Muchas veces dentro de las iglesias
evangélicas escuchamos cosas muy bonitas, que nos emocionan y que parecen bíblicas pero que son
doctrinas de hombres o doctrinas de demonios y están lejos de ser doctrinas
santas y perfectas, como la doctrina sana que Dios revela en su Palabra en la
Biblia, y algunos cristianos por comodidad, o simplemente por su falta de amor
a la verdad, prefieren creer en todo lo que les dicen y no buscar en la Palabra
de Dios, para saber si lo que se predicó coincide con la doctrina de Dios.
Mucha gente
habla de que somos reyes y sacerdotes y se ponen a reclamar sus bendiciones,
porque Dios prometió dárselas y cosas por el estilo, y la mayoría de esa gente,
llega a cultivar y fomentar en ellos (muchas veces sin conciencia y otras veces
con toda la conciencia) una actitud altiva, altanera delante de Dios, una
actitud en la que cree que el cristiano todo lo merece, porque Dios lo ha
prometido, y no se dan cuenta que si Dios promete algo, Dios lo cumple pero a
su tiempo no en el nuestro, como en el caso de David, quien habiendo sido
ungido de parte de Dios, quien ya tenía la promesa del trono de Israel, y
sabiendo que Saúl estaba desechado por Dios, en lugar de matarlo (porque pudo
hacerlo en muchas ocasiones) y así heredar de inmediato el trono, él prefirió
esperar al tiempo de Dios, el tiempo en que sin él RECLAMAR, o pedir tan
siquiera, llegaría, simplemente porque Dios lo había hablado.
Veamos un
ejemplo bíblico, un ejemplo acerca de nuestro carácter de lo que provocamos, de
cómo nos ven los demás.
Echemos un
vistazo en el evangelio de Juan 5:1-9:
Después de estas cosas, había una fiesta de los judíos, y subió
Jesús a Jerusalén.
Y hay en Jerusalén a la puerta de las ovejas un estanque,
que en hebreo es llamado Betesda, el cual tiene cinco portales.
En éstos yacía multitud
de enfermos, ciegos, cojos, secos, que estaban esperando el movimiento del
agua.
Porque un ángel
descendía a cierto tiempo al estanque, y revolvía el agua; y el que primero
descendía en el estanque después del movimiento del agua, era sano de cualquier
enfermedad que tuviese.
Y estaba allí un hombre
que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
Cuando Jesús vio a éste
echado, y supo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: ¿Quieres ser sano?
Y el enfermo le
respondió: Señor, no tengo hombre que cuando el agua fuere revuelta, me meta en
el estanque; porque entre tanto que yo vengo, otro antes de mí ha descendido.
Le dice Jesús:
Levántate, toma tu lecho, y anda.
Y luego aquel hombre
fue sano, y tomó su lecho, y anduvo. Y era sábado aquel día.
Aquí vemos a
un hombre como muchos, que posiblemente lo conocía mucha gente y quizás hasta
tenía familia, pero también era un hombre que en 38 años no había hecho un solo
amigo que lo acercara al estanque, ¿por qué no habría nadie dispuesto a
ayudarlo? A causa de su horrible carácter, hermano imagina el carácter de un
hombre que tenía 38 años en una silla de ruedas, pregúntate a ti mismo
¿dónde estaban los familiares de este hombre? ¿Por qué nadie lo arrimaba?
Yo casi puedo imaginarme a este hombre diciéndole a la gente: ¡¡familia
acercarme al estanque, reclamo ese derecho, para eso sois mi
familia, yo no pedí venir al mundo, o a los amigos, llevarme vosotros, os
lo exijo!!
Hermanos,
nosotros con nuestra actitud de soberbia de reclamarle a Dios, nos impide ser
sanos en algunas áreas de nuestras vidas, porque la Biblia dice "al
soberbio Jehová lo mira de lejos" pero cuando Cristo le pregunta a este
hombre si quería ser sano, este hombre abre su corazón y le dice NO TENGO QUIEN
ME LLEVE y Jesús le dice levántate.
