Isa
5:1 Cantaré ahora a mi amado, El canto de mi amado acerca de Su viña. Mi bien
amado tenía una viña en una fértil colina.
Isa
5:2 La cavó por todas partes, quitó sus
piedras, Y la plantó de vides escogidas. Edificó una torre en medio de ella, Y
también excavó en ella un lagar. Esperaba que produjera uvas buenas, Pero sólo produjo uvas silvestres.
Isa
5:3 Y ahora, moradores de Jerusalén y
hombres de Judá, Juzguen entre Mí y Mi viña.
Isa
5:4 ¿Qué más se puede hacer por Mi viña,
Que Yo no haya hecho en ella? ¿Por qué, cuando esperaba que produjera uvas buenas, Produjo uvas silvestres?
Isa
5:5 Ahora pues, dejen que les diga Lo
que Yo he de hacer a Mi viña: "Quitaré su vallado y será consumida;
Derribaré su muro y será pisoteada.
Isa
5:6 Y haré que quede desolada. No será
podada ni labrada, Y crecerán zarzas y espinos. También mandaré a las nubes que
no derramen lluvia sobre ella."
Isa
5:7 Ciertamente, la viña del SEÑOR de
los ejércitos es la casa de Israel, Y los hombres de Judá Su plantío delicioso.
El esperaba equidad, pero hubo derramamiento de sangre; Justicia, pero hubo
clamor.
Si los hombres no permanecen en
Dios, pronto Él quitará todo otro apoyo y, entonces, se hundirán. Cristo es el
Pan de vida y el Agua viva, si Él es nuestro sustento, encontraremos que es
bueno no ser desechados.
En el
hombre la condición de los pecadores es excesivamente lamentable. Es el alma la
que es dañada por el pecado. Cualquiera que sea el mal que caiga sobre los
pecadores, tengo la seguridad de que se lo acarrean ellos mismos.
Cristo es el amado Hijo de Dios y nuestro amado
Salvador. Las ventajas de nuestra
situación serán tomadas en cuenta otro día.
Dios espera fruto de quienes
disfrutan los privilegios. Los buenos propósitos y los buenos comienzos son
cosas buenas pero no suficientes; debe haber fruto de la viña: pensamientos y
afectos, palabras y acciones agradables al Espíritu.
La vid, es una planta que puede
ser muy longeva. Los frutos, las uvas, contienen propiedades muy saludables
para el organismo cuando son atendidas adecuadamente y no son asilvestradas por
el abandono, ya que así sus beneficios dejan de serlo. La savia de la planta
silvestre viene a ser como alimento por el veneno del pecado.
Las
uvas silvestres son los frutos de la naturaleza corrompida. Donde no obra la
gracia, obra la corrupción. Pero la maldad de los que profesan la fe y
disfrutan de los medios de gracia, debe recaer sobre los mismos pecadores.
Cuando
se desenfrenan o descontrolan, los errores y los vicios, el viñedo no es podado, pronto empiezan a crecer
espinas. Un buen agricultor sabe como
podar las ramas para que sean productivas. Sabe diferenciar aquellas que darán fruto de las que no. Podar puede producir dolor, pero una
vez cicatriza la herida, redunda en fruto beneficioso y abundante, engrosamiento
del tronco donde se acumula la savia para el invierno y la época de reposo. Sin
embargo aquellas plantas de vid que no son cuidadas con esmero, producen gran
cantidad de vástagos, abundante rama que acaban debilitando el resto de la
planta, siendo el lugar idóneo para que se multipliquen las plagas como el oídium
y el mildiu.
Esto se muestra a menudo en el
alejamiento del Espíritu de Dios de quienes por largo tiempo luchan en su
contra, y por quitar su evangelio de los lugares que han sido por largo tiempo
reproche para éste.
Triste
es que un alma, en lugar de las uvas de la humildad, mansedumbre, amor,
paciencia y desprecio por el mundo, que Dios busca, produzca las uvas
silvestres del orgullo, la pasión, el descontento, la maldad y el desdén hacia
Dios; en lugar de las uvas de la oración y la alabanza, están las uvas
silvestres de maldecir y jurar.
Cuando un cristiano es nacido
de nuevo, y se enreda o desvía de la Palabra yendo en pos del mundo, tarde o
temprano acaba regresando a la senda trazada por Dios. Podemos entristecer el Espíritu
Santo que mora en nosotros, apagarlo, pero ese sello de pertenencia a Dios,
nadie, ni el poder del infierno nos puede separar de Él. Si nunca vuelve
arrepentido es seguro que el tal, nunca ha nacido de nuevo.
Demos fruto con paciencia para
que, al final, obtengamos la vida eterna.
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