraste entre los discípulos y el
niño que brindó lo que tenía. Contaban con más medios que el niño, pero como
sabían que lo que tenían no era suficiente, no dieron nada. El niño entregó lo
poco que tenía y eso fue lo que lo cambió todo. Si no ofrecemos nada a Dios, El
no tendrá nada para usar. Pero puede tomar lo poco que tenemos y convertirlo en
algo grande.
Al efectuar sus milagros, Jesús por lo general
prefería obrar a través de la gente. Aquí tomó lo que le ofrecía un niño y lo
usó para llevar a cabo uno de los milagros más espectaculares narrados en los
Evangelios. La edad no representa una barrera para Cristo. Nunca pensemos que somos demasiado jóvenes ni demasiado viejos
para serle útiles.
Existe una lección en las sobras. Dios da en
abundancia. Toma lo que podemos ofrecerle en cuanto a tiempo, habilidad o
recursos y multiplica su eficacia más allá de nuestras expectativas más
alocadas.
Si
damos el primer paso poniéndonos a la disposición de Dios, este nos mostrará
cuán grandemente puede utilizarlo para extender su reino.
El mar de Galilea está 195 m por debajo del
nivel del mar, tiene una profundidad de 45 m y está rodeado de colinas. Estas
características físicas hacen que quede expuesto a tormentas repentinas con
vientos que causan olas muy altas. Tales tormentas se esperaban en este lago,
pero también eran atemorizantes. Cuando Jesús fue a sus discípulos durante una
tormenta andando sobre el agua (a más de 5 km de la costa), les dijo que no
temiesen.
A menudo nos enfrentamos a tormentas
espirituales y emocionales y nos sentimos sacudidos como un pequeño bote en un
gran lago. A pesar de las circunstancias aterradoras, si confiamos nuestras
vidas a Cristo para que las proteja, El nos dará paz en cualquier tormenta. Por
experiencia puedo decir que así es.
Los discípulos, atemorizados, quizás pensaron
que veían un fantasma (Marcos_6:49 Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un
fantasma, y gritaron). Pero si hubiesen recordado las cosas que habían
visto hacer a Jesús, podrían haber aceptado este milagro. Tuvieron miedo. No
esperaban que Jesús se apareciese y no estaban preparados para recibir su
ayuda.
La
fe es una actitud mental que nos hace esperar que Dios actúe. Cuando actuamos
de acuerdo con esta expectativa, podemos vencer los temores.
Jesús criticaba a las personas que lo seguían
únicamente por los beneficios físicos y temporales en lugar de hacerlo para
saciar su hambre espiritual.
Muchas
personas utilizan la religión para obtener prestigio, consuelo, incluso votos políticos.
Pero esos motivos son egoístas. Los verdaderos creyentes siguen a Jesús porque
saben que El tiene la verdad y que su verdad es camino de vida. Ser cristiano
es seguir a Cristo, no a una religión. Hoy, hay religiones que dicen ser
cristianas, pero ninguna puede llamarse así, pues las religiones son la
invención de los hombres para congratularse con Dios el Creador, por medio de
sus obras, ritos, tradiciones sin contar para nada con Jesucristo el Hijo de
Dios. Los que somos nacidos de nuevo podemos discernir espiritualmente la
diferencia.
Muchos que buscan sinceramente a Dios quedan
perplejos en cuanto a lo que El desea que hagan. Las religiones del mundo
representan los intentos de la humanidad en responder a esta pregunta. Pero la
respuesta de Jesús es breve y sencilla: debemos creer en el que Dios ha
enviado. Lo que agrada a Dios no surge del trabajo que hacemos, sino de ver en quién creemos. El primer paso es aceptar que Jesús es el que dice ser.
Todo desarrollo espiritual se edifica sobre esta aseveración. Declare a Jesús:
"Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo_16:16 Respondiendo
Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente), y
embárquemonos en una vida de fe que agrade a nuestro Creador.
La gente come pan para saciar su hambre física
y para mantener su vida física. Podemos saciar el hambre y mantener la vida
espirituales únicamente mediante una adecuada relación con Jesucristo. Con
razón decía que era el pan de vida. Pero el pan debe comerse para mantener la
vida y a Cristo debe invitarse a entrar a nuestro diario andar para mantener la
vida espiritual.
Jesús no obraba independientemente de Dios el
Padre, sino con Él. Esto debiera darnos mayor seguridad de ser aceptos en la
presencia de Dios y protegidos por Él. El propósito de Jesús era hacer la
voluntad de Dios, no satisfacer nuestros deseos humanos. Debiéramos tener el
mismo propósito.
Jesús dijo que no perdería una persona
siquiera de las que el Padre le había dado. Así que cualquiera que se
comprometa sinceramente a creer en Jesucristo como Salvador está seguro en la
promesa de vida eterna que da Dios. Cristo no permitirá que Satanás venza a su
pueblo y este pierda la salvación Filipenses_1:6 estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo;).
Los que ponen su fe en Cristo resucitarán de
la muerte física a la vida eterna con Dios cuando Cristo vuelva otra vez ( 1Corintios_15:52 en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la
trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados; 1Tesalonicenses_4:16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel,
y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero).
Cuando Juan dice judíos, se refiere a los líderes que eran hostiles a Jesús, no a
los judíos en general. Juan mismo era judío, y también Jesús.
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