1 Juan 4; 16
Y nosotros hemos conocido y creído
el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en
amor, permanece en Dios, y Dios en él.
Hemos llegado a este
conocimiento del amor de Dios y continuamos en él, y le hemos creído y
continuamos en esta fe. Vino Jesucristo al mundo para revelar este amor. Así
los hermanos llegaron a este conocimiento y fe. Juan_17:25-26.
El conocer o saber implica creer, según Juan emplea los dos términos.
El amor de Dios se
manifestó en el enviar a Jesucristo al mundo a morir por los pecadores. El
nacido de nuevo ha conocido y creído este amor, confesando a Jesucristo. Ahora,
los gnósticos negaban este amor de Dios porque negaban a Jesucristo y a su
expiación por nuestros pecados, a pesar de profesar tener conocimiento especial
acerca de Dios. Dios no permanecía en ellos, ni ellos en él, porque no creían
este amor de Dios (mostrado en Jesucristo). Por eso no tenían comunión con
Dios, pues la comunión con Dios consiste en permanecer en Él y Él en el
cristiano.
Creemos en el amor que Dios manifestó en la muerte de su Hijo, y que Él
hace que siga actuando en nosotros, donándonos la vida por medio de Jesús. Conocemos
que, por el poder del Espíritu y por el amor que el Espíritu obra en nosotros,
llegamos a ser conscientes de nuestra comunión con Dios. Así que la fe en
amor, no significa un proceso puramente
intelectual. La afirmación personal de Dios y de Jesús se une con la
«experiencia» que el amor transmite. Por consiguiente, el objeto de nuestra fe no está
sólo fuera de nosotros, sino también en nosotros. Claro está que esto no es una
mística del amor, en el sentido individualista de la palabra. Sino que lo que
se piensa es que el amor de Dios no sólo está dinámicamente junto a nosotros,
sino que también está actuando dentro de nosotros mismos.
El amor como objeto de nuestra fe tiene triple
contenido: se trata del amor que Dios es y que se manifiesta en la muerte
expiatoria de Jesús; se trata del amor que Dios deposita en nosotros como don
del Espíritu; y se trata del amor que actúa por medio de nosotros en el amor
fraterno. Así que en esta fórmula que habla de la fe en el «amor que Dios tiene
en nosotros», se encierra toda la realidad de la revelación y de la respuesta
del cristiano al Dios que se revela, toda la plenitud de la fe y de la vida
cristiana: el mensaje de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo, de la obra de
salvación, de la gracia, de la Iglesia como comunión de los «nacidos de Dios»,
de la vida cristiana por el poder del amor divino. En las cartas de Pablo vemos
que Romanos_5:5 es un paralelo instructivo y casi
exacto: «... el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio
del Espíritu Santo que se nos dio.
Puesto que Dios es amor, vemos que permanecer en
el amor y tener comunión con Dios son cosas inseparables.
Efesios 3; 19
y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento,
para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Este conocimiento del amor
de Cristo tiene una finalidad: «que seáis llenos para toda la plenitud de
Dios». Así termina nuestro pasaje con un pensamiento de desconcertante magnitud. La «plenitud de Dios»,
que reside en Cristo, tiene que penetrar en nosotros y llenarnos, y esto
precisamente porque el amor de Cristo nos penetra. No hay palabras adecuadas para escudriñar y
describir este amor. Son riquezas "inescrutables", insondables. En
este sentido "excede a todo conocimiento". Pero sí podemos conocer y
entender lo que Dios nos dice acerca del amor de Cristo, y nuestra comprensión
crece con la experiencia de vivir por Cristo. Hay gran diferencia entre el
conocer mentalmente y el conocer por la experiencia.
En Romanos 12:2 Pablo dice, "transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta"; debemos comprobar o confirmar por
la experiencia personal que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta para
nosotros.
Si
andamos con Cristo, experimentando su poder en nuestra vida y gozando de sus
bendiciones espirituales, comprenderemos cada vez mejor el verdadero
significado del amor de Cristo "que excede a todo conocimiento".
A Pablo le gustaba la palabra
"plenitud" (Colosenses_1:19; Colosenses_2:9;
Gálatas_4:4). Es el clímax de sus peticiones, la última de las cinco de
este texto. Es el deseo de Pablo de que seamos los recipientes de todo lo que
Dios nos ofrece, todas las riquezas de su gracia. Es como la exhortación
de "sed llenos del Espíritu".
Pablo no quiere que nos falte nada de las ricas provisiones espirituales de
Dios. Toda la plenitud de Dios
habla de más de una experiencia o aspecto de su verdad o poder. Apunta hacia
una profunda espiritualidad, que participa de forma balanceada de todas las
bendiciones, recursos y sabiduría de Dios.
Estamos completos por nuestra unión con Cristo y la capacitación que
el Espíritu Santo nos ha dado. Tenemos por entero a Dios a nuestra disposición,
pero debemos apropiárnoslo por la fe y las oraciones, cada día, al vivir para
El. La oración de Pablo por los efesios es también para nosotros.
Podemos pedir que el Espíritu Santo llene al máximo cada aspecto de nuestras
vidas.
El logos encarnado es la revelación del Padre, y este Padre se revela
en Cristo como amor. Percatarse de este amor personal y divino, presente en
nosotros por Cristo, es lo que se quiere decir con la
expresión: «para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios». Y al precisarse
más concretamente: «para toda la plenitud de Dios», se quiere indicar el
movimiento hacia un estado final perfecto. Pero ¿qué significa este crecer y
madurar, si ya en el portador de la plenitud de Dios -en Cristo-, y por él en nosotros,
habita sustancialmente esta plenitud?
Lo que se subraya es que esta plenitud penetre cada vez más viva y
profundamente en nuestra conciencia y se manifieste en una vida llena de Dios.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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