} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: JUAN CAPÍTULO 5

jueves, 31 de julio de 2014

JUAN CAPÍTULO 5



 Por naturaleza todos somos impotentes en materias espirituales, ciegos, cojos y marchitos, pero la provisión plena para nuestra curación está hecha, si atendemos a ella. 
Un ángel bajaba y revolvía el agua, que curaba cualquier enfermedad, pero se beneficiaba sólo aquel que era el primero en entrar al agua. Esto nos enseña a ser cuidadosos para que no dejemos escapar una ocasión que no puede regresar.
El hombre había perdido el uso de sus extremidades hacía treinta y ocho años. ¿Nos quejaremos de una noche fatigosa, nosotros que, tal vez por muchos años, apenas hemos sabido lo que es estar enfermo por un día, cuando muchos otros, mejores que nosotros, apenas han sabido qué es estar bien un día? 
Cristo apartó a éste de los demás. Los que llevan mucho tiempo afligidos, pueden consolarse con que Dios lleva la cuenta del tiempo transcurrido. Véase que este hombre habla de la falta de amabilidad de los que lo rodean, sin reflejar enojo. Así como debemos ser agradecidos, también debemos ser pacientes. Nuestro Señor Jesús lo sana, aunque él no lo pidió ni lo pensó. Levántate y anda. La orden de Dios: Vuelve y vive; Hazte un nuevo corazón, no presupone en nosotros más poder sin la gracia de Dios, su gracia que distingue, de lo que esta orden supuso poder en el hombre incapacitado, fue por el poder de Cristo y Él debe tener toda la gloria. ¡Qué sorpresa gozosa para el pobre inválido hallarse repentinamente tan bien, tan fuerte, tan capaz de ayudarse a sí mismo! La prueba de la sanidad espiritual es que nos levantamos y caminamos. Si Cristo ha sanado nuestras dolencias espirituales, vamos donde nos mande y llevemos lo que Él nos imponga, y andemos delante de Él.

 Los aliviados del castigo del pecado corren el peligro de volver a pecar cuando se terminan el terror y la restricción, a menos que la gracia divina seque la fuente de su pecado. La miseria desde la cual son hechos íntegros los creyentes, nos advierte que no pequemos más, habiendo sentido el aguijón del pecado. Esta es la voz de cada providencia: Vete y no peques más. Cristo vio que era necesario dar esta advertencia, porque es frecuente que la gente prometa mucho cuando está enferma; y cuando están recién sanados, cumplen sólo algo, pero después de un tiempo, olvidan todo. Cristo habla de la ira venidera, la cual supera la comparación con las muchas horas, sí, con las semanas y años de dolor que tienen que sufrir algunos hombres impíos, como consecuencia de sus indulgencias ilícitas, y si tales aflicciones son severas, ¡cuán temible será el castigo eterno del impío!

 El poder divino del milagro demuestra que Jesús es el Hijo de Dios, y Él declara que obraba con su Padre, y como para Él, según le parece bien. Los antiguos enemigos de Cristo le entendieron y se pusieron aún más violentos, acusándolo no sólo de quebrantar el día de reposo, sino de blasfemar al llamar Padre a Dios, e igualarse con Dios. Sin embargo, todas las cosas estaban encomendadas al Hijo, ahora y en el juicio final, intencionalmente para que todos los hombres honren al Hijo, como honran al Padre, y todo aquel que no honre de este modo al Hijo, piense o pretenda lo que sea, no honra al Padre que lo envió.
 Nuestro Señor declara su autoridad y carácter como Mesías. Iba a llegar el tiempo en que los muertos oirían su voz como Hijo de Dios y vivirían. Nuestro Señor se refiere a que, por el poder de su Espíritu, primero levanta a una vida nueva a los que estaban muertos en pecado y, luego, levanta a los muertos desde sus sepulcros. El oficio de Juez de todos los hombres puede ser ejercido sólo por Quien tenga todo el conocimiento y el poder omnipotente. Creamos nosotros su testimonio, así, nuestra fe y esperanza serán en Dios y no entraremos en condenación. Que su voz llegue a los corazones de los que están muertos en pecado, para que puedan hacer las obras del arrepentimiento, y prepararse para el día solemne.
 Nuestro Señor regresa a su declaración del completo acuerdo entre el Padre y el Hijo, y se declara Hijo de Dios. Tenía un testimonio superior al de Juan, sus obras daban testimonio de todo lo que decía. Pero la palabra divina no tenía lugar permanente en sus corazones, porque ellos se negaban a creer en Él, a quien el Padre había enviado, según sus antiguas promesas. La voz de Dios, acompañada por el poder del Espíritu Santo, hecha eficaz para la conversión de los pecadores, aún proclama que éste es el Hijo amado en quien se complace el Padre. Pero no hay lugar para que la palabra de Dios permanezca en ellos cuando los corazones de los hombres están llenos de orgullo, ambición y amor al mundo.

 Los judíos consideraban que la vida eterna les era revelada en sus Escrituras, y que la tenían porque tenían la palabra de Dios en sus manos. Jesús les insta a escudriñar esas Escrituras con más diligencia y atención. “Escudriñáis las Escrituras” y hacéis bien en hacerlo. Indudablemente escudriñaban las Escrituras, pero con un enfoque en su propia gloria. Es posible que los hombres sean muy estudiosos de la letra de las Escrituras, pero estén ajenos a su poder. O “Escudriñad las Escrituras “y así se les habló de la naturaleza de la aplicación. Vosotros profesáis recibir y creer las Escrituras, dejad que os juzguen, lo que se nos dice precaviendo o mandando a todos los cristianos a escudriñar las Escrituras. No sólo leerlas y oírlas sino escudriñarlas, lo cual denota diligencia para examinarlas y estudiarlas.
Debemos escudriñar las Escrituras en busca del cielo como nuestro gran objetivo: Porque en ellas os parece que tenéis vida eterna. Debemos escudriñar las Escrituras en busca de Cristo, como el Camino nuevo y vivo, que conduce a este objetivo. Cristo agrega a este testimonio las reprensiones a la incredulidad e iniquidad de ellos, el rechazo de su persona y su doctrina. Además, les reprueba su falta de amor a Dios. Pero con Jesucristo hay vida para las pobres almas. Muchos que hacen una gran profesión de religión muestran, no obstante, que les falta el amor de Dios por su rechazo de Cristo y el desprecio a sus mandamientos.

El amor de Dios en nosotros, el amor que es principio vivo y activo en el corazón, es lo que Dios aceptará. Ellos desdeñaron y valoraron en poco a Cristo porque se admiraban y se supervaloraban a sí mismos. ¡Cómo pueden creer los que hacen su ídolo del elogio y aplauso de los hombres! Cuando Cristo y sus seguidores son hombres admirados, ¡cómo pueden creer aquellos cuya suprema ambición es dar un buen espectáculo carnal!

 Muchos de los que confían en alguna forma de doctrina o partido, no penetran más que los judíos en las de Moisés, el verdadero significado de las doctrinas, o de los puntos de vista de las personas cuyos nombres llevan. Escudriñemos las Escrituras y oremos sobre ellas, como intento de hallar vida eterna; observemos cómo Cristo es el gran tema de ellas y acudamos diariamente a Él en busca de la vida que otorga. Porque en la Palabra de Dios en la Biblia está el conocimiento, la sabiduría del cielo necesaria para entender cuál es la Voluntad de Dios Padre para cada uno de nosotros. Y así conociéndola, obedecer sin hacer preguntas ni siquiera sugerir nada, para caminar manteniendo la mirada en Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

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