} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: VER A JESÚS

domingo, 13 de julio de 2014

VER A JESÚS



En la Palabra de Dios en la Biblia, versión Palabra de Dios para Todos, podemos leer en Lucas 19:1-10:

  Jesús llegó a la ciudad de Jericó.
   Allí había un hombre rico que era el jefe de los cobradores de impuestos. Su nombre era Zaqueo.
   Estaba tratando de ver quién era Jesús, pero no pudo porque había mucha gente y él era bajito.
   Para poder verlo, salió corriendo, fue a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y se subió a un árbol sicómoro.
   Cuando Jesús llegó a ese lugar, miró hacia arriba y vio a Zaqueo en el árbol. Jesús le dijo: -Zaqueo, apúrate, baja de allí, porque hoy voy a quedarme en tu casa.
   Entonces Zaqueo bajó del árbol rápidamente y se puso muy feliz de recibir a Jesús en su casa.
   Todos los que vieron esto se quejaban: "Miren la clase de hombre con quien se hospeda Jesús. ¡Zaqueo es un pecador!"
   Entonces Zaqueo se levantó de la mesa y le dijo al Señor: -Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo, y si he engañado a alguien, le pagaré cuatro veces más.
   Jesús le dijo: -La salvación ha llegado a esta familia, porque este hombre ha mostrado ser un verdadero hijo de Abraham.
   El Hijo del hombre vino a buscar a la gente perdida y a salvarla.



 Los hombres que, como Zaqueo, desean sinceramente ver a Cristo, vencerán cualquier obstáculo y se esforzarán para verlo.
Cristo ofrece visita a la casa de Zaqueo. Donde Cristo va, abre el corazón y lo inclina a recibirlo. El que quiere conocer a Cristo, será conocido de Él. Aquellos a quienes Cristo llama, deben humillarse y descender. Bien podemos recibir con gozo al que trae todo lo bueno consigo. Zaqueo públicamente dio pruebas de haber llegado a ser un verdadero convertido. Se puso en acción no permaneció inactivo, mirando de lejos. No busca ser justificado por sus obras como el fariseo, pero por sus buenas obras demostrará la sinceridad de su fe y el arrepentimiento por la gracia de Dios.
Zaqueo es considerado feliz, ahora que se volvió del pecado a Dios. Ahora que es salvo de sus pecados, de su culpa, del poder de ellos, son suyos todos los beneficios de la salvación. Cristo ha venido a su casa, y donde Cristo va, lleva consigo la salvación. Vino a este mundo perdido a buscarlo y salvarlo. Su objetivo era salvar, donde no había salvación en ningún otro. Él busca a los que no lo buscan y ni preguntan por Él, a todos los perdidos, a todos los que han dejado de resistirse. Cuando Jesús viene  a tu corazón no es para decir ¡Hola y adiós! Somos afortunados de que llame a nuestra puerta, porque una vez que entra toma posesión y comienza a colocar en su sitio tanto desorden. Del caos y tinieblas, pasamos a la creación, al orden, a la luz.

Cualquier cosa que tengamos, su propiedad es de Dios, nosotros sólo tenemos su uso y disfrute temporal conforme a lo que manda nuestro gran Señor, y para su honra.    Muchas veces no sacamos el provecho debido de lo que Dios nos ha encargado.  Esto puede enseñarnos que la muerte vendrá y nos privará de las oportunidades que tenemos ahora.  Los hombres mundanos, al elegir sus objetivos son necios, pero en su actividad y perseverancia, son a menudo más sabios que los creyentes.   Bueno sería que los hijos de la luz aprendiéramos sabiduría de los hombres del mundo, y siguiéramos con igual diligencia un mejor objetivo.
Las riquezas verdaderas significan bendiciones espirituales; y si un hombre gasta en sí mismo o acumula lo que Dios le ha confiado, en cuanto a las cosas externas, ¿qué prueba puede tener de que es heredero de Dios por medio de Cristo? Las riquezas de este mundo son engañosas e inciertas. Convenzámonos que son ricos verdaderamente, y muy ricos, los que son ricos en fe, y ricos para con Dios, ricos en Cristo, en las promesas; entonces acumulemos nuestro tesoro en el cielo y esperemos nuestra porción de allá.


  La fe en la misericordia de Dios que perdona nos capacitará para superar las dificultades más grandes que haya para perdonar a nuestros hermanos. Como para Dios nada es imposible, así todas las cosas son posibles para el que puede creer. Nuestro Señor mostró a sus discípulos la necesidad de tener una profunda humildad. El Señor tiene derecho sobre toda criatura como ningún hombre puede tenerla sobre otro; Él no puede estar endeudado con ellos por sus servicios, ni ellos merecen ninguna recompensa suya.

 A menudo, los hombres pretenden examinar las pruebas de la revelación y de la verdad del evangelio, cuando sólo andan buscando excusas para su propia incredulidad y desobediencia.   A los que entierran el conocimiento que tienen, se les niega con justicia un conocimiento superior.  
 De la ofrenda  aprendamos que lo que damos en justicia para ayuda del pobre, y para el sostenimiento del culto a Dios, se da a Dios; y que nuestro Salvador ve con agrado lo que tenemos en nuestros corazones cuando damos para ayuda de sus miembros o para su servicio. ¡Bendito Señor! El más pobre de tus siervos tiene dos centavos, ellos tienen un alma y un cuerpo; convéncenos y capacítanos para ofrecerte ambos a Ti; ¡cuán dichosos seremos si los aceptas!

 Son siervos de Dios todos los que no son siervos del pecado y de Satanás. Toda la verdad del evangelio es conforme a la piedad, y enseña el temor de Dios. La intención del evangelio es producir esperanza y fe; sacar la mente y el corazón del mundo y elevarlos al cielo y a las cosas de lo alto. ¡Cuán excelente es, entonces, el evangelio que desde los primeros tiempos fue el tema de la promesa divina y cuánta gratitud le debemos por nuestros privilegios! La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios; y quien sea así llamado, debe predicar la palabra.
La gracia es el favor gratuito de Dios y la aceptación de Él; y la misericordia, los frutos de ese favor, son el perdón de pecados, y la libertad de todas las miserias, tanto aquí como en el más allá. La paz es el efecto y fruto de la misericordia: la paz con Dios por medio de Cristo que es nuestra Paz, y paz con las criaturas y con y paz con las criaturas y con nosotros mismos. La gracia es la fuente de todas las bendiciones. La misericordia, la paz, y todo lo bueno surgen de ella.

La fe en Cristo y el amor a Él deben unir a los santos más estrechamente que cualquier relación externa que pueda unir a la gente del mundo.  Nosotros debemos recordar, mucho y frecuentemente en nuestras oraciones, a los hermanos en la fe según su necesidad, llevándolos en nuestros pensamientos y en nuestros corazones ante Dios.  

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