Nosotros
muchas veces le pedimos a Dios y Dios en su misericordia nos lo da, pero
hermanos si tan sólo analizamos nuestra actitud nos damos cuenta de que somos
inmaduros y demasiado superficiales, si Dios promete Dios cumple, entonces para
qué lo presionamos a que nos dé, Dios no miente, si Él dice que hará
algo, Él lo hará, quizás nosotros pedimos y Dios nos da lo que pedimos, pero
seguramente Dios nos quisiera dar más.
Observemos
Hechos 3:1-8:
Pedro y Juan subían juntos al Templo a la hora novena, la de la oración.
Y un hombre que era cojo desde el vientre de
su madre, era traído; al cual ponían cada día a la puerta del Templo que se
llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el Templo.
Este, cuando vio a
Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, rogaba que le diesen limosna.
Y Pedro, con Juan,
fijando los ojos en él, dijo: Míranos.
Entonces él les estuvo
atento, esperando recibir de ellos algo.
Y Pedro dijo: No tengo
plata ni oro; mas lo que tengo, esto te doy; en el Nombre de Jesús, el Cristo, el Nazareno, levántate y
anda.
Y tomándole por la mano
derecha le levantó; y luego fueron afirmados sus pies y piernas.
Y saltando, se puso en
pie, y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, y saltando, y alabando
a Dios.
Ese paralítico sólo esperaba recibir algo de
los apóstoles sólo algo, él no les exigió una cantidad, él esperaba algo, lo
que le dieran, y hermanos quizás él esperaba recibir algunas monedas, pero Dios
le concedió un milagro y pudo caminar, este hombre recibió más de lo que
esperaba, pero él no puso un límite, una cantidad, él dijo dame algo, hermano,
si tú dispones tu corazón a que Dios te dé algo, lo que él quiera, lo que él
sabe que es perfecto para ti, él te dará algo excelente, algo en lo que él se
regocijará en ti, de ti y por ti.
Ojalá y esta
sea la situación de muchos que piden algo, no sabiendo que Dios quiere dar
mucho más, pero existe una situación condenatoria que me preocupa mucho más,
cuando alguien no pide, ruega, con ese temor reverente que la Biblia nos
muestra, sino que Reclama, seguramente Dios le dará lo que pide pero enviará en
medio maldición y mortandad.
El pueblo de
Israel reclamó Comida, Carne, y Dios les envió Carne, pero los mató, el hijo
prodigo reclamó su herencia, el Padre se la dio, pero se la acabó, y hermanos
la Biblia no dice que este hijo haya vuelto a recibir herencia, o que el padre
haya vuelto a partir lo que tenía, para volverle a dar, no, el padre le dijo al
otro hijo: "Todo lo que tengo es tuyo"
Analicemos lo
siguiente:
"Un rey
tenía tres hijos, un día, el mayor vino delante del rey y le dijo: Padre
necesito que me concedas tres hectáreas de tu terreno para poder plantar una
viña y producir vino, y el rey se lo concedió, enseguida entró el mediano de
sus hijos y le dijo: Padre necesito a mil hombres de a caballo, 500 hombres de
a pie y que me regales tus mejores corceles para regalarle al rey de las
tierras vecinas a fin de que me conceda a su hija, y finalmente llegó el menor
de los hijos y el rey le dijo: ¿Dime hijo qué es lo que quieres? y el hijo le
dijo: Padre tan sólo permíteme estar en tu presencia, al oír esto el rey, su
corazón se llenó de gozo y pensó dentro de sí, éste será mi heredero universal
y siguiente en el trono".
Hermano ¿por
qué en lugar de reclamar a Dios, no pasamos más tiempo con Él y que Él
nos dé lo que quiera?
¡Maranatha!
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